viernes, 29 de abril de 2011

Bruce Springsteen “Born to run” 1975 Columbia


He visto el futuro del rock´n´roll, y se llama Bruce Springsteen”. Con una sola frase, Jon Landau, periodista de “The Real Paper” y “Rolling Stone” que había hecho sus pinitos como productor (el “Back in the USA” de MC5), catapultó a la antesala de la fama al de Nueva Jersey después de ver un espectacular concierto perteneciente a la gira de su segundo álbum, “The Wild, the Innocent & the E Street Shuffle” (1973), primer paso firme del cantante hacia el estrellato.

No le hizo ningún favor. A imagen y semejanza de los literatos que buscan durante toda su vida escribir la “gran novela americana”, cuando Springsteen se planteó “Born to run” deseaba realizar un disco atemporal, capaz de capturar la auténtica esencia del rock y su reflejo en los sueños y anhelos adolescentes de todo un país. Un proyecto ambicioso para el que se sentía preparado en el momento de afrontar su tercera grabación, pero que resultó bastante más complicado de lo previsto, poniendo de manifiesto los entresijos de la industria del disco norteamericana, donde el artista puede tener voz y voto, pero casi siempre condicionado por las opiniones e interferencias directas de su entorno más cercano.

Y en 1974, en el entorno más cercano del Boss destacaba un nombre por encima de los demás, el de Mike Appel. Había sido su descubridor y productor, apostó por él cuando nadie lo hubiera hecho y logró que Columbia tratara a su protegido como merecía a los inicios de su carrera. Sin embargo, una vez que la maquinaria se había puesto en marcha y las metas a corto plazo comenzaban a adquirir mayores dimensiones, demostró su incapacidad para desenvolverse en un terreno tan resbaladizo como el de la gran industria. El éxito le había pillado por sorpresa. Y entonces empezaron los problemas, que, unidos a la inseguridad del propio Springsteen, iban a afectar directamente a la confección del disco.

A tenor de las expectativas, la presión mediática sobre el cantante era considerable, y sus vacilaciones a medida que el disco se gestaba iban en aumento. Como en anteriores ocasiones, el sonido que lograba sobre el escenario con las nuevas canciones no se veía reflejado después en el estudio de grabación, y las dudas se acrecentaban a medida que pasaba el tiempo. El Boss tenía claro que quería hacer un “gran disco”, pero no sabía cómo. Y Jon Landau, que por aquel entonces ya era un buen amigo, se convirtió también en confesor. Las largas conversaciones entre ambos terminaban invariablemente girando en torno a los problemas con el nuevo LP, y finalmente Springsteen le instó a unirse al equipo de trabajo para ver si con su ayuda eran capaces de sacar adelante el proyecto.

Su contribución fue básica. Propuso cambiar de estudio (se llevó a la banda a Record Plant, en Nueva York) y sugirió un nuevo ingeniero y mezclador, Jimmy Iovine, que ya había trabajado con John Lennon y Phil Spector (precisamente Springsteen había comentado que buscaba crear un muro de sonido similar al del mítico productor de los sesenta). Hasta tal punto el cantante intuyó que Landau era su hombre (su relación se mantiene en la actualidad) que lo elevó a la categoría de coproductor, compartida con él mismo y con Appel. Y aunque una vez acabada la grabación todavía dudaba del contenido e incluso propuso relabrar todo el material en directo, finalmente logró llevar a cabo la máxima con que Landau se unió al proyecto: “Hagamos un disco de rock´n´roll”. Y Springsteen se convirtió, por derecho propio, en una estrella prácticamente de la noche a la mañana.

Además de contener dos de las mejores canciones de toda su carrera (la titular y la magnífica “Thunder road”), “Born to run” sublima la épica sonora de una banda irrepetible (con mención especial para el saxo Clarence Clemons y los teclados de Roy Bittan) y la poderosa lírica de un artista a un paso de convertirse en el working class hero de su época, capaz de traducir a un puñado de versos y acordes el imaginario cultural norteamericano: la calle, las frustraciones adolescentes, el viaje como metáfora, la vida salvaje, la dificultad de crecer, el amor y la pérdida…Un catálogo temático que Springsteen reinventa a ritmo de rock´n´roll, rhythm´n´blues y sudoroso soul.

El público conectó de inmediato con el sentimiento y la sinceridad emocional que despedía el disco, y lo aupó hasta el primer puesto de la lista de éxitos, donde permanecería sin complicaciones gracias a una gira de conciertos en la que la E Street Band fue, durante unos meses, la mejor banda de rock´n´roll del planeta. A partir de entonces, Springsteen se convertiría en un punto de referencia del rock mundial, pero ya nada volvería a ser lo mismo: muy poco después comenzarían los litigios con Appel, y pasarían tres años de silencio discográfico hasta que el optimismo se tornará amarga reflexión en el igualmente sobresaliente “Darkness on the Edge of town”(1978).

Eduardo Guillot

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