domingo, 29 de enero de 2012

Ben Harper, el trovador arisco





DIEGOA. MANRIQUE

A primera vista, Los Ánge­les presenta una escena musical polarizada: en los extremos, el tatuado rock de peluquería que sigue la estela de Guns 'N' Roses y el torvo gangsta rap que definieron N.W.A. Sin embargo, conviene escarbar: la ciudad que algunos concibieron como reserva de la raza aria aloja mundos menos estruendosos, donde las barreras raciales no son tan insalvables. Del semiclandestino circuito del folk del sur de California han partido The Byrds, Taj Mahal, Ry Cooder, Canned Heat, Wa­rren Zevon, David Lindley, Tim Buckley, Jackson Browne, Bill Withers, Tom Waits..., hasta Beck o Ben Harper, el de la voz doliente y la guitarra punzante.
Harper, nacido en la población californiana de Pomona (28 de octubre de 1969) y crecido en Claremont, a una hora de coche al este de Los Ángeles, seguro comparte con ellos las enseñan­zas de Bob Dylan, Robert John­son o Blind Willie McTell. Pero, por simple cuestión generacional, también ha asimilado como folclor los himnos de redención de Bob Marley o los paisajes psicodélicos de Jimi Hendrix. Y tampoco es ajeno a las máquinas marciales que confeccionan el rap y la música de baile: pocos folk-singers pueden presumir de tener un tema remezclado por los Dust Brothers.
Pero hay músicas que se le resisten. El pasado año fue invi­tado a grabar en Los Ángeles con el Cuarteto Patria en lo que se titularía Sublime ilusión. Pasó una tarde frustrante antes de darse por vencido: "Es que los cubanos tocan diferente cuando te juntas socialmente con ellos. Llegué allí y me pidieron adornar una de esas canciones románti­cas..., ¿cómo se llaman?". Bole­ros, se llaman boleros. "Exacto. Bueno. lo mismo me hubiera ocurrido de haber coincidido con Camarón. Flamenco y blues pueden ser espiritualmente lo mismo. pero se rigen por reglasmuy diferentes. Con Paco de Lucía o Manolo Sanlúcar, bueno, estoy seguro de que podría entenderme". Felizmente, ya ha abandonado aquella idea que le salió del alma la primera vez que vino a España y se topó con el flamenco: "Sí, dije que me apetecería venir a estudiarlo a Granada. Pero soy cabeza de familia, tengo dos hijos y no puedo permitírmelo".
Welcome to the cruel world (1994), el primer disco de Ben Harper con Virgin, se abría con un instrumental plácido, The three of us, donde brillaba su instrumento favorito, la guitarra Weissenborn. Harper se ha ido abriendo a la electricidad en los discos posteriores, Fight for your mind (1995), The will to live (1997) y el reciente Burn to shine(1999), firmado a medias con su grupo, The Innocent Criminals. "Es que ellos definen mi sonido, como cuando los Spiders from Mars acompañaban a David Bowie". ¿Bowie? "Puedo ser un folkie de corazón pero escuché lo mismo que mis compañeros de colegio. Bowie nos gustaba a los que vivíamos al borde del desier­to, y también a Kurt Cobain, que creció en los bosques de Washington. Él terminó cantan­do una balada de Leadbelly, lo que yo tocaba cuando era un crío. La música folk es sencilla­mente la que canta la gente. Como decía Leabelly, 'nunca he oído cantar a un caballo".
Muestra Ben Harper un temor casi paranoico a considerar cual­quier asunto que le relacione con lo que su colega Joni Mitchellllamaba "la maquinaría de hacer estrellas". Más o menos, viene a decir que es lo mismo grabar para Virgin Records que para una compañía independiente, como hizo al iniciar su carrera (Cardas editó su Pleasure and pain). Ah, carrera es una palabra fea en el vocabulario de Harper, como actuación ("yo hago músi­ca sobre el escenario, no actúo") o estilos ("la única música que toco es la de Ben Harper").
Asegura no pertenecer a ninguna tradición musical de Los Ángeles, con la peregrina excusa de que pasa "más tiempo de gira que en mi casa". De hecho, el mismo concepto de tradición es sospechoso: "Copiar una música no es mantener una tradición. Mi única tradición es creer en mi música y vivirla". No tiene modelos profesionales, aunque minutos más tarde expresa admi­ración por Taj Mahal, "hace lo que le apetece, edita dos o tres compactos por año, ¡y cada uno es diferente!". ¿Cómo explica eso de que vende más discos en Europa que en su país? "Me parece que en España no soy un gran vendedor. No sé, yo no cuento los discos que vendo en cada territorio".
¿Territorio? Eso es jerga de la industria musical, pero lo dejare­mos pasar. Probemos con la polí­tica, que es año de elecciones en Estados Unidos: "Cada vez me interesa menos la política. Sólo me preocupa que en las calles no puedas aparcar sin que te pongan una multa, o que por la noche una mujer no pueda cami­nar sola por Los Ángeles. Presu­mimos de ser el país más podero­so del planeta y no somos capa­ces de educar, proteger, alimentar y poner un techo enci­ma de todos los americanos". Ha participado en esos conciertos multitudinarios que exigen la libertad del Tibet, algo franca­mente improbable mientras China sea un arrogante superpo­der: "Sí, no creo que a los chinos les impresione que unos cuantos grupos de rock toquen frente al Dalai Lama. Al mismo tiempo. esos conciertos crean un senti­miento de unidad muy valioso, el mismo que notas entre los que verdaderamente creen en Dios".

El Pais 11 de marzo de 2000

No hay comentarios:

Publicar un comentario