miércoles, 19 de febrero de 2014

THE B-52'S "THE B-52'S" 1979 ISLAND




El día en que The B-52's descubrieron la mejor forma de recorrer la autopista perdida que lleva de Lulu a Captain Beefheart, montaron una fiesta por todo lo alto para celebrarlo: peinados crepados como esculturales cohetes fálicos dignos del optimismo espacial de los cincuenta; pantalones con raya y minúsculos bigotes de orgullo filogay; irreverencia y renuncia al sentido del ridículo; todo sea por un buen boogaloo en el centro de la pista. La energía liberadora a través del baile del quinteto de Athens cuyo nombre no proviene del avión de combate sino de la aplicación del término a los peinados cardados, arrasó en la oscura atmósfera del punk neoyorquino. Su música festiva y espontánea ocultaba en su interior un combinado de cultura pop tan difícil de conseguir que muy pocos han sabido prepararlo después de ellos: del psychobilly al easy listening o al indie pop efervescente, hemos visto demasiado calimocho sudoroso, demasiado Martini aguachinado, demasiada Fanta de naranja sin una sola burbuja.

Ellos tampoco superaron nunca la energía y la velocidad de su primer disco, un maravilloso ejercicio de pop (post-moderno, muy a su pesar) tan comercial y pegadizo como extraño y vanguardista. Mezclando el sonido de los grupos de chicas de los sesenta, el garage, el surf y el espíritu anfetamínico de la new wave, pervirtieron el "Downtown"que había popularizado Petula Clark y pintaron con histeria y surrealismo tanto el entusiasmo ("52 Girls") como la desesperación ("Dance This Mess Around") con letras llenas de ingenio perdurable. Junto a las sencillas frases de guitarra y los punteos surf de Ricky Wilson, destaca la magnífica combinación de las voces: el potente unísono de Cindy Wilson y Kate Pierson, sus armonías fantasmagóricas -"Lava", "There's A Moon In TheSky (Called The Moon)"-, su repertorio de gritos animales ("Rock Lobster") y la genial yuxtaposición de los gritos femeninos y las imprecaciones de Fred Schneider.
 LAURA SALES

GRAM PARSONS "GP" 1973 REPRISE




Como una oca salvaje, vagó sin saber a qué ni a dónde pertenecer. Estaba seguro, eso sí, de que quería pintar su puerta de un color diferente. Su biografía parece sacada de una obra de Tennessee Williams: fue el hijo rebelde de una estirpe acaudalada de Florida ahogada en drogas y decadencia. Antes de "GP", Gram Parsons (1946-1973) había alzado ya la voz en The International Submarine Band, The Byrds y The Flying Burrito Brothers, entre 1968 y 1970. En esas formaciones se redactó la partida de nacimiento del country-rock. Parsons encontró en ese híbrido el molde para cantar su soul blanco. Pensó entonces en cabalgar sus propios The Rolling Stones y dirigirse hacia aquel "Country And Western Meets Rhythm And Blues" con que Ray Charles tituló en 1965 uno de sus álbumes.

Desde 1968 hasta 1972, Parsons y Keith Richards compartieron mala vida y buenas canciones. Durante la mezcla de "Let it Bleed" y la grabación de "Exile On Main Street" de los Stones, forjaron una amistad peligrosa. Aquel contacto con el rock de limusina y cenagal hundió a Parsons en miseria física, pero maceró su sentido musical. La gravedad ética del country le sirvió de contrapeso y salió a flote con un sueño: el primer LP a su nombre lo grabaría con músicos que estaban con Elvis Presley en Las Vegas y con el ángel de Emmylou Harris, y sería producido por su ídolo, la estrella country Merle Haggard. Éste le dijo que no. Los músicos de Eivis los pagó Parsons de su bolsillo, al negarse la compañía a contratarlos. Que viera la discográfica que un hippy confederado y rico se costeaba sus caprichos. Fuesen heroína o la guitarra de James Burton.

En "GP" hay once temas, cuatro de ellos versiones que parecen del autor de los otros siete debido a ese escalofrío vocal y a una franqueza instrumental que convierten lo que tocan en sensible autorretrato de inadaptado: "Te amé cada día y ahora me voy/Puedo ver la pena en tus ojos /Espero que sepas mucho más que en lo que estás creyendo, sólo para que el sol no te hiera cuando llores"; "Deseo que algún día pueda encontrar una forma de escapar de mi cerebro". La garganta de Parsons, rota por la bebida, cruje, hierve junto a Emmylou y derrite las baladas "A Song For You", "She" y "The New Soft Shoe". En su ebullición, esta esplendorosa cosmic american music remozó estándares -los cincuenta fermentan en "Still Feeling Blue", "Hiss The Chlldren" y "How Much I've Lied"-, polinizó géneros para definir el country contemporáneo -el bluesfunkoide de "Big Mouth Blues" -y cogió el sombrero con una nueva dignidad - "That's All It Took": envidia del Presley goes Nashville-. Se abría una puerta de color diferente.
 MIGUEL MARTÍNEZ



NICK DRAKE "FIVE LEAVES LEFT" 1969 ISLAND




No se sabe quién fue ni quién quiso ser. Y por mucho que se quiera interpretar el silencio que mantuvo en vida, su influencia en los noventa fue tan inmensa que todo lo que se pueda decir de este chico que dejó tres discos excelsos, unas cuantas maquetas y una sombra tan alargada como inaprensible habla más de nosotros que del propia Nick Drake (1948-1974). Ya fuera un filósofo de la melancolía o un depresivo hundido en el perímetro de sus propias barreras frente al mundo, el gran misterio sigue siendo por qué su voz suena tan próxima como si se hubiera grabado ayer. Suave como un susurro, con una languidez insólita en una época en que el compromiso estaba en hacerse oír, aunque fuera desde el desencanto, este postadolescente, maestro de la guitarra acústica, pasó de encandilar a sus compañeros de Cambridge a convencer a Joe Boyd, quien no dudó en producir "Five Leaves left", un álbum debut con colaboradores de talla que Drake mantendría durante su breve carrera (Richard Thompson, Danny Thompson, Paul Harris) y los arreglos de cuerda de su amigo Robert Kirby, cuyas texturas envuelven algunas de las melodías más hermosas posibles.

Éste es un disco con una delicadeza inusitada, de un escapismo adolescente donde se confunden las reflexiones exentas de agresividad de un joven contemplativo con la proyección de su identidad en una naturaleza imaginaria. Frente a la exuberancia de "Bryter Lyter"(1970) minimalismo de "Pink Moon"(1972), en "Five Leaves Left" ingenuidad y profundidad introspectiva no son antitéticas, y cierta expresión alambicada de poesía de libro no obstaculiza una sinceridad y una ternura infantiles que desarman. Veinticinco años después, la sutileza de su   casi ausencia se asumió como signo de identidad. Pero, más allá de filiaciones míticas, canciones como "Cello Song"ocultan aún muchos secretos: una música tan bella no se desgasta con un solo gesto.
 LAURA SALES

martes, 18 de febrero de 2014

Quijotes optimistas


El escritor Erri De Luca, el cantautor Gianmaria Testa y el clarinetista Gabriele Mirabassi reivindican la utopía en un espectáculo que mezcla poesía, jazz y música popular

Por Carles Gámez
LA MÚSICA PONE alas a las palabras", dice Gianmaria Testa repitiendo la frase de su amigo y cantante Paco Ibáñez a propósito del espectáculo Chisciottimisti. Bajo este nombre en honor de la utopía y felicidad quijotesca se han vuelto a reunir el escritor Erri De Luca, el clarinetista Gabriele Mirabassi y el cantautor Gianmaria Testa. Tres creadores y amigos repartidos entre el Piamonte y Ñapóles que hace unos años decidían subirse juntos por primera vez a un escenario con el espectáculo Chisciotte e gli invincibili—como si se tratara del título de un péplum de Mario Bava— bajo la invocación de la palabra y la música. "Después de numerosas representaciones decidimos dejarlo descansar y darnos un poco de oxígeno en la atmósfera algo viciada que se había ido formando", dice Erri De Luca, alma literaria del espectáculo.

"Los quijoptimistas son todas esas personas que aunque han padecido la derrota, no dudan en volver a ponerse en pie y volver a luchar", dice el cantautor Gianmaria Testa. Desde que publicara su primer disco Montgolfiéres (1995), este cantante-creador piamontés se ha sumado a esa primera línea de la canción italiana donde el acento lírico se une al encuentro con las músicas populares. "Chisciottimisti es un espectáculo que en realidad lo deberíamos llamar un no-espectáculo", dice el clarinetista Gabriele Mirabassi. "No son actores los que se encuentran sobre el escenario, sino un escritor, un cantautor y un músico reunidos alrededor de una mesa que cuentan, interpretan y cantan historias como lo podrían hacer reunidos en la cocina de sus casas", comenta el músico.



De izquierda a derecha, Gabriele Mirabassi, Erri De Luca y Gianmaria Testa. Foto: Laila Pozo


El clarinete de Mirabassi y la guitarra y la voz de Testa van iluminando esta estancia íntima alrededor de una mesa y una botella de vino. En la voz de Erri De Luca se cruzan historias que viajan de Sarajevo a Estambul. El escritor napolitano recuerda la historia del poeta bosnio Izet Sarajlic que decidió quedarse en Sarajevo durante la guerra a exiliarse en alguna universidad europea o americana. Y De Luca va contando los años de ese crudo y largo invierno de la guerra mientras el poeta para calentarse comienza a quemar los libros de su biblioteca. Cuando estaban a punto de ser arrojados los libros de poesía milagrosamente llegó la paz y las palabras de los poetas se salvaron del fuego reconfortante.

Para Gabriele Mirabassi la filosofía del espectáculo reside en esa comunión de austeridad y amistad escénica. "Creo que es la clave más importante para describir el sentido de este trabajo". Considerado como uno de los mejores clarinetistas actuales, la música de este intérprete nacido en Perugia ha mezclado los sonidos clásicos y las músicas populares, el jazz o el ritmo brasileño de su amigo Chico Buarque. "La relación que existe entre nosotros tres tiene un fuerte componente afectivo, por eso el encuentro entre nuestros respectivos lenguajes artísticos se produce sobre un plano muy sencillo y al mismo tiempo muy profundo, desde el respeto, la colaboración y el afecto. "Lo nuestro es una relación de alianza para conseguir la máxima fraternidad", añade De Luca.

"Puede que el quijoptimismo sea el optimismo de la inconsciencia, pero sin duda tan necesario como el arte, como la poesía", dice Gianmaria Testa. Una "balada a tres voces" en palabras de Erri De Luca y que se sirve de las palabras de un poeta como Neruda en la voz del escritor napolitano. "Yo no vengo a resolver nada, yo vine aquí para cantar y para que cantes conmigo". •


El Pais Babelia 15.02.14

A qué suena el pop-rock español


Sociólogos de la UNED y la Complutense elaboran la lista ‘top-50’ de las bandas y los solistas del último medio siglo

DIEGO A. MANRIQUE Madrid 14 FEB 2014



De izquierda a derecha, Luis y Santiago Auserón y Enrique Sierra: Radio Futura a finales de los ochenta. / MANUEL ESCALERA

La Revista Española de Investigaciones Sociológicas (Reis, en versión abreviada) no parece un lugar prometedor para encontrar revelaciones sobre la música pop. Pero su último número ofrece un estudio fascinante que desvela quiénes son los artistas más valorados por la crítica musical española. Una selección altamente ecléctica que coloca en la cumbre a Radio Futura, un grupo de rock intelectual, seguido a corta distancia por el cantautor Joan Manuel Serrat y, muy pegado, el cantaor Camarón de la Isla.

La iniciativa partió de Fernán del Val, Javier Noya y C. Martín Pérez-Colma, sociólogos de la UNED y la Complutense. Tras computar cuatro kilométricas encuestas realizadas por revistas musicales, han establecido un canon de los cincuenta grupos y solistas más reverenciados. Los resultados quizás sorprendan pero el objetivo de los autores era más bien radiografiar a los críticos o, como dicen ellos, “averiguar qué variables sociales y culturales han producido la jerarquía de los gustos que representa un canon estético”.

El título de su trabajo resulta intimidante: ¿Autonomía, sumisión o hibridación sonora? La construcción del canon estético del pop-rock español. Se refieren a las opciones que se les abren a los músicos a partir de la irrupción de músicas foráneas tan potentes como el rock & roll y sus derivados: el rechazo, en defensa de las tradiciones propias, como hizo el mundo de la copla; la reproducción mimética de esquemas importados, que incluso puede llevar a cantar en inglés; y lo que llaman, en palabra tan certera que chirría, “la indigenización” del rock con sonidos e instrumentos locales.

Por orden de aparición, las listas utilizadas son las de Efe Eme (Los 200 mejores discos del pop español, 2003), Rockdelux (Los 100 mejores discos españoles del siglo XX, 2004) y dos de Rolling Stone: Las 200 mejores canciones del pop-rock español (2006) y Los 50 mejores discos de la historia del rock español (2009). La metodología fue simple: al número 1 de cada lista se le atribuyeron 50 puntos, 49 al número 2 y así consecutivamente. La suma de los puntos acumulados por cada artista sirvió para establecer la lista de listas. La metalista.

¿Resulta digna de confianza? Del Val, Noya y Martín Pérez-Colma atribuyen los resultados a los periodistas consultados, sin tomar en cuenta el posible sesgo impuesto por los directores de las publicaciones o la tentación de maquillar los resultados para posicionarse en el mercado y diferenciarse de la competencia. Como control, para contrastar su fiabilidad, se recurrió a una multitudinaria encuesta de EL PAÍS (Cien músicos hispanoamericanos eligen las 100 canciones que cambiaron su vida, 2009) y al libro 201 discos para engancharse al pop/rock español (2006), de Tito Lesende y Fernando Neira. También se compara con otra metalista internacional creada en 2006. Aquí sí que se aprecian diferencias sustanciales: en el canon anglosajón, dominan las obras de los años sesenta; por el contrario, la década prodigiosa en España fueron los ochenta. De ahí que Del Val, Noya y Martín Pérez-Colma señalen “la enorme presencia de la movida”.

'Top ten'

Estos son los diez primeros grupos o artistas de la metalista confeccionada para la revista Reis.
1. Radio Futura (se sumaron los votos para La ley del desierto / La ley del mar, De un país en llamas y La canción de Juan Perro).
2. Joan Manuel Serrat (todos los votos por Mediterráneo).
3. Camarón (todos por La leyenda del tiempo).
4. Gabinete Caligari (por Cuatro rosas y Camino Soria).
5. Vainica Doble (por Vainica Doble, Heliotropo y Taquicardia.
6. Los Brincos (por sus tres discos Los Brincos, Los Brincos II y Contrabando).
7. Nacha Pop (por su debut discográfico, Nacha Pop).
8. Alaska y Dinarama (por Deseo carnal).
9. Andrés Calamaro (por el disco Honestidad brutal).
10. Loquillo (por sus discos El ritmo del garaje, Los tiempos están cambiando y Balmoral).


También destacan la ausencia de la rumba, el heavy metal y el punk rock. En realidad, excepto por los Sex Pistols y los atípicos Clash, tampoco aparecen en el canon internacional, ni siquiera reemplazando la rumba flamenca por el country: ambas músicas, me temo, funcionaban más por el single que por el elepé, que rara vez se concebía como una creación artística y sí como mera acumulación de canciones.

El heavy metal supone un caso aparte. Pueden existir prejuicios de clase por parte de los críticos pero también es cierto que el heavy ha tenido un desarrollo segregado: se ha distanciado de los otros géneros, al reivindicar para sí mismo la exclusividad del concepto rock. ¿Un gueto? En España, sus grandes representantes —se menciona a Barón Rojo y Obús— tuvieron frustrantes carreras profesionales durante sus años álgidos, sin llegar a escapar de una discográfica terrorífica (Zafiro) que ni les respetaba ni les potenciaba.

Al otro extremo, tampoco hay rastros de los celebérrimos baladistas surgidos en los años sesenta y principios de los setenta. El fenómeno de recuperación de Raphael, en marcha desde los ochenta y ahora muy evidente por su próxima aparición en un festival indie, no impresionaba a los periodistas que votaron en la pasada década. Tampoco Camilo Sesto, Nino Bravo o Julio Iglesias pasaron el corte.

Según Fernán del Val, Javier Noya y C. Martín Pérez-Colma, el canon de la crítica española parece inclinarse hacia lo autóctono más que a lo mimético, reverencia la calidad de las letras y considera el cosmopolitismo como un galón. Hasta cierto punto: aunque siempre hemos contado con una fuerte presencia de músicos foráneos —La legión extranjera, en feliz descripción de Alex Oró— en el canon solo ingresan argentinos como Andrés Calamaro, Moris y, como parte de grupos, Alejo Stivel y Ariel Rot. Sin ser xenófoba, la España musical se parece poco a su equivalente francés, con su abundancia de apellidos exóticos.

El Pais

viernes, 7 de febrero de 2014

El secreto de las diminutas Islas Feroe


Teitur estrena distribución española con un sorprendente álbum sobre la vida cotidiana en aquellas latitudes



El cantante Teitur Lassen.
Por Fernando Neira


A TEITUR LASSEN jamás se le ocurrió cursar la carrera diplomática, pero cualquier día le investirán embajador (involuntario) de las Islas Feroe. "Vivo en un archipiélago tan remoto y desconocido que todos los días de mi vida respondo preguntas sobre el modo de vida feroés. Y puede que el mejor bacalao que haya comido en su vida proviniese de nuestras costas", resume, divertido, acaso el más popular de los apenas 50.000 habitantes de esas islitas entre Escocia e Islandia, pero bajo bandera danesa. Mucho de la vida cotidiana en tan nórdicas latitudes se filtra ahora en su sexto trabajo, Story music, "un disco sobre música y sociología" que encierra algunas de las piezas más brillantes, pero también atípicas, en la trayectoria de este cantautor singular ya desde su partida de nacimiento. Teitur canta casi siempre en inglés y se ha beneficiado de un de boca en boca incontenible: su recopilatorio All my mistakes asombró en los círculos británicos de la canción de autor y algunas de sus piezas, como Don't want you to wake up o Josephine, han gozado de proyección mundial (incluso Sean y Buika registraron una insólita lectura de You send me). Story music constituye, sin embargo, su primer trabajo con distribución española, y en él las canónicas canciones de amor dejan paso a un repertorio muchísimo más personal. "En mis primeros conciertos, cuando encadenaba seis o siete piezas amorosas, terminaba aburriéndome de mí mismo. Creo que desarrollé un sentido del humor propio a partir de ese aburrimiento".

En efecto, en el nuevo álbum no queda un miligramo de almíbar, pero sí curiosísimos acercamientos a la escritura circular (Gone fishing: The palindrome song), la avalancha de los artefactos móviles (Antonio and his mobile phones) o escenas consuetudinarias de madres e hijos a la salida de clase (Monday). Y la mayor rareza: un tema, If you wait, en el que va construyendo palabra por palabra una frase elemental ("si esperas un poco más de lo que acostumbras, lo más asombroso podría suceder") a lo largo de dos minutos con silencios que a algunos fascinarán y a otros resultarán engorrosos.

"Soy consciente de que If you wait puede resultar incómoda por sus parones, pero no me importa", argumenta Lassen. "La considero, más bien, una metáfora: la música requiere paciencia, sentarse a escucharla y abrir bien los oídos. Me congratulo de toda mi trayectoria, pero ahora mismo ya no tengo que pensar en que mis composiciones resulten fáciles de emitir por la radio. Compuse ese tema junto a Nico Muhly [arreglista de Antony & The Johnsons o Jónsi] y él me fue acercando a la música concreta, a que exista una correspondencia entre lo que suena y lo que se dice. Al final, todo cobra sentido".

Cada corte, en realidad, es una invitación a la sorpresa. Indie girl constituye el relato burlón sobre el mundo hipster ("todos hemos sido adolescentes y pensado que visitábamos cafés y leíamos revistas que no conocía nadie"), mientras que Rock and roll band suena, pese a su título, a pura orfebrería folkie, entre Damien Rice, Ed Harcourt o Fionn Regan. Escuchamos una balada al piano delicadísima, Hopeful, junto a una pieza con Coro infantil, Walking up a hill, que parece una cantinela escandinava escrita varios siglos atrás.

"En realidad", resume Teitur, "he escrito un disco sobre mí mismo y la cultura nórdica. Son temas inspirados en las reuniones vecinales en los patios de las casas o las sesiones de improvisación en torno a una fogata, en la música como elemento de cohesión social". Y remacha: "Yo soy uno más de esa comunidad, un trabajador . de la canción". •

Story music está publicado por Arlo & Betty / Music As.

El Pais Babelia 18.01.14


DISCOS Camarón La leyenda del tiempo Edición 35° aniversario Universal





EN UN DISCO CON TANTA AURA como La leyenda del tiempo podría no haber sido necesaria la revisión, garantizadas como están las ventas entre los seguidores y coleccionistas del género. Sin embargo, se ha realizado un minucioso trabajo de remasterización usando las cintas originales, analógicas y multipistas milagrosamente conservadas, que ofrece resultados más que perceptibles. Una poda ornamental que rejuvenece el producto y le otorga un plus de frescura. Los temas de La Leyenda del tiempo siguen manteniendo su fuerza y magnetismo, pero la voz de Camarón se escucha más neta y destacada sobre la profusa instrumentación. Lo mismo ocurre con las guitarras, la percusión, las palmas o el zapateado que, desprovistos del reverb primitivo, adquieren una mayor relevancia. La reedición, lanzada con diferentes formatos, contenidos y precios, incluye el documental Tiempo de Leyenda de J. Sánchez-Montes, imprescindible para comprender aquella apasionante aventura sin apenas conciencia de riesgo, la historia de cómo un sueño se puede hacer realidad, que constituyó la caótica y divertida grabación del álbum. Un libro que contiene las fotos que realizó Mario Pacheco —antes de fundar la discográfica Nuevos Medios— en los estudios y artículos de varios autores, entre ellos el del propio productor, Ricardo Pachón, se añade a una entrega que en su edición limitada incluye un vinilo blanco de 180 gramos para los amantes del coleccionismo. Fermín Lobatón

DISCOS Juan Perro & La Zarabanda La tradición musical afrohispana La Huella Sonora





UN DVD (COMPLETADO CON un documental sobre la gestación del proyecto) y un CD capturan en vivo el concierto con el que Santiago Auserón estrenó en el festival Etnosur, de Jaén, el21 de julio de 2012, el espectáculo Juan Perro & La Zarabanda. Partiendo de la zarabanda, el primer baile de negros español que tan bien conocía otro chucho (Berganza, protagonista de una de las Novelas ejemplares de Cervantes), Juan Perro, con un plantel de músicos excelentes, ofrece con esa apuesta una excelente síntesis de todas las venas musicales abiertas a lo largo de su carrera, reformulando global y empíricamente la negritud desde su influencia en la lírica española, antes de la aventura oceánica colombina, hasta su transculturación (debemos el término al antropólogo cubano Fernando Ortiz) en el Nuevo Mundo, desde el Caribe a Nueva Orleans. Piezas de lo más granado del repertorio de Juan Perro en solitario, revisiones dé composiciones ajenas (Blueberry Hill, Flamingo, Qué rico mambo) y memorias de la canción popular española (Tres morillas) trazan la ruta sonora de un viaje vibrante a golpe de cubanía, tránsitos por los diferentes colores del jazz, incursiones en el rock, el soul y el blues, e incluso encajes libres en los patrones del hip hop, la penúltima encarnación de lo negro. Canciones y bailes, búsquedas y hallazgos. La clave de esta zarabanda perruna radica en haber logrado la unidad (no exenta de vitalidad) de un Corpus sonoro que hasta ahora se había presentado disperso. Un texto de Auserón, que refunde algunos capítulos de su libro El ritmo perdido. Sobre el influjo negro en la canción española, da soporte teórico al gozó de la práctica musical que se oferta. Javier Losilla

Sonido absoluto

Javier Perianes casa la revolución pianística y los« paralelismos de Chopin y Debussy en Les sons et les parfums

Por Jesús Ruiz Mantilla
CHOPIN FUE AMIGO de Delacroix; Debussy puso música y color a la ruptura que llevaban a cabo Mo-net, Cezanne, Pisarro... El primero se encargó de enterrar el canon entre flores —decía de él Schumann—; quien después siguió sus atrevidos e iconoclastas preceptos quizás haya sido el compositor francés más moderno de su propia épo¬ca y la venidera, llevando de la mano la música europea con elegancia, sugerencia y embrujo hacia los inciertos caminos del siglo XX. Ese tronco revolucionario que labran ambos en un instrumento central, como es el piano,sobre todo con sus Preludios respectivos, lo ha aunado el español Javier Perianes en un disco que desprende gusto e intención y que ha titulado Les sons et les parfums (harmonia mundi).

"Chopin es un precursor y Debussy su consecuencia directa", asegura el pianista andaluz. Para Perianes (Nerva, 1978), el hecho de grabar por grabar no va con él. Prefiere descubrir o redescubrir, como ya hizo con sus discos sobre Blasco de Nebra o Mompou, entre otros, y jugar a tejer relaciones que también le sirven para desmenuzar la música en sus recitales por todo el mundo. "Los guiños son constantes y sus paralelismos también. Los dos centran su obra en el piano, son buenos intérpretes, se nota hasta desde un punto de vista topográfico. Cuando las manos de un pianista se deslizan por el teclado con lo que ellos escribieron, créeme que se nota".
Debussy no ocultaba su veneración por quien exploró infinitas posibilidades en el instrumento rey décadas antes que él: "Amé a Chopin desde que comencé a amar la música, ¡y he seguido!", le dijo al crítico Rene Doire. Mantuvo una relación intensa que le conectó casi físicamente con él a través de Antoniette Mauté, que decía haber sido alumna de Chopin. Fue ella quien le preparó para el ingreso en el Conservatorio de París cuando el futuro creador de Peleas y Melisande contaba 10 años. No tardó en lamentarse de su muerte y que se llevara a la tumba tantos detalles que no pudieron comentar a fondo.

"Hay un maridaje extraordinario entre ambos, aunque no en los caracteres. Chopin tendía a la melancolía, Debussy, más bien al contrario. Ambos, eso sí, coincidían en la exquisitez", comenta Perianes. De detalles técnicos, por ejemplo: "En el uso del pedal para Chopin, que confiere a la música un modo cantabile, con un virtuosismo exento de artificio, algo que influye en Debussy". Amaneras de entender la necesidad de romper con lo anterior de forma elegante y muy esencial. "Ambos persiguen siempre la pureza y eso quizás es lo más admirable".

Fueron hijos de su propio tiempo, pero quisieron y se empeñaron ambiciosamente en trascenderlo. Uno desde sus exhibiciones en los salones parisienses entregados al desgarro romántico y con piques ante el exhibicionismo de Liszt; el otro, haciendo migas bohemias con un precursor del minimalismo como Erik Satie, inspirados quizás por la absenta en mitad del humo del tabaco que se respiraba en el Chat Noir.


"Hay un maridaje extraordinario entre Chopin y Debussy", dice Perianes. Foto: Bernardo Pérez

Hoy, a juzgar por la media en que ambos aparecen en los programas de recitales de piano en cualquier auditorio, puede decirse que lo han logrado con creces. Son dos de los compositores más reivindicados por los pianistas de hoy. "Buscan un sonido absoluto, pero cada uno el suyo". Aunque ambos están muy influidos por la ópera, como es el caso de la fascinación belliniana de Chopin o el empeño destructor de la preponderancia wagneriana en el caso de Debussy, reivindicando que además de aquel nuevo sistema solar venerado en toda Europa podían convivir otras galaxias en el universo musical.

Perianes no solo logra que dicha conexión funcione en esta grabación y quede patente con nobleza, profundidad y audacia, sino que se ha dedicado a mostrarla en público con un notable éxito el pasado año. "Todo esto responde a una manera de enfocar el repertorio, creo que debemos ser consecuentes y elaborar nuestros  discursos musicales con delicadeza y hondura, ir un poco más allá de. la pieza por la pieza, establecer conexiones sugerentes".

Puede que esa sea una de las claves de su éxito internacional. Perianes presume de una agenda apretada con citas importantes hasta 2016. Desde que debutara hace dos años en Lucerna, con Zubin Mehta. o consiguiera el Premio Nacional de Música, no ha decaído el brillo y la seriedad de este andaluz avispado y de enorme talento.

Pero también triunfa en la escalera de su casa: "Quizás sea el único pianista al que algún vecino le ha tocado en la puerta para felicitarle y animarle con que siga ensayando". Por no decir una tertulia vespertina que le aplaude por la ventana del patio. Con Perianes en la escalera, para qué quieres molestarte en enchufar un CD. "Están encantados conmigo, hay uno que me cuestionaba él tempo del primer concierto de Brahms, pero ya se fue. Un poquito lento, ¿no?, me decía". •

El Pais Babelia 25.01.14


Compañeros de viaje

El crítico Ignacio Julia compartió 25 años con el grupo Sonic Youth. La crónica de esa relación le convierte en testimonio del eclipse de una profesión —la suya— y del modelo de negocio que imperó en la industria



Lee Ranaldo, Thurston Moore, Kim Gordon y Steve Shelley de Sonic Youth, en un retrato de 1998.

Estragos de una juventud sónica
Ignacio Julia
Alternia Editorial. Barcelona, 2013.
221 páginas. 20,80 euros

Por Diego A. Manrique

DURANTE LA PRESENTACIÓN EN MADRID de Estragos de una juventud sónica, su autor fue tajante: "Es el final del trayecto, jamás volveré a escribir un libro semejante". Está corriendo su reloj biológico, obviamente, pero también asistimos al eclipse de varios modelos. Tal vez nunca más podremos ver una trayectoria como la de Sonic Youth: un grupo de querencia experimental que transitó por sellos marginales, que saltó a una multinacional sin modificar sus planteamientos y que, en la década siguiente, volvió a la independencia.

En su práctica profesional, Julia (Barcelona, 1956) rompe el tabú que insiste en poner distancias entre periodistas y artistas: trató a Sonic Youth casi desde sus principios y mantuvo con ellos una reconfortante amistad (dos de ellos estaban presentes en el acto madrileño). Una conexión que hubiera existido de cualquier manera, pero que fue facilitada por la prosperidad del negocio musical, que ayudaba a mantener una prensa específicamente rockera.

Resulta dudoso que ahora pueda repetirse el prodigio de que una discográfica fiche a un grupo difícil y lo conserve —durante 16 años— esencialmente por prestigio. Y más problemático aún que sobreviva la prensa musical de papel, no hablemos ya de su prestigio y su capacidad de influencia.

Reconoce Julia que la mitomanía le unió a Sonic Youth. El mitómano, explica, "traga gozoso con el espejismo de una súper personalidad ajena y exagera en ella cualidades y excelencias. Provenimos de una época en que el anhelo de una mayor abundancia en estímulos artísticos llevaba a sublimar pulsiones estéticas, morales, sexuales o meramente lúdicas en el fantaseo con ese artista que, santo o preferiblemente pecador, permitía además la falacia de compartir una imaginada existencia de aventuras e infortunios. Había en aquella candida servidumbre algo emocionalmente deficitario, indudablemente, pero establecía una perspectiva creativa, pues proyectándote en el ser. admirado ponías casi tanto en la ecuación como él".

Con Sonic Youth, Julia podía compensar la frustración de demasiados años arañando virutas de información a un ingrato Lou Reed. Por el contrario, los jóvenes sónicos se mostraban accesibles y locuaces. Además, eran coleccionistas de discos. Julia comparte con Thurston Moore expediciones de búsqueda de vinilos, una experiencia intimidante: los bolsillos de cualquier rock star son mucho más profundos que los de un periodista musical.

Aunque conviene puntualizar lo de rock star. Sonic Youth fue un caso atípico hasta en eso: con treinta años de actividad, no lograron —en sentido estricto— un éxito. No fue su objetivo, alegan, aunque facturaron canciones sencillas y cumplieron con la liturgia del videoclip.
¿Estaban dispuestos a realizar otras con-cesiones para entrar en la Primera División? A pesar de contar con el patrocinio de Neil Young, chocaron con su equipo técnico cuando se fueron juntos de gira; Kim Gordon lo explica como una muestra del machismo institucional dé la aristocracia del rock, incapaz de aceptar a una mujer instrumentista como igual. En realidad, parecían más interesados por proyectos pa-ralelos, colaboraciones arty, lanzamientos fuera del radar de los grandes medios.

Con todo, Sonic Youth manejó admirablemente su carrera. Ejerciendo de bisagra entre el rock alternativo y el mundo del arte, protagonizaron abundantes aventuras que evitaron cualquier aburrimiento y embellecieron su perfil mediático. Pero finalmente se acomodaron. Lejos de la práctica del rock como ejercicio penitencial, que predica su antiguo compadre Steve Albini, priorizaron otros aspectos de la vida. Huyeron de Manhattan y se dispersaron por suburbios residenciales. Espaciaron sus ensayos y organizaron sus giras en verano, cara al lucrativo mercado de los festivales, para permitir a Moore y Gordon criar una hija.

No sabemos si Estragos de una juventud sónica fue facilitado por un pacto de silencio. Si hemos de creer al periodista, los miembros de Sonic Youth nunca participaron de las actividades recreativas habituales de cualquier músico en gira: la anécdota de la papelina de cocaína que les regalan —y que desaprovechan— les presenta incluso como pardillos en esos menesteres.

Lee Ranaldo aclara que no había artificio: "Nosotros siempre quisimos mantener nuestra vida en la normalidad y hacer que nuestra música fuera lo más extremada posible". Se parece mucho al credo profesional de Flaubert: "Soyez reglé dans votre vie et ordinaire comme un bourgeois, afín d'étre violent et original dans vos ceuvres".

Según avanza el libro, nada intuimos del virus que corroe secretamente a Sonic Youth. Se manifiesta por sorpresa: la ruptura de la pareja formada por Thurston y Kim, con la inmediata desintegración de la banda. Moore se justifica: "Ella se limitaba a quedarse en casa, tirada en el sofá viendo la tele; yo necesito salir por ahí de marcha, a romper cristales". Julia lo sintetiza en cuatro palabras: "Otra mujer, más joven". •

El Pais Babelia 25.01.14


Fado a ritmo de batería



La fadista Ana Moura ensaya y compone en su domicilio lisboeta. Foto: Francisco Seco
Fado a ritmo de batería
Ana Moura, que esta semana inicia una gira por España, experimenta con otras músicas desde la ortodoxia

EN LA PLANTA BAJA DE SU CASA, a un paso de Cascáis, la fadista Ana Moura (Santarem, 1979) ha colocado dos grandes sofás en los que se sienta junto a sus músicos para ensayar a veces. Desde uno de los sofás se ve una palmera enana que crece solitaria en el patio y el cielo claro en esta parte tranquila del mundo. Al lado del sofá hay una mesa ancha en la que una decena de fundas de cartón de viejos discos de vinilo se despliega como una declaración de intenciones y una suerte de retrato a la vez: Chet Baker, el Rubber Soul de los Beatles, una antología de Billie Holiday, The Doors, Miriam Makeba. También, claro, Prince y los Rolling Stones, con los que la propia Moura ha compartido escenario. "En el fondo, el rock de los Stones viene de la raíz del blues, y ese lamento tiene que ver con el fado", dice. Sobre todos ellos, sobresale un libro de poemas y un CD: un conjunto de poesías de Fernando Pessoa y una selección de temas de Amalia Rodríguez, la gran dama del fado a la que Ana Moura, fadista al fin y al cabo, rinde admiración. Al lado hay una guitarra y un teclado electrónico, y con una mano, Moura enseña el sitio donde colocan la batería en las tardes de ensayo. ¿La batería? ¿Desde cuándo una fadista se acompaña de piano electrónico y de batería? "Durante estos últimos años he acompañado a otros cantantes de otros países, he experimentado con otras músicas, y quería que eso se reflejara en mi último disco Desfado, en el que hay otros ritmos: hay cierto olorcito a jazz, a música popular del norte de Portugal, a soul, de ahí el teclado y la batería". Como ocurre en España con la (falsa) polémica de la pureza (o no) del flamenco, a Moura la criticaron en Portugal por esta mezcla heterodoxa. "Yo sé que soy fadista, pero si esta canción o la otra es o no es fado, pues ni lo sé ni me interesa saberlo", dice convencida. De hecho, la cantante, que esta semana inicia una gira en España que le conducirá a Madrid, Barcelona y Zaragoza, entre otras ciudades, cumplió con todos los requisitos de la fadista clásica (y hasta tópica): fue descubierta en un bar de Carcavelos por un guitarrista famoso cuando se animaba medio en broma a cantar; actuó durante mucho tiempo en una de las casas de fados más conocidas de Lisboa, Don Vinho, en el barrio de Lapa y grabó cuatro discos más o menos ortodoxos que la auparon al éxito internacional. Ahora, este Desfado, que The Sunday Times ha considerado uno de los álbumes del año, va más allá. "Es normal: el fado está vivo, y refleja los sentimientos, los temores y los pensamientos de las nuevas generaciones", explica. La revolución no solo se encuentra en la música. También en alguna de sus letras, que al desgarro suave propio del , fado melancólico de toda la vida, añaden ahora una dosis de sana ironía con la que los mismos fadistas aprovechan para reírse de sí mismos: " Ai que saudade que eu tenho de ter saudade", que en traducción libre y engañosa sería, más o menos: "Cómo echo de menos el echar de menos". Antonio Jiménez Barca •


El Pais Babelia 25.01.14