martes, 26 de abril de 2011

Billie Holiday “Lady in satin” 1958 Columbia





La Billie Holiday de los años cincuenta, a pesar de la fama, no era, ni de lejos, la de los días felices. Su voz había perdido elasticidad, volumen y timbre. Pero mientras sus cualidades vocales desaparecían, crecía su magnetismo, que alcanzaba gigantescas proporciones en “Lady in satin”, el disco más controvertido de su carrera. Para algunos, es un trabajo sin el menor mérito artístico, y disfrutarlo es casi como regocijarse en la miseria de una mujer en declive. Para muchos, es una de las grabaciones más sobrecogedoras jamás oídas.

En “Lady in satin” Billie Holiday quiso un nuevo sonido, de satén, que la ayudara a sacar lo mejor de su maltrecha voz. Fue decisión suya grabar un disco con cuerdas en lugar de una orquesta de jazz por primera vez en su carrera y ella misma eligió al hombre adecuado, un joven y casi desconocido arreglista llamado Ray Ellis. Quiso también que las canciones de “Lady in satin” fuesen todas novedades en su ya amplio repertorio, y eligió un puñado de versiones que jamás había grabado. “For Haeven´s sake” –casualmente escrita por una de las sopranos del coro que participó en el disco, Elise Bretton-, “The end of a love affair” y, sobre todo, “I´m a fool to want you” han hecho crecer la leyenda de Billie Holiday tanto como su célebre “God bless the child”, un canto a la mujer autosuficiente que ella misma escribió muchos años antes pensando en su madre.

Lady Day canta los versos ajenos con tanto dolor como si hubiese vivido cada estrofa en sus propias carnes. Arropada por un fondo de violines, arpas, vientos y voces crepusculares, a años luz del swing, sobre el que cabalgaba en sus mejores años, Lady Day se balancea emborrachada de tristeza –y de alcohol: durante la grabación vació un inocente recipiente de agua y lo rellenó con ginebra-. Poco importa que a los arreglos les falte brío: igual que hacía su ídolo Louis Amstrong cuando cantaba en circunstancias adversas, Billie Holiday no escuchaba la pulsación de la orquesta, sino la que oye en su cabeza. Las sílabas se arrastran con tempo propio, nunca académicas pero cargadas de un inmenso dolor.

Ellis confesó años después que le decepcionó la voz de Holiday durante la grabación, pero que tras volverla a escuchar cayó rendido ante su grandeza, como tantos otros lo harían después. Murió el 17 de julio de 1959, un año y medio después de grabar “Lady in satin”, victima de su adicción a las drogas pero también de los abusos de un mundo que fue demasiado cruel con Lady Day, la más grande voz del jazz.

Roger Roca

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