martes, 26 de abril de 2011

Ella Fitzgerald "Sings the George and Ira Gershwin song book" 1998 Verve



En 1956 Ella Fitzgerald (1917-1996) ya era una joven leyenda del jazz vocal, merced a sus históricas grabaciones en la compañía Decca, donde fue modelando las cualidades y la depurada técnica vocal que hicieron de ella una de las grandes diosas del scat y de la improvisación del siglo XX. A mediados de los años cincuenta, Ella afrontaba, pues, su espléndida madurez, cuando Norman Granz, dueño y fundador de Verve, le ofreció la oportunidad de fichar por la compañía que habría de consagrarla definitivamente.

De repente, la carrera artística y comercial de Ella experimentó un salto cualitativo hacia adelante, apadrinada por el propio Granz, que la había descubierto diez años atrás, convirtiéndola en una de las habituales en los ciclos Jazz at the Philarmonic. Granz planeaba -y pronto acertó a materializar sus deseos- enfrentar a su protegida con las mejores orquestas y los mejores músicos de jazz de la época (Oscar Peterson, Duke Ellington, Louis Armstrong, Stan Getz...), pero antes, de acuerdo con él, la cantante de Newport encargó la tarea colosal de traducir al jazz vocal el legado de los compositores norteamericanos más importantes del siglo XX, la crema de Tin Pan Alley y del swing, desde Irving Berlin y Cole Porter hasta Rodgers & Hart y Harold Arlen pasando por Johnny Mercer, Jerome Kern, Duke Ellington y, por supuesto, los esenciales George e Ira Gershwin. Fue éste un ambicioso encargo proyectado en el tiempo (1956-1964), una obra discontinua - y no siempre bien valorada por los críticos- que goza de una asombrosa unidad formal, y que hoy puede saborearse en toda su grandeza en el monumental cofre de dieciséis cds "The Complete Ella Fitzgerald Songbooks" (1993).

En realidad, Ella ya había probado suerte con el repertorio de los Gershwin grabando en 1950 el álbum "Ella sings Gershwin", a dúo con el pianista Ellis Larkins, quizás uno de sus trabajos más puramente enraizados en el jazz de su etapa en Decca. Pero aquella colección aún pecaba de cierta rigidez, como si la cantante no terminara de encontrarse a gusto defendiendo unas canciones ya consagradas como iconos de la cultura norteamericana, dentro y fuera del jazz. Sin embargo, en 1959, después de haberse fogueado con éxito en otros territorios similares (Cole Porter, Rodgers & Hart, Duke Ellington, Irving Berlin), ya estaba a punto para firmar uno de sus discos mas embriagadores, perfectamente arropada por una orquesta estupenda dirigida por el arreglista Nelson Riddle, otro de los pilares básicos del proyecto.

Así nacieron las cincuenta y cinco piezas del original "Ella Fitzgerald sings the George & Ira Gershwin song book", grabadas en 1959 y publicadas en un estuche de cinco LPs, que repasa con encantadora fluidez los clásicos mayores de los hermanos Gershwin (memorables "I got rhythm", "Fascinatin´rhythm", "Embraceable you", "Slap that bass", "A foggy day", "Someone to watch over me" y "The man I love") y rescata algunas gemas subterraneas, nuevas en la garganta transparente de la Fitzgerald, numeros delicados y resplandecientes como "Just another rhumba", "The half of it, dearie´blues", "Boy wanted" o "You´ve got what gets me" que habían pasado inadvertidos en otras voces, escondidos en un repertorio de añejos éxitos de Hollywood o Broadway.

En 1998 Verve preparo una edición especial del cancionero de George e Ira Gershwin según Ella Fitzgerald, un volumen cuádruple empaquetado en digipack, que realza la iconografía original -esas inquietantes pinturas de Bernard Buffet- y añade dieciocho cortes inéditos, entre tomas alternativas y descartes. Un gesto significativo por la especial singularidad que se concedía a una de las niñas bonitas del mítico catalogo, y que acentúa la inmensa categoría de este trabajo en la historia de la música popular del siglo XX

Luis Lapuente

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