lunes, 29 de octubre de 2012

BIG STAR "SISTER LOVERS" 1978 AURA





Compuesto y grabado entre 1974 y 1975, no editado hasta tres años después y no reconocido en su justo valor hasta entrados los ochenta. Ésa es la trayectoria de un disco maldito, pero maldito de verdad. ¿Su autor? No podía ser otro que Alex Chilton, uno de los artistas que peor relación han tenido con la suerte y que, como Daniel Johnston o Jonathan Richman, suelen tener en propiedad la letra pequeña en la historia del rock norteamericano. Pero Alex Chilton y Big Star fueron muy grandes. Sus dos primeros discos, "#1 Record" (1972) y "Radio City" (1974), acabaron en las cubetas de power pop. "Sister Lovers" tuvo otro destino. "Third", que así también se lo conoce, es uno de esos discos que surgen por circunstancias incomprensibles, se graban en condiciones imprevisibles y se convierten en clásico de culto por su carácter irrepetible. Como "Pet Sounds" (The Beach Boys) y "Berlín" (Lou Reed).

Parece un milagro que "Sister Lovers" haya renacido desde la más absoluta adversidad. Alex Chilton, quien en 1967 había tenido un éxito prematuro a los 16 años con "The Letter" al frente de The Box Tops, cargaba en 1975 con una notable depresión. Stax, el sello que se encargó (quizás guiado por el pasado soul de Chilton) de la edición y distribución de Big Star vía su subsidiaria Ardent, despreció desde el principio su música. Los discos de Big Star apenas estaban en las tiendas. Sólo así puede entenderse que las canciones de "Sister Lovers" suenen como un grito ahogado de alguien que supone que nunca van a escucharse. Una vez grabado, Ardent quiebra y el master pasa de compañía en compañía junto a un listado con el orden original de las canciones. Pasarán tres años hasta que Aura Records, primero, y PVC, después, saquen el disco, cuando de Big Star sólo quedaba el nombre. Fue reeditado varias veces pero con secuencias diferentes; hay ediciones cortas pero acertadas en su listado de canciones (la de PVC de 1985) y completas pero decididamente nefastas (la de Line Records de 1987).

Un maltrecho estado mental, quemado también por el alcohol, había conducido a Chilton a exorcizar sus fantasmas en un disco que, más que una colección de canciones, es un acto de sabotaje contra una industria que se olvidó de él. Como el "Smile" de The Beach Boys, navega al margen de su propia voluntad entre el olvido y la existencia. Por no ser, ni es un disco de Big Star, pues de la banda sólo quedaba el batería Jody Stephens, a quien Chilton redujo sus competencias a lo básico. El bastón de mando se lo dio a Jim Dickinson, quien, cual Phil Spector para causas pobres, ideó una producción barroca de bajo presupuesto, dándole así un aire más trágico a unas canciones ya agónicas.

El sonido decadente absorbió la voz cansada de Chilton. La misma exuberancia que cautivó a Stax en "The Letter" se autodestruye en canciones como "Downs". Por momentos parece que canta mal a conciencia. Otros'temas, como "Thank You Friends"o "Jesus Christ", incomodan por su tono bobo. Textos como "gracias, amigos, porque sin vosotros no sería lo que soy"o la repetición de un estribillo como ''Jesucristo ha nacido hoy"parecen insultos junto a algunas de las fosas abisales de mayor profundidad que ha dado el rock: "Holocausto" y "Kanga Roo". Ante tamañas tragedias, la falta de ambición de Chilton en sus canciones más livianas agudiza el drama de la vida de un hombre que parece haber hecho de la frustración una compañera inevitable, y de la falta de ambición su razón de ser. La hermosa trilogía que componen "Nightime", "BlueMoon" y "Take Care"alumbra como un punto de luz en un pozo sin fondo. Cuando pregunta "¿quieres bailar?''en "Stroke It Noel", todo parece una broma macabra.

El testamento de Big Star, afortunadamente recuperado en CD por Ryko en 1992, es un objeto totalmente destrozado por su tiempo, pero al que algún extraño don te ha colgado la etiqueta de "imborrable".

 César Estabiel

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