sábado, 23 de abril de 2011

CHILI CON ROCK


Santana todavía es referencia obligada para el latino rock. He aquí los grupos de rock chicano que siguieron su estela, cada vez más saqueados por los sampleadores.

Ha habido pocos grupos tan inflamables, tan incendiarios como los primeros Santana, los que nacieron hace más de treinta años. Venían del San Francisco hippyaunque se hacía evidente que no eran clientes de las boutiques y los artesanos del barrio de Haight Ashbury. Pana, cuero negro, jerséis a rayas, apelmazados afros, mostachos, patillas, perillas. Bohemia proletaria lindando con la delincuencia y cierto aire de speed freaks (consumidores de anfetaminas). Algo casi malévolo, una criatura feroz empezaba a tomar forma cuando ellos salían al escenario. Con aspecto famélico, obviamente ansiosos, dispuestos a empaparse, partían de la tradición sanfrascincana de las improvisaciones abiertas, con lenguaje de blues eléctrico y jazz macho sazonado con congas y timbales y otras percusiones antillanas. Lo curioso es que no había caribeños en sus filas: tanto Carlos Santana, mexicano de Jalisco, como José Chepito Areas, nicaragüense de León, crecieron cerca del Pacífico, al igual que sus compañeros gringos. Habían aprendido via discos (Tito Puente, Machito, Eddie Palmieri) o viendo jazzeros de sangre caliente con el húngaro Gabor Szabo, el sueco Cal Tjader o el neoyorquino Willie Bobo. Lo de Santana era, obviamente, el internacionalismo.¡Cómo explosionaban sobre el escenario! El órgano profundo, el contoneo de la percusión, los cantos que sugerían ceremonias primordiales, la insotenible tensión que resolvía Carlos con rayos líquidos de guitarra hiriente. Hasta los colgados asistentes al festival de Woodstock de 1969 se contagiaron de aquel ritual brutal. Y llegaron los éxitos, pegajosas piezas como Jingo, Samba pa´ti, Evil ways, Oye como va, Black magic woman, No one depend on, Everybodu´s everything. Pero, perdona, la fuerza de Santana no se puede medir por sus (copiosas) ventas o por la introducción/aceptación de lo afrocubano en la corriente general del rock y el funk. No, tampoco por su carga ideológica: Carlos no exhibía ni el carisma ni el proyecto redentor de su coetáneo César Chávez, legendario cabecilla de la huelga de jornaleros chicanos en California. Carlos Santana mantenía relaciones ambiguas con sus raíces y, además, pronto se extravió por las rutas del guru Sri Chinmoy. ¡Ah!, pero su ejemplo racial valía más que mil discursos. Un jipiteca no particularmente sexy pero que conmovía al mundo con los orgasmos de su Gibson ululante. Músicoa y discográficas intuyeron el modelo y, cuate, el rock latino eclosionó en toda California.





Debilidades del chicano Malo era una decena de músicos encabezados por el hermano de Carlos, Jorge Santana. Su gran éxito fue Suavecito, soul-chachachá con la penetrante voz de Richar Bean, luego al frente de Sapo. De Sapo salió algún músico luego pescado or Carlos, al igual que ocurrió con Azteca, entre cuyos 15 miembros aparecen muchos conocidos: Neal Schon, posteriormente mono derecha guitarrera de Carlos, el baterista Lenny White y la famila Escovedo, con Coke, Pete y la hija de éste, Sheila E. (luego fichada por Prince, que siempre ha tenido ramalazo santanero, que se lo pregunten a su esposa Mayte).
Azteca venía de Oakland, ciudad más fea y dura que Frisco, al otro lado de la bahía, que también acogió a Tower of Power, multirracial motor defunk-soul de enloquecedora precisión, dirigido por el saxofonista Emilio Castillo; aún hoy, Tower of Power es uno de los grupos de estudio más solicitados por los chicos pálidos que quieren ganar fibra. A su sombra creció Cold Blood, con los músicos Raúl Matute y a Dave Padrón, al servivio de una gringuita con sueños de Janis Joplin. Conviene saber que, en el estado de Californio, el público chicano tiene sus debilidades: adora las baladas de soul agonizante (hay artistas afroamericanos, como Brenton Wood, que aún se ganan la vida complaciendo a los romeos y julietas chicanos). Y también goza con los ritmos bien picantes pero soleados, tocados sin frenesí. Ambas querencias se aprecian en el latino rock que surgió en Los Angeles con la santanitis. Eran veteranos reciclados, como los hermanos Salas, animadores de Tierra. O los gamberros de otro grupo, El Chicano, cuyo tema Viva Tiradotodavía arrasa en las pistas de acid jazz y sigue siendo malinterpretado (realmente no es un himno a la pereza, sino al torero mexicano José Ramón Tirado). Y está el caso chusco de War, afroamericanos con un armonicista denés, populares acompañantes de Eric Burdun y acérrimos celebradores de la cultura chicana, con himnos a los lowriders -conductores de los famosos coches pichicateados a los que se les modifica la suspensión para que puedan bailar, literalmente-, o al 5 de mayo, una fiesta nacional de la madre patria. Así que puede que el movimiento latino de los setenta sonara más soul que rock. De hecho, sus ritmos y percusiones fueron asimilados primero por elfunk y, posteriormente por la disco music. Algunos de los grupos que siguieron la estela de Carlos Santana y su formación, de War a Tierra, continúan actuando y grabando, sin olvidar la eterna popularidad de Santana, ahora pasto de rappers y sampleadores.Es hora de rescatar aquella música que se cocía a fuego lento o que estallaba en cegadores fuegos artificiales. ¡Viva la raza, cabrones! Texto:Diego A. Manrique






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