miércoles, 17 de agosto de 2016

El Cabrero y su visión salvaje

FESTIVAL DEL CANTE DE LAS MINAS

ANTONIO PARRA, La Unión

 José Domínguez El Cabrero lleva más de 50 años sobre los escenarios, desde que participara, en el tardofranquismo, en los primeros espectáculos reivindicativos del grupo sevillano La Cuadra. Y aunque ha perdido facultades (los años no perdonan) mantiene todas las características que le hicieron inmensamente conocido entre públicos diversos, pero especialmente en su Andalucía entre los campesinos que soñaban con ocupar fincas de duquesas y señoritos y reivindicaba aquello de que la tierra es para quien la trabaja.

Aunque tal vez hayan pasado sus mejores años, sigue conservando el favor del público, que todavía jalea sus fandangos al límite, con letras contra todo poder, anarquizantes, fáciles de entender y de aplaudir. Quizás le esté ayudando ahora la nueva situación política, que algunos comparan con los años del tránsito a la democracia,y el hecho de que ha ido adaptando algunas letras a los tiempos que corren.



El Cabrero, durante su actuación en el Festival de La Unión. / PEDRO MARTÍNEZ



Y, sin embargo, más que una postura directamente social su respiración vital va más a la reivindicación de una vida bravia y salvaje, libérrima, serrana y casi animal. De ahí su declaración de principios a veces con el símbolo del macho montes, un subliminal retrato de sí mismo. Hay en su cante y en su actitud algo así como un panandalucismo o una especie de panteísmo laico y social.
Aunque a estas alturas de su carrera ya da lo mismo, no se puede decir que su cante haya sido nunca ni acompasado (a la guitarra le hace el mismo caso que un águila a un stop de carretera) ni templado ni afinado, pero su voz tiene algo atractivo, viril (flamenco, sí) que llega.

Así ocurrió en la madrugada del sábado durante la primera y larguísima de las galas de la 56 edición del Festival Internacional del Can-te de las Minas de La Unión, que abrió el cantaor, también sevillano, Manuel Cuevas, ganador de la Lámpara Minera en 2002. Una actuación excesiva en muchos sentidos, comenzando por la duración, casi dos horas.

Antes, el alcalde de la ciudad minera, Pedro López Milán, entregó el premio Catedral del Cante, reservado a países que han contribuido a la divulgación del flamenco, a Alemania.

Borges escribió unas milongas para ser cantadas, tanto es así que el cartagenero Curro Piñana las encontró muy flamencas y grabó algunas de ellas por soleares, con el permiso explícito de la viuda del genial escritor argentino, María Kodama (por cierto, a Borges le gustaba el flamenco, y a ella, le encanta): "Manuel Flores va a morir / eso es moneda corriente / morir es una costumbre / que sabe tener la gente".

El Cabrero  también  ha adaptado  algún  poema de Borges (tan en el extremo vital y político del cantaor sevillano), como La lluvia, que el cantaor interpreta por bulerías, un tema precioso, conmovedor: "Bruscamente la tarde se ha aclarado / porque ya cae la lluvia minuciosa". En La Unión, ¡ay!, no la cantó, aunque sí Luz de luna o Si se calla el cantor, canciones al compás de bulerías donde, curiosamente,   alcanza   siempre sus mejores registros.


El Pais, Revista de Agosto, domingo 7 de agosto de 2016

lunes, 15 de agosto de 2016

PEPE HABICHUELA & JUAN HABICHUELA

La genética del flamenco
POR GUILLERMO ABRIL


EL PATRIARCA Juan Habichuela ha muerto. Les abandonó el 30 de junio. Era un dios de la guitarra. Quizá el mejor acompañando una voz. Juan es su nieto. Habichuela como él. Y granadino. Amamantado en las cuevas del Sacromonte, 27 años:
-Haz un fraseo y yo te acompaño, tío, dice el joven con respeto.
Asiente su tío Pepe. Nacido en 1944. También Habichuela. Hermano menor del difunto. Y ya patriarca del clan. De nombre José Antonio Carmona Carmona, el cabeza de una familia cuyas raíces flamencas se remontan al siglo XIX. En ella convive el pop de Ketama (es padre y tío de sus componentes) con el toque puro; y cuentan hasta ocho guitarristas en activo.

Juan Habichuela y su tío abuelo Pepe Habichuela nunca se habían juntado a tocar. En la imagen, sobre el tablao de Casa Patas (Madrid).

Juan y su tío Pepe nunca habían entrelazado sus instrumentos. Una voluta de humo cruza el escenario. Fuman. Se miran. Ahí van. Uno habla y el otro responde. Cierran los ojos. Serpentean sus dedos. Y algo familiar, casi genético, envuelve la sala. Suenan crios descamisados correteando en el Albaicín, y un féretro breve y lacado que acarrean sobre sus hombros. Suena el paso del tiempo, Granada y sus generaciones, y suena el nieto curtiéndose estos días junto a José Enrique, cantaor, el hijo pequeño de la familia Morente; igual que el abuelo y también el tío acompañaron en el siglo XX el chorro creativo de Enrique, su padre.

Al descender del tablao, los Habichuela guardan la guitarra en el estuche. Hay fotos en blanco y negro de familiares colgadas en las paredes. Las observan como el que se mira en un espejo. El joven Habichuela abraza al patriarca. El reloj sigue su curso. -EPS


El Pais Semanal nº2.081 / Domingo 14 de agosto de 2016

sábado, 13 de agosto de 2016

MASSIVE ATTACK "BLUE LINES" 1991 CIRCA




Aunque la reciente exhumación de incunables del funk, el jazz y la disco music haya rebajado su cotización en términos absolutos, "Blue Lines" sigue siendo el álbum más emblemático de los noventa. Primero porque, entendiendo la creación como un territorio exterior a los supuestos confines del pop (el concepto de grupo), descubrió un modus operandi entroncado con la tradición sound system que flexibilizó los procesos de composición, grabación y post-producción y anticipó la expedición junglista. Segundo porque, patrocinando por la vía electrónica un encuentro de las constantes culturales de la J música del gueto presente, pasada y futura, se; erigió en alternativa sofisticada al visceral maridaje indie-dance que destapó "Screamadelica" (Primal Scream). Y también porque elevó el reciclaje a la categoría de arte en un inteligente ejercicio de retrovisión. futurista, clásico por antonomasia del subterfugio conceptual de la pasada década.

Por mucho que Daddy G, 3D y Mushroom acreditaran únicamente la versión de "Be Thankful For What You've Got (William DeVaughn) que borda Tom Byron -los plagios de "Mambo" (Wally Badarou) y "Stratus" (Billy Cobham) en "Daydreaming"y "Safe From Harm"se solventaron con un mísero porcentaje de autores-, el debut de Massive Attack contiene suficientes argumentos para cerrar esta lista de los mejores discos del siglo XX. A saber: la rehabilitación del legado del reggae-dub encarnado en Horace Andy; la patente de un género, el trip hop, híbrido de hip hop humano, soul crepuscular y texturas cinematográficas, que permitió disfrutar de Tricky (colaborador y coautor de tres temas) y Portishead; un puñado de grandes canciones como "Unifinished Sympathy", cumbre desde la que-pregunten a la vocalista Shara Nelson- se puede precipitar una carrera; y, [ supuesto, la divulgación con todas sus consecuencias de una nueva sensibilidad. The rebirth of the cool. GERARDO SANZ

SLY & THE FAMILY STONE "THERE'S A RIOT GOIN' ON" 1971 EPIC




A finales de los sesenta, Sly & The Family Stone vivían alimentados por la promesa del sueño psicodélico y bajo la utopía del declive del discurso bélico estadounidense. "There's A Riot Goin' On" escribe el despertar de ese mismo sueño. Como si se tratara de la respuesta a la pregunta que había lanzado pocos meses antes Marvin Gaye en "What's Going On", el rayo de que habla Sly Stone redacta los sinsabores de dicha desilusión y de su propio declive personal.

"Poet"evidencia que el funk positivista se había ralentizado y oscurecido. El cinismo, una manera de bajar los brazos ante su desilusión política, se hace evidente en "(You Caught Me) Smilin'".Y "Spaced Cowboy" muestra la débil frontera entre clarividencia y locura. ¿Qué había ocurrido? Tras sus primeros éxitos, Sly sufrió una doble presión de la que no supo salir: la de la discográfica, que le obligaba a sacar cuatro discos en tres años, y la de la comunidad negra, que en pleno auge del black power sentía la necesidad de identificara sus héroes y vio en Sly Stone a un agente de su causa. La cocaína hizo el resto. Nadie mejor que él definió su huida hacia adelante con "Running Away". Sin embargo, "There's A Riot Goin' On" fue el único LP de Sly & The Family Stone que llegó al número 1, gracias a dos singles luminosos nada representativos del tono sombrío general: "Family Affair", una canción sobre el incesto que se mantuvo en lo más alto de las listas durante cinco semanas; y "Running Away", patrón de la cadena de éxitos de Prince en los ochenta. Como dijo Greil Marcus, "la música pop no refleja los hechos tanto como los absorbe". Sly Stone hizo de su música el reflejo de su vida. Y con ella ha dejado el mejor documento de la resaca del idealismo en los sesenta. Fue un producto de los tiempos que creyó encontrar su redención en el hedonismo. Parece un disco roto, pero es enorme. A cambio, su propia salud pagó las consecuencias. CESAR ESTABIEL

lunes, 1 de agosto de 2016

MUERE JOSÉ MENESE Recuerdo de una noche de cante


Unos amigos nos acercamos a La Puebla de Cazalla porque cantaba un hijo grande del pueblo: José Menese

SANTOS JULIÁ
31 JUL 2016
José Menese, en Barcelona en 2001. VICENS GIMÉNEZ

El 66 sería, y también en una noche de verano, cuando en La Puebla de Cazalla se anunciaba un festival de cante. Y allí que nos acercamos unos amigos de Sevilla porque entre los cantaores figuraba un hijo grande del pueblo, José Menese, de quien ya se decían maravillas. Y fue en verdad una noche de las que ahí quedan, de las que nunca se olvidan. Porque además del delirio de la concurrencia cuando José cerró el festival cantando, como es obligado, por martinete, luego, esos amigos lo acompañamos a su casa, nos sentamos en torno a la mesa del comedor y allí, con otros familiares, y haciéndose un poco de rogar, siguió el cante que desbordaba de su poderosa garganta, por todos los palos habidos y por haber. Maestro en la soleá y la seguiriya, era dueño de un decir con gracia inigualable en los cantes menores y el golpe de su palabra y la potencia y hondura de su voz eran sobrecogedoras en el martinete. Tal vez en la memoria se magnifican los momentos inolvidables pero recuerdo bien que aquella noche volvimos a Sevilla, las del alba tal vez serían, con la piel todavía de gallina.

La música callada del toreo, decía otro amigo, otro José, Bergamín. Yo recuerdo ahora a José Menese como la fuerza silenciosa del cante grande. Nadie respiraba al escucharlo, de tan profunda como era la emoción, todo el mundo no ya callado, sino en silencio, acompañando si acaso con alguna palma sorda, la voz que lo llenaba todo. Es cierto que en el 66, siendo verano o invierno, rondaba también en el aire aquella tensión de la protesta por la libertad arrebatada y los derechos conculcados que escritores como Francisco Moreno Galván llevaron a las letras de amor y pena del cante para ampliar su alcance a la lucha política: el cante como arma de aquel antifranquismo de Triunfo o Cuadernos, de comunistas y cristianos en una irrepetible compañía de viaje. Pero no era esa la fuente de la suspensión del alma que José provocaba nada más arrancar por lo que fuera, por peteneras o por soleás, con un tango o una toná. La fuente era su voz, que venía de lejos, de lo jondo, en la estela de Juan Talega o de Antonio Mairena. Y aquella voz, siempre por encima, o por abajo, de las letras, que escuché por primera vez en La Puebla de Cazalla hace ahora 50 años es lo que nunca ha caído, nunca caerá, de mi recuerdo.


El  Pais