THE STOOGES "FUN HOUSE" 1970 ELEKTRA
Sólo por dar ideas a quienes vinieron después, Iggy Pop ya se merece algún tipo de Olimpo. Pues, aunque a día de hoy resulta imposible cuantificar su Influencia en el estallido punk británico, nadie puede negar que The Stooges cambiaren el rumbo del rock. Surgieron en plena resaca acida y, aunque levantaron una mínima parte de la expectación que rindió el hippismo, su carrera hay que considerarla como un extraño germen de virulencia brotado en el entorno industrial de Detroit mientras en California los militantes del pacifismo apenas empezaban a sacudirse la empanada mental.
Un individuo delgado, nervioso, problemático, obsesionado con los trances de Jim Morrison, lidera The Stooges. Con su rock mínimal, directo y bronco, han grabado un primer disco, "The Stooges"'(1969), que expulsa al exterior un cúmulo de sexo chungo y mal rollo sin sutilezas ni medias tintas. Prodigio de explicitud, en él es palpable una agresividad inédita en el rock. Porque, hasta 1970, el rock era tenido como una actividad peligrosa, sí, un descarriamiento temporal que tentaba al universitario medio estadounidense, tan ávido de rebeldía pasajera. Un pasatiempo bucólico, un entretenimiento hormonal, si quieren.
Pero a partir de Iggy, el rock cambia de estatus. Ahora puede llevarte directamente-sin requerir el paso previo por la lujuria o una alucinación de colores- a la destrucción. Basta con rememorar los shows de The Stooges para testimoniar que ni arte ni chufas, lo que primaba era ia visceralidad. En la cumbre de su histrionismo, Iggy lo mismo se vomitaba encima que recogía cualquier insulto del público y se lanzaba sobre él a que le partieran la cara. Igual que se sajaba el pecho con un cuchillo, se sacaba el miembro para restregarlo por los amplificadores. Y siempre empachado de pastillas, de heroína o de alcohol, siempre dejando a su neurosis arrasar cualquier atisbo de serenidad emocional.
"Fun House", igual que su sucesor-el terrible "Raw Power" (1973), acreditado a Iggy And The Stooges-, atestigua a las claras el infierno personal de Iggy, así como la adicción a la heroína del grupo. El disco es un magma de energía, un tratado ruidista que, más que configurar una propuesta expresiva, buscaba sacudirse de encima todo el cúmulo de mala sangre. Comienza arisco y rasposo con "Down On The Street", pero contenido dentro de lo que cabe. Vano espejismo porque en "Loose"ya irrumpen todos los Instrumentos en disonancia: el recitado de Iggy, por momentos sexual, por momentos rabioso, pero siempre exagerado; ese bajo intimidatorio creando tensión en primer plano a cargo de Dave Alexander; la batería hábil y enérgica de Scott Asheton; y el aguijón de las seis cuerdas de Ron Asheton -pieza fundamental en el sonido de la banda-, que tan pronto reiteraba sus calambrazos esquemáticos con inmediatez como se desataba en largos solos, sangrantes y alucinatorios. En "TV. Eye"'son evidentes los desgarradores aullidos de Iggy, así como la confusión general, que precisa de una coda para terminar de expandirse: "Dirt", la canción más dinámica del disco.
Sólo queda la traca final: "1970", que los Sex Pistols debieron de examinar antes de propasarse con la Reina Madre; el reverso funk desalmado, pleno de saxofones y gruñidos que es "Fun House"; y, finalmente, "LA. Blues", apocalipsis ruidista que hiela la sangre. Ni que decir que la carrera del grupo fue breve. Tras "Raw Power", a Iggy lo destrozaron las adicciones y la depresión, y tardó varios años en renacer; Dave Alexander acabó en la tumba; y los Asheton escaparon hastiados de tanta locura.
¿Para qué entra uno a un restaurante? Para que le sirvan una buena chuleta. ¿Y para qué se escucha un disco de rock? Pues para empaparse de sudor, de brutalidad, de energía. Para sentir el palpito mismo del peligro por el mero placer de sentirse vivo. Aunque sólo sea en el rock, la autodestrucción es eso.
ROBERTO VALENCIA
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