domingo, 11 de agosto de 2013

CHAMPÁN Y ROCK EUROPEO / Un día de 1965 Por Sabino Méndez



EL 15 DE JUNIO de 1965 Bob Dylan entró en los estudios CBS de Nueva York para grabar Like a Rolling Stone. El productor era Tom Wilson, hombre clave junto a Bob Johnston para darle el paso de lo acústico a lo eléctrico. La toma de sonido la hizo Roy Hale. La grabación ya es histórica y en todas las enciclopedias se destaca la guitarra de Michael Bloomfield y el adorno sonoro del órgano Hammond de Al Kooper, musculando el folk de Dylan hasta hacerlo ecuménico e imprescindible.

Esa es la historia más conocida, pero tiene una segunda parte que no se ha difundido tanto. Cuando terminó el trabajo, se quedó el batería Bobby Gregg, un gran sesionero. El técnico Roy Hale tenía una cinta de un tema acústico que un dúo llamado Simón & Garfunkel había grabado con él un año antes, en marzo de 1964. El disco había salido sin pena ni gloria y vendido dos mil copias. Entre Tom Wilson, Roy Hale y Bob Johnston le propusieron al batería que pusiera sus tambores sobre esa grabación para que sonara más pop. Como Michael se había ido, recurrieron a dos músicos de estudio que andaban por ahí: el guitarra Al Gorgoni y el bajista Bob Bushnell. La canción se llamaba The sounds of silence y el resultado fue espectacular; lanzó a Simón & Garfunkel hacia el éxito y es el principio de una carrera de muchos años.

Escuchando atentamente ambos registros, el denominador común luce meridianamente claro: en los dos, la guitarra está grabada de la misma manera, con la misma sonoridad de amplificación y la misma reverberación. El patrón de crescendo que sigue la batería desde el principio hasta el final (para otorgarle épica a la narración folk) es muy similar. En la mezcla de sonido están destacados casi igual. Era un día de trabajo y lo que había servido para uno bien podía funcionar para otros.

Es curioso pensar cómo esos dos temas que cambiaron el tono de la sensibilidad musical de toda una década, triunfando desde esquinas conceptuales diferentes, tienen el mismo corazón sonoro latiendo por debajo. Talentos sin cara, ni siquiera acreditados en muchas ocasiones, como le sucedió al propio Gorgoni en sus contribuciones para las producciones de Phil Spector (Leader of the pack de The Shangri-Las o My boyfriend's back de The Angels) y que también estuvo en el mundialmente famoso l'm a believer de The Monkees. Les debemos mucho a esos músicos anónimos (más de lo que creemos) de nuestros propios sueños e inolvidables emociones. Me inclino ante la pertinencia, para ese momento, de la mesa de mezclas, los micros, los amplificadores y la sonoridad de la sala A del estudio de la Columbia Broadcasting System en la séptima avenida; un equipo humano y un espacio inevitablemente hoy abolidos. Ecos sonoros de un momento concreto de vida humana que nos dan el aire de aquel tiempo. Es lo bueno de los ejercicios de comparatismo musical. Esa primavera de 1965 la temperatura fue agradable en Nueva York. Diecinueve grados centígrados por las noches y un máximo de veinticuatro o veintiséis al mediodía. Los músicos debían andar con el ánimo sonriente y pulsaban los instrumentos con arreglo a ese estado. El estado que luego fue de toda una época.

El Pais Babelia 10.08.13

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