sábado, 24 de agosto de 2013

R.E.M: La banda que cambió todo



DIEGO A. MANRIQUE
En aquellos tiempos, y posiblemente ahora, se necesitaba un rompehielos. Es decir, el grupo que sirva de embajador para todo un movimiento, si ese movimiento pretende salir del underground. R.E.M. fue la cara más seductora del rock alternativo estadounidense, criado al calor del circuito universitario, condenado a los sellos indies y las ventas pequeñas. A no ser que se pactara con el diablo.




R.E.M. demostró que se podía firmar con una multinacional y mantener las exigencias estéticas, los compromisos ideológicos y la coherencia interna. No fue fácil y, de hecho, se fueron dejando jirones: el baterista Bill Berry, el manager original, hasta el más elemental enamoramiento con el espíritu del pop. Dejaron de interpretar en directo una de sus piezas más radiantes, Shinny happy people, por el hecho de que convocaba a un público equivocado, más fiestero que reflexivo.
Pero esa es la naturaleza del juego. Atraes a millones de personas por unos estribillos pegajosos y unos vídeos simpáticos; eso no significa que la mayoría asimile tus observaciones sobre la muerte o los excesos imperiales de tu país (y menos cuando se trata de un cantante/letrista tan resbaladizo como Michael Stipe). Superaron el mismo drama que aceleró la destrucción de su amigo Kurt Cobain: la sensación de que todo es un error, que estás actuando ante tus antiguos enemigos, ante gente que no entiende nada.... y que se revolvería si pillara el mensaje subyacente de disidencia política y libertad sexual.
Finalmente, entraron en el carrusel. El desinterés del gran público, las ventas decrecientes, los discos que inevitablemente eran proclamados como prodigios de resurrección... y no. Elegantes caballeros, supieron cortar antes de caer en el patetismo. A su reputación le espera una travesía del desierto, un periodo de digestión pesada. Un día, cuando se atrevan a —por ejemplo— reeditar los discos que enviaban a su club de fans, con medio centenar de canciones raras y caprichosas, tal vez comience la reevaluación, el nuevo descubrimiento de que R.E.M. era una banda aún más poliédrica de lo que creíamos, siempre dispuesta a bailar sobre la cuerda floja.

Hasta que eso ocurra, resulta tonificante saber que Peter Buck ha vuelto a los orígenes: el chico musiquero que trabajaba en una tienda de discos, que esperaba la llegada del New Musical Express para soñar con músicas inaccesibles, que se sabía parte de una clandestinidad internacional. Ahora toca detrás de sus colegas, prueba con grupos de capricho como Tired Pony, graba y edita discos propios sin grandes presupuestos ni promoción. Vuela por debajo del radar. Bendito sea: se lo puede permitir.

El Pais 17.08.2013

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