Veinticinco discos de Mani
Un recorrido cosmopolita por algunas versiones de El manisero, la composición de Moisés Simons.
Interpretaron el tema Rita Montaner, Miguelito Valdés y Louis Amstrong, entre otros muchos.
por G. CABRERA INFANTE
Borges en su Historia unversal de la infamia habla de "la deplorable rumba "El manisero". Borges no
sabe de lo que habla. El manisero no es una rumba y mucho menos deplorable. Es la apoteosis del ritmo con una de las bases rítmicas más extraordinarias que ha producido la música cubana. (O la música tout court). Con sólo oír las cinco distintivas notas de su bajo continuo se sabe que se está oyendo la obra maestra de los pregones habaneros. Había tantos pregones entonces como hay versiones de ese pregón que puede ser un son y que a los oídos de Borges y de otros es una rumba, pero que es a la música cubana lo que I Got Rhythm, de George Gershiwn, a la música americana: su célula rítmica es base y fuente de la melodía. Ahora mismo suena en este compacto con la jazz band de Stan Kenton con una dinámica única que la sigue, persigue Pérez Prado en un piano percutante. Es, curiosamente, dos de las variaciones de la antología que ha producido Tumbao Records desde Barcelona, con 25 versiones en que la melodía sufre alteraciones, pero el ritmo es siempre fiel a sí mismo.
La compilación comienza como debía ser con Rita Montaner, la gran intérprete de Lecuona y a la vez de los ritmos más populares. Ella estrenó la canción, el pregón o lo que sea, con la orquesta de Don Aspiazu en 1929. Aspiazu fue el introductor ese año de la música cubana en Estados Unidos, pero ya en 1928 Rita cantaba y bordaba el ritmo de El manisero, base rítmica persistente que se oía como un son o como una rumba, pero era un pregón. Dice el diccionario: "Pregón. Anuncio que se hace de viva voz por la calle". Pero en Cuba es una forma musical que representan Mango mangüé, de. Francisco Fellove (más, más tarde) y este El manisero, de Moisés Simons. Que fue un niño prodigio musical que a los 19 años ya dirigía una orquesta de valses y de arias de zarzuela. Decidió irse de Cuba rumbo a París, meca de su música, donde estrenó dos operetas con más facilidad que éxito.
Quiere la leyenda que estando tomando un café con leche cubano (su bebida favorita), le viene un pregón con la base rítmica que conocemos y la melodía que es la apoteosis de la música popular cubana. Empieza a buscar una letra adecuada y lo propone a Alejo Carpentier, que frecuentaba a músicos y cantantes. Pero Carpentier rechaza la oferta y Simons decide escribir él mismo la letra con una introducción que, como casi toda la música cubana, habla de comida y de sexo: "Si te quieres por el pico divertir". Teniendo en cuenta que pico es el nombre popular del pene, suma y sigue: "Cómprame un cucuruchito de •aní". En muchas partes, maní es el nombre cubano para el cacahuete, pero cucuruchito es una especie de barquillo de papel que sirve de envase a dulces populares. El acierto de Simons es doble, pues encomienda su partitura a Rita Montaner. La Montaner, más conocida como Rita de Cuba, la canta y encanta. Rita, que fue alumna de Lecuona y tenía una voz clara de tiple, es una cantante popular excepcional y se la puede oír en este disco. Pero mejor es verla en una película, El romance del palmar, donde hace de El manisero una doble creación, como cantante y bailando toda llena de insinuaciones, gracia y sentido del ritmo cuando se levanta de una mesa y da un paso o dos que convierte en baile.
no lo volví a ver hasta que Cyd Charisse inició la invitación al baile en el parque en The Band Wagon treinta años después. La melodía la utiliza Don Aspiazu para que la cante Antonio Machín, que la lleva a Madrid.
Mientras tanto, en París, el compositor de genio trata de hacerse un ingenio y se cambia el nombre para Moisés Simons. Poco sospechaba que ese nombre más su aire rubianco le costaría caro. Estaban los nazis en París y su nuevo nombre les sonaba a judío. Citado a una comisaría le costó trabajo a nuestro Moisés Simons demostrar que era cubano y su nombre nuevo era lo que los franceses llaman un nom de plume –o un nombre para el arte–. Tuvo el consulado cubano que embarcarlo para Cuba. Allí, en La Habana, lo vi en el café Senado frente al Capitolio, tomando su desayuno que era el mismo café con leche inspirador. Estaba gordo y con su extraña calvicie, pero rodeado de un aura reverente, deferente de camareros. "Ese que ves ahí", me dijo mi padre, "es el autor del manisero". Murió poco después.La canción por su parte hizo inmortal con un verso a Simons y, como se ve en esta antología, a los que la canten: "Maní, manisero se va". Se va y viene como un ritornello fatal. Es decir, que nos convoca a una cita que no podemos eludir.
La primera versión es, como tenía que ser, de Rita Montaner con la orquesta de La Calle. La siguen el trío Matamoros, cantando al unísono con su arte de siempre. Luego viene Antonio Machín, con Don Aspiazu, popular en España. Pero Louis Armstrong ya en 1930 hacía su versión en scat o romanza sin palabras. El Sexteto Okeh precede, ¡asombro!, a Imperio Argentina con, todavía mayor sorpresa, una orquesta típica cubana –en 1932–. Voy a saltar a Enric Madriguera para ofrecerles el arte de otro catalán, Xavier Cugat. En su versión tiene él un verso cubano: "Tanta lujuria por un medio de maní". Ahora llega Miguelito Valdés, uno de mis cantantes cubanos favoritos. Sobre todo porque tuvo un final glorioso. Cantando en la pista del hotel Bacatá de Bogotá se sintió mal y supo que se moría de un ataque al corazón. Retrocediendo hacia las sombras no hacía más que repetir: "Perdón, mil perdones, perdón" –y no hizo encore–.
Los Lecuona Cuban Boys ya eran famosos como la orquesta cubana mejor. John Kirby es un jazzista conocido, ahora con su sexteto. Stant Kenton, bullicioso y lleno de ritmo, con su gran hit de los años cincuenta, donde Kenton es el maestro de Pérez Prado –que viene inmediatamente después con un mambo en que su piano es el maestro–. Noro Morales es de esa familia de músicos cubanos de Puerto Rico. En esta misma colección aparece Obdulio Morales, que de director musical de Radiocadena Suaritos introdujo a la especialista en música ritual Merceditas Valdés. No falta más que Esy Morales con su mambo agorero para que bailen en Crisscross Ivonne de Carlo y Tony Curtis.
Abelardo Barroso tenía el 'arte de escabullirse: triunfaba en La Habana y desaparecía para volver a aparecer con su voz rajada y guajira como: en La guantanamera para hacer la mejor versión. Jerry Fielding tiene una vibrante versión, mientras que Johnny Pacheco con su flauta y Charlie Palmieri ofrecen una versión de salsa de maní. Chico 0'- Farrill, cubano a pesar de su nombre, es de una maestría orquestal donde El manisero casi se pierde en la estridencia. Bebo Valdés, creador del ritmo batanga, repite su versión de los años cincuenta en el año sesenta. Pepe Delgado y Pete Terrace pueden desaparecer, pero no Charlie Palmieri, portorro de Nueva York y salsoso de maní. Bola de Nieve, al final, ofrece su pianismo y su voz de tiple, cantando todos los versos de El manisero. Es el último maestro.
Como en toda antología siempre falta algo. Falta Duke Ellington, que hizo decir a un crítico de jazz francés que con su versión había inventado la bossa nova treinta años antes. Falta también una juvenil Judy Garland cantándole a Mickey Rooney en una de sus apariciones en la serie Andy Hardy. Pero con lo que hay me formo, me conformo. Moisés Simons, hecho inmortal en la música, debe estar rebosante su ego con esta antología única.
Antología quiere decir flores escogidas. O una flor varias veces repetida. Ésta de ahora es una sola canción. Moisés Simons queda vindicado, revindicado mientras que Borges en El espantoso Lazarus Morell queda reducido a un sólo detractor. El manisero no se va: su solo título ha devenido folclore. La frase popular en Cuba para morirse es cantar El manisero.
G. Cabrera Infante. 1998
El Pais, 7 de noviembre de 1998
Interpretaron el tema Rita Montaner, Miguelito Valdés y Louis Amstrong, entre otros muchos.
por G. CABRERA INFANTE
Moisés Simons compuso "El manisero", que estrenó la cantante Rita Montaner en 1929.
Borges en su Historia unversal de la infamia habla de "la deplorable rumba "El manisero". Borges no
sabe de lo que habla. El manisero no es una rumba y mucho menos deplorable. Es la apoteosis del ritmo con una de las bases rítmicas más extraordinarias que ha producido la música cubana. (O la música tout court). Con sólo oír las cinco distintivas notas de su bajo continuo se sabe que se está oyendo la obra maestra de los pregones habaneros. Había tantos pregones entonces como hay versiones de ese pregón que puede ser un son y que a los oídos de Borges y de otros es una rumba, pero que es a la música cubana lo que I Got Rhythm, de George Gershiwn, a la música americana: su célula rítmica es base y fuente de la melodía. Ahora mismo suena en este compacto con la jazz band de Stan Kenton con una dinámica única que la sigue, persigue Pérez Prado en un piano percutante. Es, curiosamente, dos de las variaciones de la antología que ha producido Tumbao Records desde Barcelona, con 25 versiones en que la melodía sufre alteraciones, pero el ritmo es siempre fiel a sí mismo.
La compilación comienza como debía ser con Rita Montaner, la gran intérprete de Lecuona y a la vez de los ritmos más populares. Ella estrenó la canción, el pregón o lo que sea, con la orquesta de Don Aspiazu en 1929. Aspiazu fue el introductor ese año de la música cubana en Estados Unidos, pero ya en 1928 Rita cantaba y bordaba el ritmo de El manisero, base rítmica persistente que se oía como un son o como una rumba, pero era un pregón. Dice el diccionario: "Pregón. Anuncio que se hace de viva voz por la calle". Pero en Cuba es una forma musical que representan Mango mangüé, de. Francisco Fellove (más, más tarde) y este El manisero, de Moisés Simons. Que fue un niño prodigio musical que a los 19 años ya dirigía una orquesta de valses y de arias de zarzuela. Decidió irse de Cuba rumbo a París, meca de su música, donde estrenó dos operetas con más facilidad que éxito.
Quiere la leyenda que estando tomando un café con leche cubano (su bebida favorita), le viene un pregón con la base rítmica que conocemos y la melodía que es la apoteosis de la música popular cubana. Empieza a buscar una letra adecuada y lo propone a Alejo Carpentier, que frecuentaba a músicos y cantantes. Pero Carpentier rechaza la oferta y Simons decide escribir él mismo la letra con una introducción que, como casi toda la música cubana, habla de comida y de sexo: "Si te quieres por el pico divertir". Teniendo en cuenta que pico es el nombre popular del pene, suma y sigue: "Cómprame un cucuruchito de •aní". En muchas partes, maní es el nombre cubano para el cacahuete, pero cucuruchito es una especie de barquillo de papel que sirve de envase a dulces populares. El acierto de Simons es doble, pues encomienda su partitura a Rita Montaner. La Montaner, más conocida como Rita de Cuba, la canta y encanta. Rita, que fue alumna de Lecuona y tenía una voz clara de tiple, es una cantante popular excepcional y se la puede oír en este disco. Pero mejor es verla en una película, El romance del palmar, donde hace de El manisero una doble creación, como cantante y bailando toda llena de insinuaciones, gracia y sentido del ritmo cuando se levanta de una mesa y da un paso o dos que convierte en baile.
Antonio Machín llevó su versión de "El manisero" a Madrid.
no lo volví a ver hasta que Cyd Charisse inició la invitación al baile en el parque en The Band Wagon treinta años después. La melodía la utiliza Don Aspiazu para que la cante Antonio Machín, que la lleva a Madrid.
Mientras tanto, en París, el compositor de genio trata de hacerse un ingenio y se cambia el nombre para Moisés Simons. Poco sospechaba que ese nombre más su aire rubianco le costaría caro. Estaban los nazis en París y su nuevo nombre les sonaba a judío. Citado a una comisaría le costó trabajo a nuestro Moisés Simons demostrar que era cubano y su nombre nuevo era lo que los franceses llaman un nom de plume –o un nombre para el arte–. Tuvo el consulado cubano que embarcarlo para Cuba. Allí, en La Habana, lo vi en el café Senado frente al Capitolio, tomando su desayuno que era el mismo café con leche inspirador. Estaba gordo y con su extraña calvicie, pero rodeado de un aura reverente, deferente de camareros. "Ese que ves ahí", me dijo mi padre, "es el autor del manisero". Murió poco después.La canción por su parte hizo inmortal con un verso a Simons y, como se ve en esta antología, a los que la canten: "Maní, manisero se va". Se va y viene como un ritornello fatal. Es decir, que nos convoca a una cita que no podemos eludir.
La primera versión es, como tenía que ser, de Rita Montaner con la orquesta de La Calle. La siguen el trío Matamoros, cantando al unísono con su arte de siempre. Luego viene Antonio Machín, con Don Aspiazu, popular en España. Pero Louis Armstrong ya en 1930 hacía su versión en scat o romanza sin palabras. El Sexteto Okeh precede, ¡asombro!, a Imperio Argentina con, todavía mayor sorpresa, una orquesta típica cubana –en 1932–. Voy a saltar a Enric Madriguera para ofrecerles el arte de otro catalán, Xavier Cugat. En su versión tiene él un verso cubano: "Tanta lujuria por un medio de maní". Ahora llega Miguelito Valdés, uno de mis cantantes cubanos favoritos. Sobre todo porque tuvo un final glorioso. Cantando en la pista del hotel Bacatá de Bogotá se sintió mal y supo que se moría de un ataque al corazón. Retrocediendo hacia las sombras no hacía más que repetir: "Perdón, mil perdones, perdón" –y no hizo encore–.
Los Lecuona Cuban Boys ya eran famosos como la orquesta cubana mejor. John Kirby es un jazzista conocido, ahora con su sexteto. Stant Kenton, bullicioso y lleno de ritmo, con su gran hit de los años cincuenta, donde Kenton es el maestro de Pérez Prado –que viene inmediatamente después con un mambo en que su piano es el maestro–. Noro Morales es de esa familia de músicos cubanos de Puerto Rico. En esta misma colección aparece Obdulio Morales, que de director musical de Radiocadena Suaritos introdujo a la especialista en música ritual Merceditas Valdés. No falta más que Esy Morales con su mambo agorero para que bailen en Crisscross Ivonne de Carlo y Tony Curtis.
Abelardo Barroso tenía el 'arte de escabullirse: triunfaba en La Habana y desaparecía para volver a aparecer con su voz rajada y guajira como: en La guantanamera para hacer la mejor versión. Jerry Fielding tiene una vibrante versión, mientras que Johnny Pacheco con su flauta y Charlie Palmieri ofrecen una versión de salsa de maní. Chico 0'- Farrill, cubano a pesar de su nombre, es de una maestría orquestal donde El manisero casi se pierde en la estridencia. Bebo Valdés, creador del ritmo batanga, repite su versión de los años cincuenta en el año sesenta. Pepe Delgado y Pete Terrace pueden desaparecer, pero no Charlie Palmieri, portorro de Nueva York y salsoso de maní. Bola de Nieve, al final, ofrece su pianismo y su voz de tiple, cantando todos los versos de El manisero. Es el último maestro.
Como en toda antología siempre falta algo. Falta Duke Ellington, que hizo decir a un crítico de jazz francés que con su versión había inventado la bossa nova treinta años antes. Falta también una juvenil Judy Garland cantándole a Mickey Rooney en una de sus apariciones en la serie Andy Hardy. Pero con lo que hay me formo, me conformo. Moisés Simons, hecho inmortal en la música, debe estar rebosante su ego con esta antología única.
Antología quiere decir flores escogidas. O una flor varias veces repetida. Ésta de ahora es una sola canción. Moisés Simons queda vindicado, revindicado mientras que Borges en El espantoso Lazarus Morell queda reducido a un sólo detractor. El manisero no se va: su solo título ha devenido folclore. La frase popular en Cuba para morirse es cantar El manisero.
G. Cabrera Infante. 1998
El Pais, 7 de noviembre de 1998
Muy bueno
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