miércoles, 4 de enero de 2012

Madonna “The Immaculate Collection” 1990 Sire





Dijo David Bowie, refiriéndose a Prince, que los ochenta fueron suyos. En efecto, los susodichos fueron de Prince, pero el título de propiedad sería arriesgado afirmar que le es exclusivo. Como mínimo, Madonna puede reclamar lo que, en justicia, también es suyo: ser quintaesencia del pop de masas en una década en que el pop no sólo llegaba a sus legítimos destinatarios (el sustrato popular, la comunidad adolescente, las amas de casa… todos), sino que además se preparaba pacientemente en un laboratorio para que cada elemento estuviera perfectamente combinado, encajado en la receta infalible que tenía que conseguir el objetivo último: llegar al top 10, adherirse el estribillo al cerebro, vender millones de discos. El single ideal preparado con probeta. Ésa era la tarea del productor, del diseñador de sonidos, y Madonna simbolizó ser la cobaya perfecta (aunque siempre tuvo la sartén por el mango y era ella la que guiaba los movimientos de monstruos como John “Jellybean” Benitez o Shep Pettibone) en una era de experimentos con el mainstream.


“The Immaculate Colletion”, su muestrario de singles, es una abrumadora demostración de vanguardia democrática plagada de referencias a los estilos más punzantes de cada pequeño cambio histórico en los ochenta, del post-disco al electro y a los albores de la ciberdelia en “Justify my love”; ala vez que, por sistema, arrasaba en la FMs. Y ésa es la trascendencia de Madonna: demostrar cómo coger las riendas de una carrera y no negar la supremacía del dólar, mientras se crea un sonido con el ánimo de perdurar y trascender (“Like a virgin”, “Into the groove”, o incluso la hoy tan reivindicada “Holiday”); un sonido erótico, herético (“Like a prayer”,; o como mínimo el videoclip), desbordante, kitsch y cumplidor en los mínimos requisitos (el estribillo de “Material girl” es para la historia). La retrospectiva perfecta de una mujer que ha alcanzado la categoría de mito, que nadie se tire de los pelos, cultural.


Javier Blánquez

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