jueves, 17 de abril de 2014

El Caso de las Misteriosas Intersecciones

Uh, me preguntó si alguien recuerda aquella serpiente-de-verano que se expresaba con la ecuación Rock = Comics. Primeros años ochenta, cuando Fernando Márquez, El Zurdo, siempre tan sagaz, observaba que en Madrid nos dedicamos a formar grupos de Nueva Ola mientras los chicos listos, los talentos de Barcelona se concentran en la historieta. Un servidor y algunos amigos nos dedicamos a explorar las similitudes (origen, público, actitud) entre ambos medios. Abundaban, además, los casos de doble militancia, los músicos que también dibujaban (Víctor de Coyote, Diego de Duncan Dhu, Carlos Berlanga) o trabajaban en la industria (Joan Navarro) o ejercían de coleccionistas (Ramoncín). Unas coincidencias que, hay que reconocerlo, invitaban a delirar y especular.

Fue divertido mientras duró. Hicimos programas de radio y televisión, disertamos sobre el asunto en remotas semanas-culturales-de-la-juventud, publicamos laboriosos artículos y números especiales. Ante todo esto, la mayoría de los dibujantes nos miraban con misericordiosa benevolencia y las seniles fuerzas vivas del mundo del comic echaban pestes de nuestro intrusismo, ya se sabe como son ellos de paternalistas y maquiavélicos.

El tema murió como mueren todas las pretensiones de establecer complejas analogías: entre la desconfianza por las paradojas y la atracción por las curiosidades. Y yo lo creía enterrado hasta que me llaman de Casset Ediciones y me cuentan lo del álbum dedicado al pop nacional. Poco después, me llega el índice de grupos y dibujantes (impresionante) y fotocopias de alguna aportaciones (¡bien!).

De repente, descubro que tal vez aquellas intuiciones nuestras no eran tan disparatadas. Sin recurrir a las formulaciones utópicas de los antiguos -ut ars musica pictura- aprecio una sensibilidad compartida entre músicos y dibujantes que han coincidido a la hora de sacarse el DNI, que han vivido determinadas angustias, ansias, esperanzas y decepciones colectivas. Que han chocado en las barras de ciertos antros, que igual han luchado (¡mecachis!) por los favores de la misma Reina de la Noche.

Hablo de vivencias pero también de afinidades espirituales, esas lagartijas tan resbaladizas y tan difíciles de retratar. Unas afinidades que no pasan del wishful thinking en el caso de muchos dibujantes de mayor edad que exteriorizan su apreciación del jazz: sus historietas jazzísticas tropiezan con la distancia, con los problemas de ambientación, con la tendencia a la mitificación del artista negro (y la simplificación burda de sus conflictos con el racismo). Son, si se me permite expresarlo bruscamente, voluntariosos ejercicios de aproximación que no contribuyen nada —más bien, todo lo contrario- a la comprensión cabal del arte del jazz y de las circunstancias que rodearon la existencia de sus gigantes.

Volviendo al material que nos ocupa: por lo que he visto, bastantes de los participantes han huido de la tentación de ilustrar celosamente tal o cual letra del grupo X, una esclavitud que puede ser limitadora (ya sabemos que estos gañanes de las guitarras abusan de la rima fácil y de la moraleja ripiosa). En el muestrario de contribuciones que ahora mismo se despliegan alrededor de esta máquina de escribir, aparecen vuelos de la fantasía, alucinaciones de noche en soledad, reflexiones que trascienden el tema en cuestión.

Eso me alegra. No aspiraba a encontrar una síntesis de los dos artes (al estilo de la synchromia que se inventó el pobre Micheli de Luco) pero sí extensiones, divagaciones, circunvalaciones de las cuestiones sugeridas por unos grupos. Es decir, la constatación de las cuestiones sugeridas por unos grupos. Es decir, la constatación de que acordes y viñetas mojan sus plumas en el tintero del Zeitgeist: en manos de sus más lúcidos practicantes, canciones e historietas nos iluminan sobre el tiempo presente y ponen algún orden en el caos descorazonador que nos abruma.

Puestos a buscar pegas (a los críticos nos pagan por esto muñeca) echo en falta la presencia de manos femeninas, aparte de la inigualable Anita Miralles. No sé, sospecho que ellas, las mujeres en general, tienen una relación con la música más desprejuiciada, más epidérmica, más física que la nuestra. Pero esto es una teoría que habrá que desarrollar (y explotar, cómo no) en otra ocasión.
DIEGO A. MANRIQUE
(octubre de 1991)


Prologo para el libro de EDICIONES CASSET, POP ESPAÑOL, año 1991.

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