sábado, 19 de noviembre de 2011

NEW YORK DOLLS "NEW YORK DOLLS" 1973 MERCURY



Como ocurre con toda banda que se adelanta a su tiempo, el mundo no estaba preparado para recibir a New York Dolls cuando éstos decidieron cambiar las alcantarillas neoyorquinas por los escenarios a finales de 1971. Frente al peligroso crecimiento del AOR y de las perniciosas erupciones sinfónicas, Johnny Thunders, Billy Murcia, David Johansen, Arthur Kane y Rick Rivets (sustituido en 1972 por Sylvain Sylvain) optaron por ofrecer su propia visión de cómo debería sonar el rock tras una noche de lujuria con todos los excesos posibles. Y si hay un disco que pueda resumir en menos de cuarenta minutos el espíritu vicioso, barriobajero, sudoroso y patibulario de la música negra, ése es "New York Dolls", obra que, de tan visionaria, llevó a sus creadores a la separación tras un segundo álbum de título profético: "Too Much Too Soon" (1974). Demasiado pronto. Demasiado bueno.
Tras la muerte por sobredosis del batería Billy Murcia en noviembre de 1972 (reemplazado por Jerry Nolan poco antes de grabar este álbum), New York Dolls convirtieron su debut en el megáfono de una generación que no tendría voz hasta años más tarde. Crisis de personalidad, crónicas suburbanas, coqueteo con las drogas, alto voltaje sexual, zapatos de plataforma de saldo, pantalones de cuero de desecho... Las muñecas neoyorquinas quisieron ser una versión arrabalera del glam y eliminaron cualquier resquicio de glamour para embadurnar el rhythm'n'blues más primitivo de mugre callejera y convertirse en una de las bandas más influyentes de los últimos treinta años.
Ni siquiera la discutible calidad de la producción —obra y gracia de un miope Todd Rundgren— consiguió restar impacto a una obra capital que rehace el voltaje sexual de The Rolling Stones y lo reviste de una urgencia prácticamente inédita ("Personality Crisis'), al tiempo que le roba hasta el último segundo de aire a los airados guitarrazos de The Stooges ("Vietnamese Baby').
Por si fuera poco, las manos de Thunders tienen tiempo para inventar los primeros acordes punk ("Trash", "Frankenstein') e imaginar cómo será el hard rock ("Bad Girl", "Prívate World') con una colección de riffs cargados de energía primigenia y rabia descontrolada.
Suele decirse que New York Dolls parecían una banda callejera que había cambiado las armas por los instrumentos, pero, más que eso, fueron los primeros que prostituyeron la música hasta dejarla sin aliento. Y su primer trabajo, una obra capital donde confluyen todos los excesos imaginables del rock. DAVID
MORÁN


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