martes, 5 de junio de 2012

NEIL YOUNG "AFTER THE GOLD RUSH" 1970 REPRISE





Nadie puede cuestionarle a Neil Young su puesto de honor en el podio del rock. Lo reseñable del asunto es que el canadiense podría figurar en varias categorías. Por de pronto, en estas tres: rock con raíces, ejecutor acústico e incluso a la cabeza del sector de la independencia rock que linda con el noise y el grunge de finales de los ochenta y principios de los noventa, bien como gurú generacional, bien como militante cualificado. En Neil Young convergen dos

actitudes imprescindibles para conquistar el reconocimiento general: su inconformismo, que le ha llevado a saltar al siguiente estilo en cuanto conseguía dominar el anterior; y su infatigable brega, que le ha posibilitado componer y editar un borbotón de discos sin detenerse a plantear estrategias, coyunturas del mercado o conveniencias económicas.

Por ello, la imagen que hoy tenemos de él es la de un coloso, un portento capaz de mantenerse en activo durante más de tres décadas. agrupando y disgregándose en bandas de apoyo, retemblando y renaciendo cuantas veces ha precisado para reivindicar su privilegiada posición en la música popular. Pero si se examina su biografía, descubrimos las difíciles circunstancias de una vida lastrada por problemas físicos y personales. Éstos desmienten de algún modo la impresión de poderío que ofrecen sus espasmódicos solos de guitarra arropado por las gruesas torres de amplificadores Fender que a punto estuvieron de dejarle sordo durante la gira de "Weld"(1991). Y es que Neil Young ha padecido enfermedades relevantes: la poliomielitis infantil y una epilepsia que le visita intermitentemente. Ambas le han dado ese aspecto de jorobado de Notre-Dame del rock que tanta coherencia guarda con sus arrebatos eléctricos o sus baladas quejumbrosas. Además, Neil sufrió el prematuro abandono de su padre, lo que marcó su infancia. Para rematar, dos de sus hijos, nacidos de diferentes esposas, llegaron al mundo arrastrando importantes deficiencias: Zeke afectado de parálisiscerebral, y Ben de espasmos, paraplejia y mudez. Quizás estos tres apuntes biográficos den alguna pista para ubicar su fuerza creativa. Tras la disolución de Buffalo Springfield, en el tránsito de los sesenta a los setenta Neil Young pujaba en dos proyectos artísticos: su carrera en solitario y Crosby, Stills, Nash & Young, reunión de individualidades del rock californiano que firmó el magnífico "Déjá Vu". publicado apenas unos meses antes que "After The Gold Rush". Aunque lo emparedan otras dos grabaciones notables —"Everybody Knows This Is Nowhere" (1969) y "Harvest"(1972)—, "After The Gold Rush" es el disco más importante de su carrera por su contenido, pero también por anunciar la habilidad del canadiense como francotirador capaz de acertar a varios objetivos. Como lo hace de un solo tiro, es posible asegurar que, exceptuando las incursiones accidentales en géneros ajenos a sus genes—electrónica, rockabilly, AOR...— que protagonizó en épocas de mayor dispersión artística, los ochenta, aquí podemos encontrar una síntesis de su talento. Grabado en una única semana con la contribución de los Crazy Horse, el mítico Jack Nitzsche y Nils Lofgren, éste es un disco variopinto, poblado de bucólicos acordes folk, tiznado de rock, pop y country, pero cuajado de referencias intimistas. Arranca con 'Tell Me Why", reflexivo apunte que prologa la explícita descarga sentimental de "After The Gold Rush" y "Only Cove Can Break Your Heart". Cualquiera de las dos podría ser considerada la mejor balada de Neil Young si no fuera porque "After The Gold Rush" sólo representa uno de sus más de treinta discos oficiales, y porque sólo dos años después "Harvest" ofrece más materia sentimental de primer orden. Pero son baladas imprescindibles. "Southern Man"descubre otra temática de Young: su contestatarismo. Aquí es el racismo sureño el inquirido: "Oí gritos y látigos chasqueando. ¿Hasta cuándo?".

Musicalmente, ofrece la cara arisca de los Crazy Horse, mostrando en estado embrionario al Neil Young que arruga distorsiones y feedback a chorro limpio. La juguetona "Till The Morning Comes", poco más de un minuto, prologa la revisión de un cliché country, "Oh, Lonesome Me"de Don Gibson, que la desastrada aura de vaquero poliomielítico de Young hace emocionante gracias a la armónica y al piano. tan importante en todo el trabajo. Dos nuevas baladas ofrecen a continuación un cuidado trabajo vocal del canadiense, que entona casi en falsete "Don't Let Bring You Down"y se dea arropar por un coro más afectado y solemne en "Birds". La calma vuelve a quebrarse con el arrebato eléctrico de "When You Dance You Can Really Love", al que suceden la última pasión. 'I Believe In You". y la polifonía folk "Cripple Creek Ferry", donde algo tuvo que ver Stephen Stills, también presente en la grabación.

Si bien el canadiense ha firmado más discos que podrían competir con éste en una selección —"Tonight's The Night"(1975), "Zuma"(1975) "Freedom"(1989), "Ragged Glory"(1990)—. desde este pedestal parido al cobijo de su inseparable productor David Briggs se divisa. las principales cumbres de su impresionante carrera. ROBERTO VALENCIA


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