martes, 13 de diciembre de 2022

Estos chalados y sus locos instrumentos

Del Paleolítico a la electrónica. Wade Matthews recorre la historia de los objetos musicales desde un punto de vista cultural y antropológico además de técnico.

Por Mercedes Cebrián

He aquí un ensayo que nos lleva a plantearnos infinidad de preguntas acerca de los instrumentos musicales: ¿puede un japonés llegar a tocar bien la guitarra flamenca?¿tiene género un instrumento musical? o ¿por qué un pincel no equivale a un clarinete? A todas ellas trata de dar respuesta desde distintas perspectivas el músico e investigador Wade Matthews en las páginas de El instrumento musical. Evolución, gestos y reflexiones.

Por la facilidad con la que despierta curiosidad en los lectores, este ensayo no ha de clasificarse como un estudio dirigido exclusivamente a los melómanos. Este es un libro para quienes se sienten atraídos por los seres humanos, sus inventos y habilidades.

El ensayo repasa los instrumentos musicales desde la época en que eran meros huesos agujereados -hace aproximadamente 40.000 años, según los ejemplares encontrados en la cueva alemana de Hohle Fels- hasta hoy, cuando la electrónica los ha convertido en máquinas generadoras de sonido de toda índole.

Pero, como ya he dejado caer, este no es solo un libro de historia de los instrumentos: es, al mismo tiempo, una observación detallada acerca del vínculo entre las personas y las herramientas con las que accedemos a la música, verbo elegido por Matthews para condensar las funciones de estos objetos musicales, incluyendo en esta categoría la voz humana.

Matthews rastrea tanto en el origen de los instrumentos como en el de la sorprendente variedad de habilidades fisioneurológicas necesarias para hacer música, y para ello nos hace viajar en el tiempo, describiendo una escena muy pertinente: "En la elaboración de una punta de lanza de sílex, el humano neolítico ya empleaba y desarrollaba la coordinación muscular guiada por la escucha. ¿No serán estas las habilidades necesarias para tocar las flautas encontradas, por ejemplo, en Hohle Fels?", se pregunta el autor, si bien descarta que nuestros ancestros desarrollasen estas capacidades solo para fines musicales.

La sección del ensayo titulada "Orígenes I" recorre además los mitos de los orígenes de ciertos instrumentos musicales, como el arpa gaélica irlandesa, que figura hasta en el escudo del país, lo cual nos lleva a debates propios del campo de la etnomusicología y la organología. De hecho, Matthews dialoga -y a veces discute- a lo largo de su libro con dos textos que se ocupan también de los objetos que empleamos para hacer música: el fundacional estudio de Peter Schaeffer titulado Tratado de los objetos musicales (Alianza Música, 2003) y el escrito por Bernard Sève (El instrumento musical. Un estudio filosófico; Acantilado, 2018), centrado principalmente en los instrumentos acústicos occidentales.

El capítulo dedicado al gesto musical contiene refinadas observaciones acerca de todo tipo de intérpretes: los de jazz, los de rock y los de clásica, cuya gestualidad a la hora de abordar el instrumento es característica de lo acotado de su repertorio. El autor distingue entre los gestos operativos, necesarios para hacer sonar el instrumento, y otros tantos de distinto carácter, como los expresivos, que ayudan al público a entender las intenciones de los intérpretes.




Un miembro de Electrónicos Fantásticos!, un grupo artístico japonés que usa instrumentos antiguos y caseros. FRANK ROBICHON (EFE/EPA)

En esta completa sección solamente se echa de menos un análisis de la figura del director de orquesta, cuyos gestos son particularmente llamativos en su interpretación musical. Quizá porque no es posible considerar instrumentistas a quienes dirigen orquestas o coros, estos no figuran en este ensayo, si bien para profundizar en sus movimientos y ademanes escénicos tenemos el libro de Mark Wugglesworth titulado El músico silencioso. Por qué hay que dirigir a la orquesta (Alianza Música, 2021).

Matthews dedica la segunda mitad de su ensayo a los instrumentos digitales. Como ya hizo en la primera parte, no se limita a examinarlos, sino que explora "la evolución de las tecnologías y los conceptos que desembocarían en ellos". Comenzando por el telharmorium, un instrumento de 200 toneladas patentado por Thadeus Cahill en 1897, y siguiendo con los primeros sintetizadores como el RCA Mark II, Matthews va trazando una historia de los instrumentos electrónicos en paralelo a la de su hardware, su software y el concepto sociocultural en el que se desarrollaron.

La evolución de la notación musical en sintonía con la de los instrumentos musicales también tiene su espacio en este libro, especialmente su adaptación al nacimiento de la música electroacústica, donde la idea de instrumento se va haciendo cada vez más difusa. De hecho, en las páginas finales del libro, Matthews llega a preguntarse, en sintonía con el músico Atau Tanaka, si hoy en día el concepto de instrumento musical no será más bien "una metáfora útil que define conceptos creativos para la tecnología, delimita exigentes escenarios de uso y vincula la innovación con la tradición artística".

Cierra el ensayo la figura del disk jockey, ese instrumentista contemporáneo que, con sus gestos y tecnología analógicos, controla una serie de sonidos de origen digital, pero que, en cualquier caso, consigue que los pies se nos vayan al compás de la música igual que lo harían los instrumentistas de la banda de una verbena de pueblo.




El instrumento musical

Wade Matthews

Turner, 2022

448 páginas. 26,83 euros



El Pais. Babelia nº 1.609. Sábado24 de septiembre de 2022