miércoles, 4 de enero de 2012

El filón de la Metro



Las bandas sonoras de los sesenta son una influencia creciente en el pop actual. La Metro edita ahora algunas de sus más preciadas joyas, a cargo de compositores como John Barry o Burt Bacharach.
La Metro inauguró los sesenta con un gran desastre comercial, el de Rebelión a bordo (1962), pero supo enmendar la plana con una serie de cintas a veces iconoclastas, cuando no sencillamente memorables. Los discos que ahora ven la luz no sólo recuperan músicas casi imposibles de encontrar, sino que las enriquecen con reproducciones de los carteles originales y secuencias de la película en CD-Rom.
Las revividas partituras de la Metro permiten descubrir dos de los primeros trabajos del neoyorquino John Barry, compositor habitual en la serie de James Bond y responsable de scores tan populares como los de Memorias de África o Bailando con lobos. En la presente colección despunta la música chispeante de The knack…and how to get it, desmayado himno juvenil de Richard Lester.
Otro autor que también repite presencia en la serie es otro hijo de la ciudad de los rascacielos, Elmer Bernstein, al que se puede escuchar en su doble faceta: la de épica y grandiosa, de fastuosas orquestaciones, está representada con The great escape (La gran evasión), mientras que el silbo alegre y ligero del western irrumpe en The return of the magnificent seven. Entre los compositores clásicos también encuentra hueco Ernest Gold, gracias a su trabajo para la delirante comedia de Stanley Kramer It´s a mad, mad, mad, mad world; o Michael Legrand, que se llevó un Oscar con la canción central de The Thomas Crown affair.
Pero quizá lo más pintoresco que se descubre en estas reediciones corresponde a las cintas de mayor valor iconográfico para el mundo del pop. Ahí está, por ejemplo (Here we go round), The mulberry bush, el casi olvidado paréntesis cinematográfico de un Steve Winwood que en 1968 se encontraba en pleno estado de gracia negroide con Traffic. O el delirio surrealista de Frank Zappa, que escribió y dirigió en 1971 un filme desmadrado, 200 motels, que en lo musical se traduce en un doble álbum tan oscuro y sugestivo como cabía sospechar de su autor. O In the heat of the night, el bautismo aventurero del sagaz inspector Tibb (Sidney Poitier), traducido al pentagrama por el entonces jovencísimo Quincy Jones.
No cabe duda de que el león de la Metro sabía bien con quién compartir registros musicales. El mismo Poitier supo del talento de Duke Ellington en Paris blues. Y ni siquiera Burt Bacharach se sustrajo a la tentación del celuloide: tres años antes de cantarle a la lluvia (Raindrops keep falling on my head) ya había rubricado una banda sonora para Vittorio de Sica, After the fox.
Fernando Neira
El Pais de las Tentaciones 21 de agosto de 1998

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