martes, 17 de enero de 2012

ROBERT JOHNSON "THE COMPLETE RECORDINGS" 1990 COLUMBIA





Hasta que aparecieron los primeros recopilatorios de sus grabaciones a principios de los sesenta, Robert Johnson (1911-1938) era una leyenda en el sentido más literario de la palabra. Una especie de mito del que sólo se conocían unos pocos datos gracias a algunos expertos en la tradición del sur profundo, coleccionistas de discos de piedra y bluesmen veteranos, algunos de los cuales, como Muddy Waters, ni siquiera consiguieron verle en acción. Robert Johnson sólo entró cinco veces en un estudio en toda su vida, entre 1936 y 1937. Dejó veintinueve canciones grabadas. Todas ellas, algunas incluso con el añadido de tomas descartadas, se encuentran en "The Complete Recordings", un doble CD que censa la obra del rey de los cantantes de blues del Delta del Mississippi, un hombre que ya había sido leyenda en vida.
En 1938 John Hammond se empeñó en conseguir para su primer concierto de Spirituals To Swing a un músico de Mississippi de quien había oído hablar maravillas. Aquel tipo había puesto en boca de medio Delta una canción titulada "Terraplane Blues", cuya grabaciónhabía vendido más de tres mil copias. Algo inaudito. Hammond se desplazó personalmente al sur para encontrarle a él y a sus discos (los llamados roce records no salían de la región), pero al llegar le informaron de que Johnson había muerto pocas semanas antes. Aquí se acaba lo que pudo haber sido y nunca fue. En 1961, cuando el underground norteamericano recuperó para el rock el blues más enraizado, la aparición del primer volumen de "King Of The Delta Blues Singers"(el segundo se publicó en 1970), que recopilaba dieciséis de los veintinueve temas, fue toda una revelación y Johnson se vio reivindicado incluso en los cómics de Robert Crumb y Gilbert Shelton.
Como ocurre con la mayoría de genios, es imposible disociar la obra de Robert Johnson de su vida. En su caso, llega a ser difícil diferenciar leyenda y biografía. Claro está que cualquier persona en su sano juicio tomará por patrañas la parte del cruce de caminos, donde el joven aspirante a músico se encontró al diablo y le vendió su alma a cambio de un talento asombroso. En su tiempo, de algún modo había que explicar cómo fue posible que un muchacho desgarbado, tímido y bastante torpe con la guitarra hubiese desaparecido de su Hazlehurst natal y regresado hecho una fiera (en más de un sentido) en sólo un año. Robert Johnson desbancó a los maestros que ya se habíanprofesionalizado y a quienes había querido emular para huir de la plantación. Gente como Son House, Willie Brown y Charley Patton, algunos de los cuales se mofaban de él cuando les perseguía tocando la armónica en toda fiesta campestre donde eran contratados.
La verdad sólo se encuentra en las canciones. Nadie podía negar que Robert Johnson poseía cualidades innatas. Y debió de trabajar como un loco durante sus viajes por el sur para darle una agilidad tan felina a esas manos enormes que le permitían tocar acordes rítmicos en las cuerdas bajas y punteos melódicos en las altas al mismo tiempo. Además, golpeaba la caja a modo de percusión. Cuesta creerlo, pero ningún músico del Delta había hecho cosas parecidas antes, y sucesores inmediatos como Elmore James o Jimmy Reed iban a tomar buena nota. Todo en el estilo de Johnson asombraba: la velocidad con el instrumento, su capacidad compositiva tanto musical como literaria y su dominio de la estructura de canción en cualquier género. Era un estilista tremendamente puro y profundo, pero en temas como "Sweet Home Chicago"y "They're Red Hot" queda demostrada su heterogeneidad. Johnson era un músico de fortuna, que un día tocaba en la calle y al siguiente en una boda. Eso le obligó a adaptarse a cualquier petición del pagano.
Y por encima de tanta técnica y erudición, estaba la bestia. Como se espera de todo bluesman genuino, todo indica que Johnson fue un alma torturada que purgaba dolor y pecados a través de su música. Se casó prematuramente, pero su ambición y su espíritu vagabundo le llevaron a abandonar enseguida a su esposa, que murió de parto. Cuando canta sobre su relación con las mujeres ("Come On  In My Kitchen", "Kindhearted Woman Blues') y sobre sus pesadillas infernales —"Hell Hound On My Trail", "Me And The Devil Blues", "Preaching Blues (Up Jumped The Devil"— su voz resulta ciertamente angustiosa. Tal vez creía en su propia leyenda y por eso su vida estaba abocada inevitablemente al desastre. Acabó siendo su pasión por el alcohol y las aventuras de cama, sin importar que fueran ajenas, lo que le llevó al otro mundo. En agosto de 1938, mientras tocaba en un baile, un marido celoso (otra versión habla de una novia despechada) le envenenó la bebida causándole una dolorosa agonía de varios días. Sus biógrafos aseguran que murió en la cama de una pensión de carretera, pero algunos testigos narraron la visión de un Robert Johnson retorciéndose en el suelo de aquel local, con espuma en la boca y jurando que volvería de la tumba. De hecho, hay quien asegura haberle visto en Chicago en los cuarenta, con guitarra eléctrica y banda. En cualquier caso, ¿a quién le importa la verdad? RAMON LLUBIÁ

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