miércoles, 20 de marzo de 2024

Green Day, el segundo advenimiento

La vuelta del mítico grupo de los noventa con un álbum notable como Saviors es la punta de lanza del regreso del punk pop a escala global.

Por Xavi Sancho

De izquierda a derecha, el batería Tré Cool, el cantante y guitarrista Billie Joe Armstrong y el bajista Mike Dirnt, miembros de Green Day, en una imagen promocional. Emmie America (Warner Music)

El pop se ha convertido en algo que se rige mayormente por sensaciones, como el tenis. Si crees que lo vas a lograr y si haces creer -o tu sello y tu campaña de marketing logran hacer creer- que lo vas a lograr, seguramente lo logres. El talento, la técnica y la inspiración son secundarios de la capacidad para fabricar un escenario favorable. Durante las semanas previas al lanzamiento de Saviors, el disco número 14 de Green Day, la maquinaria alrededor de uno de los más longevos y exitosos combos de punk pop estadounidenses ha lanzado mensajes anunciando una vuelta al espíritu punk de sus primeros años al inicio de la década de los noventa y al compromiso político que marcó su segundo advenimiento en 2004 con el imperial éxito de su disco anti-Bush, American Idiot.

En el caso de que apelar a la nostalgia y prometer un retorno a una era feliz no fuera suficiente, durante semanas se nos ha vuelto a recordar que el sonido, la actitud e incluso la estética (si esto último existe) de Green Day están muy de moda. Si tienes más o menos 30 años, lo sabes porque escuchas a Olivia Rodrigo, Willow, Yungblud o Machine Gun Kelly. Si tienes más de 30, porque en algún momento del último par de años eres susceptible de haber visto en directo a Blin-182, Sum 41 o Simple Plan. Curiosamente, si tienes los mismos años que los miembros de Green Day, es muy probable que no te hayas enterado de todo esto. Instaurada la sensación de que este disco va a ser un éxito, el álbum, lanzado el 19 de enero y producido por el mítico Ron Carvallo, obviamente, lo está siendo.

Saviors arranca con la canción más Green Day que Green Day tal vez haya escrito nunca. "The American Dream Is Killing Me" es un compendio perfecto del sonido de aquel Dookie de 1994 con el que se convirtieron en superestrellas y de la política que definió American Idiot. Es un temazo. Si esta fuese aún aquella banda que actuó en una casa ocupada de Vila-real ante 150 personas o en el centro cívico La Báscula de Barcelona ante 50 en los años previos a firmar por un sello grande, los otros 14 cortes que componen el álbum hubiesen sido ligeras variaciones de este y el resultado hubiera sido absolutamente contracultural, casi situacionista. Magnífico y punk. Pero Green Day es una banda demasiado mayores (los tres ya cincuentones) como para entregar un álbum solo con perdigones acelerados como "Look Ma, No Brains", melodías juguetonas como la de la estupenda "Livin´in the 20´s" o melancolía punk de primera división como la que marca "Coma City". Nadie pasa de hacer giras por el circuito europeo de casas ocupadas a salir en la MTV solo con eso, ni siquiera en aquellos lejanos e idealizados años noventa. Así, el disco debe entregar su requerida dosis de rock de estadio, baladas de mechero y medios tiempos de melodía prestada. En fin, todo ese tacticismo que tan buenos réditos les ha dado siempre que se han olvidado de aquella lejana ambición suya de tener su London Calling o, en su defecto, su Sandinista.

Cuenta la leyenda que todo sucedió en apenas tres semanas de 1994. Una noche estaban tocando en el Garatge Club de Barcelona y, en un pispás, se encontraban presentando su candidatura a superventas en el escenario de Woodstock. Aquel fue un año extraño, acaso el último en el que han coincidido tantas y tan opuestas subculturas musicales en pleno apogeo. El grunge de Soundgarden y Peral Jam, el britpop de Oasis o Blur, el trip hop de Massive Attack y Portishead o piedras fundacionales del hip hop moderno publicadas ese año por Nas o Beastie Boys. Para colmo, en abril fallecía Kurt Cobain. Aunque aparentemente desconectados, todos estos discos y todos estos artistas conformaban un perfecto ecosistema de escenas creadas para complementar las otras o, directamente, como reacción contra ellas. Pero aquella última gran fiesta de las escenas -tribus urbanas para la planta joven de El Corte Inglés- tuvo un invitado inesperado y absolutamente descontextualizado: el punk pop de Green Day.

Con la solitaria ayuda de The Offspring, la versión sitcom de los de Billie Joe Armstrong, debían encontrar un sitio en medio de ese mar de tiburones. Contra todo pronóstico lo lograron, y eso sucedió porque la respuesta a la seriedad y al nihilismo del grunge que llegó en forma de britpop jamás sedujo a las audiencias estadounidenses, ni tampoco a las que habían mamado rock desde la cuna. Entonces, como la necesidad de desengrasar seguía ahí y el público había descubierto que, después de todo, tampoco tenía tantas ganas de morirse bajo la lluvia de Seattle, el punk pop de Green Day pescó en los mares en los que Blur y Oasis naufragaron. Y dominaron el planeta cantando temas sobre odiarse a sí mismo, jajaja, en respuesta a aquello que había arrasado hasta la fecha, que era cantar canciones sobre odiarse a sí mismo, bang bang.

Curiosamente, toda la relevancia que se le busca a Green Day hoy en día no tiene nada que ver con aquello sucedido hace 30 años, sino con el gran advenimiento del punk pop de principios de este siglo, la primera gran catarsis milenial. La era de American Pie, de las bromas homófobas y ese espíritu de instituto que dicen que es el que ha seducido a la generación Z, a quienes la pandemia, robó esos años y que busca ahora recuperarlos, ya sea escuchando a Olivia Rodrigo -la verdadera jefa de todo esto, con quien Green Day han dicho que les gustaría colaborar-, Willow o incluso alguna de las bandas de K-pop como Tomorrow x Together, que se han apuntado a este sonido y esta forma de entender la vida y el ancho de pantalón.

Si bien Blink-182 ha tenido que deconstruirse porque, si la muchachada piensa que Friends era ofensivo, iba a alucinar con las letras de esa gente, las nuevas generaciones de artistas punk pop ya saben que no se hacen bromas sobre pedos, y no porque impliquen banalizar el cambio climático. No se hacen bromas sobre pedos porque, simplemente, no hacen gracia. Un revival no solo es nostalgia, también puede ser corrección.



Green Day

Saviors

Reprise / Warner


El Pais. Babelia nº 1.679. Sábado 27 de enero de 2024


lunes, 18 de marzo de 2024

Kim Gordon, nihilismo de ciencia ficción

Por Laura Fernández

Existe una novela sin la que el nuevo disco de Kim Gordon (Rochester, Nueva York, 70 años) no sería el mismo. El nuevo disco de Kim Gordon, la reina del no wave, la histórica cofundadora del buque insignia del noise, Sonic Youth -junto a su ex, Thurston Moore-, es su segundo álbum en solitario. Su título es The  Collective (Matador/PopStock!). "El título es algo que saqué de esa novela", dice Gordon. El libro es lo nuevo de Jennifer Egan, La casa de caramelo. Una de las poderosas, y oscuras -profundísimas, distorsionantes- canciones del disco se llama así. "No sé, creo que l álbum tiene un rollo de ciencia ficción por esa novela. Aunque no es el único libro que me ha inspirado cosas esta vez. Hay otra, y es una que hacía mucho que quería leer y que por fin leí: El amante, de Marguerite Duras", confiesa.

Kim Gordon, excomponente de Sonic Youth. Danielle Neu

Es una mañana cualquiera de un día de febrero en Los Ángeles. Gordon está en su casa, relajada y en extremo abierta a hablar de todo tipo de cosas. "Me encanta la nueva temporada de True Detective. Jodie Foster es alucinante", dice. Y también: "He visto un montón de buen cine este año. Me encantó Pobres criaturas, pero también Anatomía de una caída, y La zona de interés, y Fallen Leaves. Es curiosísimo lo de Fallen Leaves porque es una comedia romántica, pero es una comedia romántica a la finlandesa, con ese encanto maldito, esa tristeza". La charla tiene lugar por videollamada. En la pared, a su espalda, hay un enorme cartel de la película Made in USA, de Jean-Luc Godard, y un puñado de pequeños cuadros, dispersos, aquí y allá. Luce el sol. ¿Por qué hacía tanto que quería leer El amante? "Por el tiempo que Duras pasó en Vietnam cuando era niña", responde.

"Yo pasé un año en Hong Kong de pequeña. Y ella, Duras, nació en Saigón (el actual Ho Chi Ming). Creció allí y siempre había tenido curiosidad por lo que contaba en El amante. Es una gran novela. La película también es muy buena. Supongo que de alguna forma inspiró parte del álbum, y de manera muy directa una canción, "Three House", relata. El tema en cuestión es una etérea y electrizante evocación, un peso desdibujado, un aullido distorsionado de guitarras metálicas que no acaban de encontrarse. Y una pieza indispensable de un disco que, como dice la artista inglesa Josephine Pryde -buena amiga de Gordon-, suena, por momentos, "radiactivo" -especialmente en "Shelf Warner", pura inquietante calma dub-, parece poner orden al pensamiento invadido del presente.

Un orden que es pura interferencia. O listados de cosas por hacer, o de, simplemente, cosas. Como ocurre en "Bye, Bye", el primer sencillo del disco. El videoclip lo protagoniza su hija, Coco Gordon Moore. Y lo que en él se ve es una huida. A la chica huyendo de casa, y luego entrando en sitios como gasolineras a coger las cosas de las que su madre está hablando -pasta de dientes, un cepillo-, de manera que el video es en sí una especie de cortometraje, o pieza artística. "Bueno, la cineasta (Clara Balzary) es amiga, y me había hablado de una idea para un corto que quería hacer con mi hija, y de repente era perfecta para la canción, así que lo hicimos. Me dijo que la cosa era pensar en alguien que está escapando de una secta, o de su casa. Como estamos en Los Ángeles, le dije, está escapando a la vez de las dos cosas. De su casa, y de la secta de la vida en los suburbios", dice, y se ríe.

Justin Raisen (Lil Yachty, John Cale, Yeah Yeah Yeahs) está otra vez tras los mandos -ya fue el productor de No Home Record, su primer disco en solitario, en 2019-, y suena aquí aún más sólido, y en algún sentido, libre. Hay, por todas partes, dañadas construcciones dub y trap en las que los collages de palabras intuitivos de Gordon brillan, a su muy oscura, opaca, manera. "Supongo que me ha salido un disco un poco nihilista", afirma. También dice que la composición ha sido hasta cierto punto libre. "No voy cargada de libretas componiendo por ahí, ni nada de eso. A veces simplemente las palabras salen de mi boca. Sin más. Otras, hago listas, y las encajo en lo que me sugiere lo que Justin propone. Lo interesante en este álbum es el papel de las guitarras. Les dimos total libertad. Quería que el álbum tuviera ese espíritu. Algo que captase el momento", expone.

Eso pese a que haya en él, como en la novela de Egan, un toque al presente desde un futuro "tan cercano que ya casi está aquí". Un futuro ficticio en el que no sólo estamos siendo dominados por los algoritmos, sino que estamos decidiendo alejarnos de nosotros mismos hasta el punto de vivir las vidas de otros. "De eso trata el libro. Hay una aplicación que te permite entrar en la mente de otros, y tener acceso a sus recuerdos. Lo que te pide a cambio es que subas todos sus recuerdos para que otros puedan usarlos", explica. "El título, The Collective, es también algo que me inspiró la novela. La música es un colectivo del que formar parte", dice. Algo que hoy está domesticándose. "Si eres perezoso sólo vas a escuchar ciertas cosas. Es difícil explicar el concepto punk a los chavales de hoy. No va de cómo vistes, sino de no preocuparse por formar parte del status quo", dice. En ese sentido, valora el papel de Billie Eilish, que está ofreciendo a los más jóvenes "algo distinto".

Kim Gordon podría ser una suerte de exploradora del abismo, un abismo sonoro que busca precisamente eso: romper con cualquier tipo de idea preconcebida, destruir la norma, todas las normas. "Sí, a veces me digo que estamos haciéndola una intervención al mundo", dice. Antes de colgar, habla de feminismo. "I´m a Man", una de las canciones, trata "de todos esos hombres que creen que el feminismo les ha arruinado la vida". "Bromeo con Nancy Reagan y la época en la que los hombres iban de protectores y salvadores, ¡se creían cowboys!", dice, divertida. "Me encanta, porque no ha sido el feminismo el que les ha arruinado nada, ha sido el capitalismo, y no se dan cuenta. Es cómico. Si han perdido su papel porque se han convertido en consumidores, y es así como el capitalismo los necesita: insatisfechos, perdidos".




Kim Gordon

The Colective

Matado/PopStock

El Pais. núm. 1.686. Sábado 16 de marzo de 2024