martes, 24 de enero de 2017

La Macanita en estado natural

Un disco en directo recoge un recital de Tomasa Guerrero en el que la cantaora jerezana hace convivir el canon y la renovación flamenca

FERMÍN LOBATÓN
19 ENE 2017



Tomasa Guerrero, La Macanita.

El privilegio de un eco gitano de antiguas resonancias, de un metal de voz inconfundible, más una flamencura innata, acompaña a Tomasa Guerrero, La Macanita, desde siempre, algo que provoca que su cante sea causa de asombro ante cualquier escucha desprevenida. Hoy que el acceso a los archivos es cosa fácil existe general coincidencia en recordar su aparición cantando y bailando en la serie Rito y geografía del cante de RTVE (1972) cuando solo contaba con cuatro años de edad. El arte casi como un juego desde la más tierna infancia. En el colegio, irse a los baños para hacer compás. En la calle, fiesta improvisada para alegría de los vecinos. Prodigios de crecer en el barrio de Santiago de Jerez.

Ese podría ser el primero de los asombros que habría de causar la cantaora dentro de una carrera naturalmente precoz. Quizás otro de ellos estaría en la frescura desbordante de su segunda grabación, Con el alma (Auvidis, 1995), interpretando con Moraíto y Parrilla en las guitarras un amplio abanico de estilos con una naturalidad arrolladora. Uno más, tal vez, en la emoción de esa especial canción por bulerías que se convertiría en himno, el ‘Adiós tristeza’, de Nicasio Moreno, que abría el disco Jerez-Xéres-Sherry (NN.MM., 1998), el primero de los dos suyos producidos por Ricardo Pachón. Del segundo, Solo por eso (NN.MM., 2009), quedan bien fijadas en la memoria las líricas composiciones de su querido Fernandito Terremoto.

Pero en ninguna de la media docena de grabaciones de Tomasa en solitario ha podido faltar la jondura de sus soleares, el estilo en el que ella mejor se siente y en el que es reconocida y admirada, junto a las bulerías y, casi siempre, la seguiriya. Por más que en su garganta puede sonar flamenca cualquier cosa, la tradición y la herencia recibida es su medio natural y el componente integral de sus actuaciones. Es justo lo que recoge el Círculo Flamenco de Madrid en su segunda entrega discográfica. Como ya sucediera con el disco de Antonio Reyes y Diego del Morao, que inauguró la serie, se ofrece un recital de cante con un elegido acompañamiento de guitarra y palmas, que se graba en las mejores condiciones y que llega presentado como debe ser: cuidados textos, la buena fotografía de Rufo y, en esta ocasión, la compañía de un DVD que recoge íntegramente el recital del Tablao Flamenco Las Tablas del pasado 7 de julio.

El formato invita a la recreación de los estilos sin prisas, en tandas largas de tercios que revisitan nombres y lugares imprescindibles en cada caso. En los tientos-tangos no falta el recuerdo de Pastora, pero también de El Mellizo o El Gloria, con el acento añadido de La Paquera. En la soleá resuena Alcalá o Manuel Torre, y el cantaor jerezano vuelve en una malagueña que se completa con El Mellizo; El Marrurro y El Loco Mateo están en la seguiriya, que remata con el viejo cabal (“Comparito mío…”) evocando a La Periñaca. Las bulerías, cómo no, son las de la tierra, con el compás vivo y preciso que marcan Chícharo y El Macano. Tan solo en las alegrías se sale del repertorio clásico para rescatar las incluidas en su disco La luna de Tomasa.

La Macanita sigue y respeta los esquemas canónicos en los estilos tradicionales, pero a la vez es una mujer de su tiempo, la representante de un arte en evolución. Como tal, contribuye a mantenerlo vivo y también renovarlo con su personal sello. Pero cuando acomete los tercios con su gitano metal no caben concesiones. Empujada por la fuerza del propio cante, parece que se arrebola para entregarse a arrojados remates en los que se supera en agudos imposibles que transmiten la emoción de las viejas letras.

Con su trabajo junto a la cantaora, el joven guitarrista Manuel Valencia construye todo un manual de guitarra de acompañamiento. Él también se muestra tradicional en eso: arropa el cante, lo ilustra y adorna con sus falsetas y con el soniquete que solo unos pocos tienen la gracia de poseer.

Tomasa La Macanita y Manuel Valencia. 'Directo en el Círculo Flamenco de Madrid’ (CD+DVD). El Flamenco Vive

El Pais Babelia nº1.312 sabado 14 de enero de 2017

COMIENZA EL ESPECTÁCULO

 El nuevo pop-rock nacional, que cumple ahora 10 años, vive momentos de esplendor. Los teclados y las guitarras están afinados; los recitales, contratados; las furgonetas, a punto, y las reservas de hotel, confirmadas. Ha llegado el verano. Quedan por delante más de 90 días de carretera, tres meses de enloquecida actividad durante los cuales la mejor música en directo recorrerá España.

Texto: Javier Pérez de Albéniz Fotografía: Chema Conesa



 LA CONSTANCIA

 Radio Futura lanzó su primer disco en 1980, y se convirtió en grupo pionero de un movimiento musical basado en la diversión. Sus componentes vulgarizaron lo insólito. Se enamoraron de la moda
juvenil. Rompieron tabúes que hablaban de ambigüedad e invitaron a moverse con los bailes de Marte. Una década después, siguen a la cabeza, con la constancia siempre al lado.






EL POP
Ritmos pegadizos y melodías embaucadoras. Duncan Dhu juega con la melancolía y la liviandad; algún recuerdo a épocas doradas y constantes referencias a amores perdidos. Los grupos pop
españoles, hijos de Paraíso y Kaka de Luxe, nietos de los Beatles, se mueven con soltura en un mundo agridulce de colores chillones y sonidos inolvidables.


 EL POP-ROCK

Gabinete Caligari cumple un papel importante. Es el puente que une dos músicas cercanas y antagónicas a un tiempo. El pop-rock nacional ha asimilado sin traumas sonidos negros y blancos, suaves y rasposos, limpios y turbios, tristes y alegres. Los músicos confían a su suerte a la visceralidad de unos sentimientos eternos. Pura pasión.

 EL  "ROCK AND ROLL"
Las guitarras mandan. Siguen las pisadas de los viejos bluesmen y los rockeros más duros. Su música es un compromiso con la pureza, la energía y los esquemas clásicos. Loquillo y sus Trogloditas son magníficos representantes de un movimiento que vive deprisa y sólo confía en la redención que
puede ofrecer una canción de tres minutos. Héroes de cuero buscando la atemporalidad.

 LAS RAÍCES
Respetan las tradiciones y confían en la fusión de sonidos. Escarban en sus raíces buscando sonidos sin adulterar. Para gentes como Quimi Portet y Manolo García (El Último de la Fila), la música carece de fronteras. Todo lo que sale del corazón y del alma está permitido. Voces arrabaleras y profundas guitarras sureñas. Músicas calientes y verdaderas.








Durante el verano del pasado año, Mecano superó una barrera hasta la fecha inaccesible para las bandas españolas de música pop: sobrepasó el millón de ejemplares vendidos de un solo disco con su último elepé, titulado Descanso dominical. Ese mismo verano había pulverizado el récord de asistencia a una gira, reuniendo a más de millón y medio de personas a lo largo de 86 conciertos. Este baile de números confirmó el fin de la crisis discográfica y supuso el asentamiento definitivo de la industria pop en España.

Después de vivir su año más intenso, los tres componentes de Mecano se han tomado unas largas vacaciones. Viven su mejor momento y van a emplear todo 1990 en escribir nuevas canciones y preparar la grabación de su próximo disco. Van a hacer algo impensable hasta la fecha: dejar que pase en blanco un verano, desperdiciar la época soñada por todos los grupos españoles. No hay que olvidar que la mayoría de estas bandas vive de los beneficios obtenidos en la época estival. Con el calor llegan las vacaciones y las fiestas populares; los Ayuntamientos y los empresarios privados preparan sus talonarios para contratar música en directo, la carnaza bailable imprescindible en todo festejo que se precie. En octubre regresa la monotonía al panorama nacional. Flojean los circuitos de actuaciones en las grandes ciudades, mientras que en las pequeñas ni siquiera existen. El terreno queda entonces perfectamente abonado para los sonidos pop-rockeros internacionales, que, aletargados por el calor, regresan desde sus cuarteles generales en el Reino Unido y Estados Unidos. El invierno es suyo.

Julio, agosto y septiembre se han convertido en el escaparate de los grupos españoles de pop-rock para mostrar cómo ha mejorado su música. Una vez superada la resaca de los años sesenta y olvidado el muestrario de cantautores, ye-yes, cantantes ligeros, conjuntos folkeis y flamencos-rock; estalló definitivamente el pop-rock. Una generación que estaba viviendo el final de los setenta con menos de 20 años asimiló sin traumas la breve historia musical de su país y recicló con insaciable voracidad todas las modas y sonidos que llegaban del exterior. El Dúo Dinámico, Los Estudiantes, Los Milos, Los Rockin Boys, Los Bravos, Los Cheyenes, Los Brincos y Los Diablos Negros eran parte de un pasado lejano; Fórmula V, Los Diablos, Los Canarios o Los Módulos intentaron crear una infraestructura de conciertos para la que apenas había público. A finales de los años setenta, una revolución importante en la música an¬glosajona influyó de forma decisiva en las nuevas generaciones españolas. En 1980, el presente se llamaba Kaka de Luxe, Paraíso, Los Bólidos, Zombies, Radio Futura, Ejecutivos Agresivos, Tequila, Mermelada, Los Elegantes, Mamá, Nacha Pop o Los Secretos. Los nombres propios también perdieron fuerza, a excepción de Miguel Ríos, que vivió sus años de mayor gloria a la vez que marcaba el camino a seguir a toda una pléyade de grupos que apenas sabían tocar, pero que suplían sus defectos con una ilusión de hierro. Los cantantes melódicos quedaron arrinconados definitivamente por el ímpetu de Fernando Márquez El Zurdo, Olvido Alaska, Santiago Auserón, Antonio Vega, Bernardo Bonezzi y los hermanos Urquijo.

Durante los años sesenta, en España no se vendían muchos discos, y los veranos no eran demasiado musicales. "Búscate una chica, una chica ye-ye / que tenga mucho ritmo y que cante en inglés", aconsejaban los artistas de la época. Después llegó la canción del verano, una costumbre divertida y sana que las casas de discos intentan mantener por todos los medios. Los recitales escaseaban y, por supuesto, no existía ningún circuito estable donde los grupos pudieran curtirse. La nueva ola española se olvidó de sus antecesores, se rebeló contra la escasez de medios e ideas y tomó como referencia directa la producción musical del Reino Unido. Ahora se están recogiendo los resultados reales de aquel reto suicida.



A finales de 1973 aparece el último número de Mundo Joven, una de las pocas revistas musicales con solera. Un par de años después, el teatro Monumental alberga un festival con los primeros grupos de una música bautizada como rock urbano, y el Mariscal Romero produce un disco recopilatorio titulado Viva el rollo. Eran los días de los sonidos underground, la música de las cavernas de las ciudades que surgía directamente de las alcantarillas. En 1976, Ramoncín se presenta como el Rey del pollo frito en el Ateneo Politécnico de Madrid. Un ángel de cuero que provoca odios furibundos y pasiones viscerales. Quince meses más tarde, Burning publica su primer elepé, titulado Madrid. Durante los años siguientes hicieron su debú discográfico Kaka de Luxe, Paraíso, La Banda Trapera del Río, Mermelada, Mamá, Ejecutivos Agresivos, Zombies, Radio Futura, Nacha Pop, El Aviador Dro y, posteriormente, Alaska y los Pegamoides. Buena culpa dé la febril actividad musical de esos días la tuvieron las emisoras de FM madrileñas y los sellos independientes, pequeñas compañías discográficas que apoyaban a los nuevos grupos con tiradas iniciales de 1.000 ejemplares. Trabajos artesanales con las carpetas pegadas y coloreadas a mano.

Coincidiendo con el comienzo de la década de los ochenta se abre en Madrid la sala Rockola, un rancio local por el que pasan todos los grupos nacionales e internacionales del momento. Surgen nuevas bandas, con nombres tan exóticos como Polansky y el Ardor, Parálisis Permanente, Glutamato Ye-ye o Esplendor Geométrico. Cualquier lugar es bueno para celebrar un recital: en las fiestas organizadas por los colegios mayores universitarios es fácil encontrarse con un pequeño escenario en el que tocan sus primeras canciones Los Nikis o Gabinete Caligari. En 1982, Mecano lanza su primer disco y vende la sorprendente cifra de medio millón de ejemplares.

El resto del proceso seguido por la música pop nacional es la historia de un asentamiento. Se venden más discos; las compañías fonográficas y los grupos que logran superar las crisis que afectan frecuentemente al sector se profesionalizan; los medios de comunicación recogen el fenómeno, y el público, hasta entonces minoritario, se multiplica. Los escandalosos rockeros pasan a formar parte del nuevo panorama cultural español, y algunos ya piensan en exportar esta supuesta moda: Alaska y los Pegamoides lanzan en Latinoamérica el tema Bailando y graban una versión en inglés para el Reino Unido.

Pese a todo, los recitales, principal fuente de ingresos de cualquier grupo de pop-rock, seguían sin funcionar en España. Faltaban profesionales y no existía infraestructura. Lo que ahora parece una caricatura, era la más cruda realidad: un Ayuntamiento contrataba a un grupo para el día grande de las fiestas patronales. El escenario, situado en la plaza principal del pueblo, consistía en un remolque enganchado a un tractor. Los camerinos eran los servicios de la casa del sacristán. El enchufe más cercano estaba en los juzgados, a unos 200 metros del remolque. Los fusibles de la luz saltaban cada 15 minutos, con la consiguiente interrupción. Durante la actuación del grupo, una banda siniestra formada a imagen y semejanza de Siouxie and the Banshees, el público más veterano pedía insistentemente pasodobles. Finalmente, el alcalde había tenido que salir urgentemente de viaje ante la indisposición repentina de un familiar, y como nadie podía pagar a los cantantes, juraban que les enviarían el caché en un talón por correo certificado. Aún están esperando ese cheque.

Poco a poco, las cosas han cambiado. Los grupos españoles de primera fila aún no llevan cocinero propio en las giras, como hacen las figuras internacionales, pero sí exigen mejoras continuas en sus condiciones de trabajo. "Cuando estás actuando, los veranos son muy largos y duros, y la única forma de que todo salga bien es con una planificación previa total", dicen Manolo García y Quimi Portet, El Último de la Fila. Para los próximos meses tienen firmadas más de 40 galas, "en las que queremos ofrecer calidad a un público que paga por vernos". "Si el escenario es pequeño, el sonido malo y las luces no se ven, les estamos engañando. La profesionalidad es muy importante a la hora de ofrecer un espectáculo de calidad". Manolo, como le sucede a Coque Ronaldo, tiene una especial fobia a los aviones. Esta mama hace que algunos grupos punteros mantengan la tradicional furgoneta como primer medio de transporte.

Loquillo y Los Trogloditas van a dar este verano 50 recitales. El rockero catalán está a favor de las actuaciones multitudinarias, "porque es la forma de ofrecer grandes espectáculos". "No estoy en absoluto de acuerdo con la gente que dice que la verdad del rock está en los pequeños locales", asegura, "puesto que las grandes estrellas de verdad, las auténticas, son capaces de ofrecer toda su fuerza y calidad, de forma creíble, ante decenas de miles de espectadores. No es un problema de números y sí de calidad artística". Pasado el ajetreo de la carretera, descansarán, e inmediatamente después, vuelta al trabajo, viajando en este caso a unos estudios canadienses para grabar su nuevo disco.

El trío madrileño Gabinete Caligari también tiene un verano caliente, con casi 50 conciertos previstos. Va a actuar una noche en León y las cuatro siguiente en Segovia, Cáceres, Alicante y Santa Cruz de Tenerife. "Es un trabajo como otro cualquiera", dicen, "y si no sabes organizarte muy bien, te saturas con facilidad. Posiblemente lo más importante es que las relaciones internas entre los miembros del grupo sean buenas. Así puedes aguantar los mil problemas que surgen". "Afortunadamente, el nivel de los organizadores ha subido en proporción al de los grupos", afirma Ferni, bajista de Gabinete Caligari, "y podemos trabajar con algunas garantías y, sobre todo, con la vista puesta en el futuro. De esa forma puedes invertir en un equipo potente de sonido y luces, y garantizar año tras año una mejora progresiva del espectáculo".

"Pero tampoco hay que ser demasiado optimistas", continúan, "puesto que los grupos que tenemos nivel suficiente como para escoger cuándo y con quién actuamos somos una minoría. Lo realmente importante para que el rock español se estabilice es que sigan saliendo bandas jóvenes, y la única manera de que eso suceda es fomentando las actuaciones en pequeños locales. Si eso no funciona, estamos perdidos, y dentro de unos años pagaremos las consecuencias con una larga época de sequía".

Duncan Dhu lleva un plan de actuaciones que puede parecer muy anárquico. Compaginan decenas de conciertos en España con escapadas a América, donde su último trabajo, Autobiografía, ha sido editado por el sello Sire. Para Mikel y Diego, lo importante es saber aprovechar el tiempo libre. Para ello nada mejor que escapar, y siempre que tienen alguna fecha libre es fácil encontrarles en su San Sebastián natal. "Es importante mantener el contacto con la realidad", dicen, "y lo mejor para eso es poder recluirte en tu cuartel general particular, un lugar que no tiene por qué estar aislado, en el que te sientes rodeado de amigos y objetos y paisajes familiares".

La banda de los hermanos Auserón, Radio Futura, está formada por ilustres e incombustibles veteranos. Se les puede considerar, retirado Mecano todo este año, como los auténticos reyes de la música española en vivo. Editaron su primer disco en mayo de 1980 y desde entonces no han dejado de evolucionar. Han vivido los tiempos más cutres de Rockola y el esplendor de los grandes pabellones cubiertos. El verano es suyo.

El Pais Semanal año 1990


domingo, 15 de enero de 2017

El “brit-pop” se trasviste


Podrán tener muchos defectos, pero las figuras del pop británico siempre han poseído una virtud de la que nunca han andado sobradas la mayoría de las estrellas del resto del mundo: el sentido del humor. Gracias a este don, cuatro grupos punteros del brit-pop se dejaron el sentido del ridículo en sus casas y accedieron gustosos a disfrazarse de sus ídolos, a petición del semanario musical británico NME.

Blur eligió homenajear la portada de un disco glorioso, el Paraller lines de Blondie. Capitaneada por Debbie Harry, inventora de una nueva imagen para el pop (la del putón intelectual), la banda neoyorquina puso sexo a la new wave norteamericana a finales de los setenta.
Damon Albarn no se pudo resistir a emular a Debbie, pero acabó revelando que como drag queen vale más bien poco.


Su novia, la cantante de Elastica, Justine Frischman, también le dio al transformismo (¿existe alguna pareja con los papeles más cambiados que esta?), y se disfrazó de Richard Gere en Pretty woman, tal y como aparecía en la portada de la banda sonora. El papel de cenicienta de la prostitución, interpretado en el cine por Julia Roberts, correspondió al batería del grupo, Justin Welch.




La transfiguración de Jarvis Cocker fue más previsible. El líder de Pulp comparte características esenciales con su alter ego fotográfico, Elvis Costello. Ambos han escrito ácidas letras que retratan la casi siempre mísera vida del vulgo británico. Ambos han convertido sus enormes gafotas en su más identificable seña de identidad. Eso sí, hay que alabar el buen gusto de Cocker al elegir uno de los mejores álbumes de Costello y de la década de los setenta, This year´s model.

Por último, el cantante de Suede, Brett Anderson, se convirtió por un día en Sid Vicious, bajista de Sex Pistols y santo mártir del punk. La imagen corresponde a una escena de la película El gran timo del rock and roll en la que Sid dispara al público de un teatro tras interpretar My way. Anderson ha reconocido siempre a los Pistols como una de sus grandes influencias, e incluso llegó a afirmar que su elepé Never mind the bollocks era “el mejor álbum del mundo”. Texto: M.L.I.

El Pais de las Tentaciones jueves 27/viernes 28 de marzo de 1997



sábado, 14 de enero de 2017

Galería de impostores



MiquiSSIEL. “Creo que en la música pop española, aparte del Black is Black, lo más importante que pasó es esto, lo de Eurovisión”. Así de tajante se muestra Miqui Puig, líder de Los Sencillos y hombre carismático donde los haya, a la hora de justificar su elección de personaje para estas páginas. Y añade con una sonrisa: “Además, lo de travestirse era lo máximo”. No le preocupa en absoluto lo que la gente pueda decir al verle de esta guisa, con larga melena, boquita  pintada y enseñando cachaza. “Me apetecía vestirme de mujer. No me dan ni pizca de miedo las interpretaciones de los demás sobre mi sexualidad. Como lo tengo tan claro… Cada cual es libre de ponerse lo que quiera sin que eso tenga que llevar a catalogarle de una forma u otra. Yo no voy por la calle vestido de Massiel, pero para una ocasión como ésta, divertida, me apetecía lo de hacer de mujer”.

Eso era lo más interesante de la propuesta para Miqui: su parte lúdica. No quedó defraudado. La sesión de fotos fue tan divertida como uno se puede imaginar viendo el resultado. “El fotógrafo me ayudó mucho. Estuvimos haciendo poses de top model. Lo que me dejó más sorprendido fue la confección del vestido porque lo hicieron allí mismo, clavado del original, pero de mi talla claro”.
Aunque él no puede acordarse de cómo fue el triunfo de Massiel (ella ganó en 1969), cuando Miqui sólo tenía un año de vida), no tuvo que volver a ver la actuación de la cantante para repetir tan fielmente sus inconfundibles gestos. “Massiel cantando el La,la,la es una de esas imágenes que todo el mundo tiene grabadas en blanco y negro en la memoria , como la de Arias Navarro dando la noticia de la muerte de Franco o las del Hombre y la Tierra. Texto: Marta Nieto


KISSller Barbies. Hace dos años, cuatro Barbies disfrazadas y maquilladas como los integrantes del grupo Kiss aparecieron en la carátula del primer disco de la entonces desconocida banda Killer Barbies, en referencia al primer álbum que parafrasea el Dressed to kill de Kiss. Así que no resulta nada rara. Que, siendo cuatro, los vigueses decidieran impostar al mítico grupo neoyorquino.
“No dudamos en elegir a Kiss. Es el grupo que sigue teniendo la imagen más fantástica y macabra del rock”. Para la sesión de fotos, se fueron de tiendas en busca del vestuario. “Cuando pedíamos las plataformas más altas pensaban que éramos bakalaeros”. Pero no los estrafalarios atuendos  ni los vómitos de sangre de Gene Simmons son lo que reivindican de Kiss. “Lo que nos gusta son las canciones”, continúa Billy. “Fue de los primeros grupos que escuché en mi vida. Y todavía conservo sus discos, en vinilo, por supuesto. De todos, Alive, es mi favorito”. Sin embargo, Billy reconoce que, musicalmente, no hay ninguna relación entre ellos”. “Podemos parecernos en muchas otras cosas. Creo que lo más importante es que Kiss no trataba de hacer literatura, sus canciones eran sencillas, muy teenager. Y nuestras letras van por esa línea: nada trascendentales, porque no se trata de aleccionar”. Texto: Claudia Larraguibel


Javy Kravitz. Javier Álvarez es, oficialmente, un cantautor. Por eso, lo lógico hubiera sido disfrazarse de Serrat o de Silvio Rodríguez. Pero Álvarez no es de los que se dejan enjaular en clichés, y por eso se eligió a un músico mulato y psicodélico con pinta de haber salido del túnel del tiempo: Lenny Kravitz. “Pensé en James Taylor, Carly Simon o Tanita Tikaram. Pero la portada del Mama said era que menos se podía esperar de mi, lo más desparramo que se me ocurrió”. Javier se declara fan absoluto del norteamericano, y en concreto del disco cuya carpeta ha querido rendir homenaje: “Mama said es un disco que me vuelve loco. Kravitz es un excelente autor de canciones y un grandísimo músico, productor y arreglista”.

Muchos acusan a Kravitz de se un mero plagiario de héroes de los sesenta como Jimi Hendrix y John Lennon. Álvarez le defiende: “No es para nada un imitador. Su música bebe de diferentes fuentes, pero tiene un tono absolutamente especial y único”. ¿Existe algún parecido ente dos personajes tan alejados en apariencia como Álvarez y Kravitz? “Aunque nunca he leído una entrevista suya, creo que es bastante melómano. En mi música también se nota que he escuchado bastantes cosas distintas”. Texto: Mikel López Iturriaga




The SINIESTROS.  “Los Beatles eran unos auténticos cretinos”, asegura el cantante de Siniestro Total, Julián Hernández. “El otro día vi un reportaje sobre el grupo y me parecieron patéticos. Nosotros no somos ni de ellos ni de los Rolling, somos de los Kinks”. Entonces, ¿Por qué se prestaron a posar de Álbum blanco de los Beatles? “Al fin y al cabo es su mejor disco. También lo escogimos porque todo el mundo imita la portada de Sgt. Pepper`s o la de Abbey Road, y ninguno se ha atrevido todavía con este”. Los miembros de Siniestro Total, que el próximo 7 de abril publicaran un disco en directo con versiones de clásicos del pop español, quizá tenían en el subconsciente algunas historias negras que se cuentan de este álbum. Como que Charles Manson se llenaba de adrenalina escuchando la canción Helter Skelter, o como que durante la grabación de este disco se fracturo la estabilidad del grupo. Paul, Ringo y George estaban hartos de ver a la compañera de Lennon en el estudio. Ya lo dijeron unos amigos de Siniestro, Def Con Dos:”La culpa de todo la tiene Yoko Ono”. Texto: Carlos Marcos

El Pais de las Tentaciones jueves 27/viernes 28 de marzo de 1997



Haciendo su trabajo

 Antonio Muñoz Molina 02/08/2008




Charles Simic me contó que una vez, cuando era muy joven, una noche de finales de los años cincuenta, se atrevió a acercarse a Thelonious Monk en la barra del club Five Spots para decirle cuánto lo admiraba. Era una noche entre semana y el club estaba bastante vacío. Para los aficionados de ahora, educados en los discos y en los libros, en el romanticismo de las fotografías en blanco y negro, el Five Spots es un remoto lugar de leyenda. Para el hombre muy joven que vivía pobremente en Nueva York y tenía aún recuerdos muy cercanos de la guerra y del miedo en Europa, el jazz había sido, escuchado en la radio en Belgrado, la promesa de un mundo más jovial, mucho más amplio, menos hostil a la vida. Iba a los clubes y por el precio escaso de una cerveza que podía marear entre las manos hasta que se le quedaba caliente escuchaba a aquellos músicos prodigiosos cuya singularidad verdadera casi nadie advertía, porque la daban por supuesta, y porque eran muchos y tocaban en sitios que sólo la distancia del porvenir ha ennoblecido: clubes angostos, llenos de humo y de ruido, regentados por gánsteres, marcados por un grosero racismo. Una vez, a Miles Davis, que acababa de estrenar un traje nuevo, le dieron una paliza que lo dejó sin conocimiento unos policías a los que les había parecido sospechoso o provocador que un negro anduviera tan bien vestido.
En el Five Spots, con su cerveza mustia en la mano, Charles Simic escuchaba y veía hechizado a Thelonious Monk Jimmy Cobb roza los platillos como si dibujara una acuarela. No hay ni rastro de exhibicionismo, nada que sugiera que ese hombre es un maestro
En el Five Spots, con su cerveza mustia en la mano, Charles Simic escuchaba y veía hechizado a Thelonious Monk. Era muy joven, dice, agradecía las cosas pero ahora comprende que no les daba la importancia que merecían. Después de un aplauso anémico que resonaba más tristemente en la sala medio vacía, Monk, oscilando con su volumen y sus andares de plantígrado, con un sombrero estrambótico en la cabeza, se acercó a la barra en la que sólo estaba Charles Simic y se sentó en el taburete contiguo al suyo.

Simic tenía la timidez del fervor y de los veinte años. Escribía versos y se pasaba las noches leyendo, pero los músicos de jazz le parecían mucho más atractivos que los escritores. Thelonious Monk estaba inclinado montañosamente sobre la barra muy cerca de él, solo, bebiendo en silencio. Simic se armó de valor, tragó saliva y se acercó un poco más, diciendo el nombre, "Mr. Monk", tal vez en una voz demasiado baja para que Monk lo oyera, tan sumergido en ese mundo de niebla del que no salía nunca del todo, y en el que pasó recluido los últimos diez años de su vida. Por fin se volvió despacio, mirando al hombre mucho más joven con sus grandes ojos lentos y bovinos. Lo siguió mirando así, sin variar la expresión, sin hacer ni un gesto, sin parpadear, mientras Simic hablaba, mientras le decía cuánto había disfrutado el concierto, cuánta admiración sentía por él. Amedrentado, tal vez dominado por el sentimiento juvenil de ridículo, se quedó sin saber qué más decir. Monk seguía mirándolo, como se observa una rareza. En ningún momento despegó los labios. El hombre joven sonrió como pudo, apuró su cerveza ya caliente, pagó y se marchó del club.

Hará unos veinte años, en el club Clamores de Madrid, yo me atreví a acercarme a Johnny Griffin al final de una actuación imborrable. Sonrió, todavía exhausto, con sus ojos achinados, el saxo tenor colgando del cuello; me estrechó la mano con gratitud y dijo, con la incomodidad con que ciertas personas pudorosas reciben los elogios: "Es mi trabajo". Ayer, escuchando la radio, me enteré de que Johnny Griffin acababa de morir, a los 80 años, y me acordé de su figura menuda y de la fiera energía con que tocaba el saxo aquella noche en Madrid, la misma que hay en tantos de sus discos, que raramente aparecen entre los más celebrados del jazz, pero en los que brilla siempre la inspiración y la entereza de un músico que se pasó la vida trabajando en un oficio tan hermoso como sacrificado. A finales de los años cincuenta tocaba en el cuarteto de Thelonious Monk: es posible que Charles Simic lo escuchara en el Five Spots y no se acordara de él. Su cabeza pequeña y sonriente aparece en esa foto colectiva que tomó Art Kane delante de un edificio de Harlem en 1958 y en la que puede verse, sin la menor duda, la mayor concentración de talento musical del siglo pasado.

No recuerdo ahora si estará en esa foto otro de los más tenaces trabajadores del jazz, el batería Jimmy Cobb, que entonces era sólo un año más joven que Johnny Griffin, y que estaba a punto de participar en la grabación de Kind of Blue, uno de esos pocos discos que por más que se escuchen siempre quedan por encima de su propia leyenda. Cómo no va a tener algo de mitológico un tiempo en el que Miles Davis, John Coltrane, Cannoball Adderley, Wynton Kelly, Paul Chambers, Bill Evans, se juntaban para grabar en la misma sesión. De todos ellos, sólo Jimmy Cobb está vivo.

En la barra del club Smoke, uno de estos días finales de julio, lo veo tomando una cerveza. Jimmy Cobb, que está en la gran historia de la música, ha tocado esta noche no como una estrella, sino acompañando a un pianista muy joven, Dan Nimmer, que tiene apenas 26 años, y a un contrabajista que también podría ser su nieto, John Webber. Dan Nimmer viene de la escuela del pianismo suntuoso de Art Tatum, pero también sabe ser rápido y seco, con esa cercanía lacónica a los blues que hay siempre en Duke Ellington y Count Basie. Con su traje y su corbata, a pesar de la noche de julio, con sus gafas de concha, Dan Nimmel tiene algo de ese empollón apasionado que esconde un alma de gamberro. Cincuenta y tantos años mayor que él, ancho y fornido, con una cara saludable, con una camisa azul y una gorra que le dan aspecto de cartero, Jimmy Cobb roza los platillos como si dibujara una acuarela, haciéndolo todo resonancia, y da unos golpes breves en el filo de los tambores o en los mástiles metálicos que se enredan en una especie de telegrafía con las notas sueltas del piano y la pulsación del contrabajo: igual podría golpear delicadamente con las baquetas la columna de hierro que hay junto a la batería o los ladrillos de la pared. No hay ni rastro de exhibicionismo, ni pirotecnias de percusión, nada que sugiera que ese hombre es un maestro. Al terminar toma algo en la barra cerca de mí, con los otros músicos, relajado y sonriente, con el alivio de quien ha hecho bien su trabajo, y yo no me atrevo a felicitarlo.

Músicos que para nosotros ahora son parte de una historia tan gloriosa como inaccesible, cuyos discos coleccionamos como reliquias y acerca de los cuales leemos en los libros, tocaban hace treinta o cuarenta años en los clubes de Nueva York sin que nadie les hiciera demasiado caso, en una época en la que el jazz había perdido el favor de la moda. -

 El País -Suplemento Babelia


lunes, 9 de enero de 2017

Un recorrido por U2

 Todo comenzó en las clases de Colin Mount Temple School, en Dublin...Mejor dicho, todo comenzó en The Rotunda Hospital (foto 1), Parnell Sq. West, aquí nació Paul Hewson, alias Bono Vox, el 10 de mayo de 1960. La fachada de la clinica ha sido renovada.

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Clases de música
Todo comenzó en las clases de Colin Mount Temple School... Colin Mackenzie (foto 2) y su colega Dr. Albert H. Bradshaw fueron los profesores de música de los miembros del grupo U2. -Larry (por Larry Muller, el batería) me pidió a mí y a otros profesores consejo, pues quería formar un grupo. Le aconsejé que pusiera una nota en el tablón de anuncios de la escuela. Luego, ya se sabe que en 1978 él logra formar el grupo


2

- Les dejábamos ensayar aquí en el salón de clases, en esta esquina; hemos cambiado el pupitre de sitio, antes las clases las daba desde allí. Mackenzie fue también profesor particular de Adam (por Adam Clayton, el bajo del grupo) de teoría musical.

- Se debe entender que esta escuela era muy especial. Aqui se daba la ocasión para que cuatro chicos de distintos barrios y situación social se pudieran encontrar, cosa que era muy poco común en una escuela irlandesa de entonces. "De este tipo de encuentros siempre se produce algo bueno", afirma Colin.

-En el ambiente de creatividad que había aquí, pudieron desarrollarse. En las escuelas estaban representadas unas 17 o 18 religiones entre los 750 alumnos, y esto creaba un foro cultural muy rico. Además se les dedicaba mucho tiempo a las materias de carácter creativo.

- Un día se realizó un concurso de talentos en la escuela cuando se celebraba un acto para padres. Fue el primer concierto de U2, aquí en el patio de la escuela.

-Cuando comenzaron a tocar, los otros jóvenes se pusieron enloquecidos, salvajes. Fueron todo un éxito desde el principio.

El por qué de un nombre
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Bonavox (en Earl Street), una tienda de venta de productos de audiología (foto 3), inspiró a Bono en la elección de su nombre de artista. La tienda estaba antes en la calle Talbrert.

El pinchadiscos
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Dave Fanning (foto 4) es pinchadiscos en la radio irlandesa RTE. En 1977 transmitía en una estación pirata un programa de rock cinco veces a la semana. Uno de los demos que salió al aire en este programa fue el de U2. En una ocasión, los oyentes debían votar una canción para que fuese grabada en un disco sencillo.

- Estuvimos emitiendo canciones durante cinco noches y los oyentes votaron Out of Control para la cara A, y para la cara B, Stories of Boys y Boy/Girl. Los 1.000 ejemplares que se editaron se vendieron en un abrir y cerrar de ojos. En 1980, Dave comenzó a trabajar para Radio 2 en RTE y el primer grupo que tocó en directo en su programa fue U2.

Todavía se encuentran de vez en cuando. Dave va a algunos de los conciertos, a veces es él quien presenta al grupo y es él quien tiene las primicias cuando U2 va a dar una entrevista o a lanzar alguna noticia sobre el grupo.

Dave siempre ha escuchado los discos de U2 cuando todavía no son más que maquetas.

-Adam me dejó escuchar Rattle and Hum en un coche en Los Angeles, Zooropa lo escuché en la casa de Edge (por Dave The Edge Evans, guitarra) y Pop en la casa de Bono. Él tiene la costumbre un poco irritante de cantar en alto mientras escucha la música. Cuando han hecho una maqueta, Bono está metidísimo en las nuevas canciones.

-Ahora le toca a Larry presentarme el próximo disco, dice Dave en tono de broma. Encuentro fantástico que hallan logrado mantenerse en la cima tanto tiempo; ni siquiera el mejor grupo del mundo, los Beatles, lo lograron.

El hermano de Bono



Dirigiendo el restaurante Tosca (20 Suffolk St.) está Norman Hewson (foto 5) y es el hermano de nada menos que Paul Hewson, alias Bono. Norman mantiene una relación estrecha con Bono y el grupo, acostumbra a seguir las giras y ver algunos conciertos.Pero ya no sale de marcha con ellos. Él cuenta que todos los famosos que pasan por la ciudad paran a comer en Tosca: Ted Kennedy, David Bowie, Bob Dylan y Garth Brooks son algunos de los que han pasado por allí.

¿Es el puro mérito de tener un hermano famoso?
-En parte, quizá, no es digamos una desventaja.Pero la verdad es que, desde que abrí el restaurante, éste ha sido un lugar que despierta interés. Aquí antes había sólo algunos bares cutres, Tosca es un restaurante bien diseñado y minimalista.

¿Cuando reconociste que tu hermano tenía talento?
-Fue cuando él cantó en mi boda. El grupo con el que tocaba no era bueno, pero cuando Bono cogió el micrófono y se puso a cantar Johnny B. Good, todos se pusieron a bailar y él demostró un total dominio del escenario. Para ese entonces, Bono tenía sólo 16 años.

Un hotel de lujo
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The Clarence Hotel (foto 6). Bono y The Edge son socios propietarios de este hotel de lujo en Wellington Quay.


El bar de las grabaciones 

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The Dockers (City Quay, foto 7) es un bar vecino a la oficina de los agentes de U2.
-Todavía vienen por aquí de vez en cuando- cuenta el barman Mitch, que les ha servido unas cuantas cervezas a Bono, Adam, The Edge y Larry en las pausas de las sesiones de grabación en el estudio.

Peregrinación a los estudios



Windmill Lane Studios (foto 8). Estudio donde suelen grabar Bono y su banda. El lugar es sagrado para los seguidores del grupo, que viajan desde todos los sitios para pintar un saludo en las paredes. Los italianos son verdaderos amantes de U2. Un empleado del estudio ha tenido que salir a dispersar a un grupo de italianos que bloqueaba el tráfico en el estrecho callejón frente al local. Texto: Thomas Johansson/ Álvaro Susena

 El Pais de las Tentaciones 11 de Agosto de 1997