jueves, 11 de octubre de 2012

Bobby Womack en hechura digital


El músico, de 68 años, reaparece después de 10 años con The bravest man in the universe, un disco sólido y audaz concebido en complicidad con Richard Russell y Damon Albarn
Por Diego A. Manrique




Bobby Womack considera que ahora, a los 68 años, es mejor cantante. Foto: Jamie-James Medina


GRANDES, GRANDES noticias respecto a Bobby Womack (Cleveland, 1944). La primera, que ha superado un tumor de colon, que resultó benigno. Esa y otras alarmas médicas le han tenido en vilo durante una amarga temporada. Segunda: con 68 años, ha lanzado The bravest man in the universe (Everlasting). Que aparte de ser su primer álbum en más de diez años, se revela como una obra carnosa, audaz, sólida. Algo que no estaba garantizado: uno de los productores implicados es Richard Russell, jefe de XL Recordings, que nos vendió aire con l'm new here, el canto de cisne de un Gil Scott-Heron en fase terminal. Aquí urge marcar las diferencias. A diferencia de Gil, Bobby conserva sus actitudes como maestro de la soul music. Y también su capacidad como cuentacuentos. Prácticamente, no hay que preguntarle nada: el grifo se abre solo. La mención de Janis Joplin, para la que compuso y tocó guitarra, desemboca en una narración detallada de su último día, incluyendo imitaciones de las voces de la tejana, su camello y el productor que intentaba prevenir su recaída en la heroína. Pero ¿pudo Bobby impedir el fatal desenlace? Carcajada: "¿Quién puede ponerse en medio de un yonqui y su próxima dosis? Imposible. Y yo no era el mejor ejemplo". Efectivamente, Womack estaba entre los más voraces osos hormigueros del negocio. Sobrevivió a temporadas en la casa-estudio de Sly Stone en Los Ángeles, donde solía haber más cocaína que alimentos en el frigorífico. "Ah... Sly era un loco genial... pero déjame que te diga que yo estaba allí por mi soberana voluntad. Sabes, el problema para dejar las drogas es que tus compañeros de juergas no lo permiten. Para ellos, es cuestión de honor que sigas colocándote. Pero no me excuso: no fue el diablo quien me perdió". Tampoco Bobby seguía el decálogo de Narcóticos Anónimos. Fue colega de la facción más viciosa de los Rolling Stones, Keith Richards y Ronnie Wood. "Buenos tiempos, sí señor... Mick me miraba mal, como si yo fuera una influencia negativa para sus guitarristas. Vaya, déjame decirte que aquellos cabrones parecían vivir en un supermercado de Pablo Escobar". No exageremos: según la leyenda, era precisamente un fan suyo, un policía llamado Brother John, quien ejercía de proveedor de aquella tropa. "De Brother John no puedo hablar. Ciertamente, no era el único camello en la Policía de Nueva York".
Bobby Womack no es dado a la introspección. Derrama toneladas de historias y, como un predicador veterano, espera que el oyente destile la moraleja adecuada. Resulta imposible extraerle una explicación respecto a su facilidad para trabajar con músicos blancos de rock y pop (Lana del Rey y, sobre todo, Damon Albarn aparecen en su último disco). Estar en el lugar adecuado con la compañía adecuada, parece sugerir, antes de embarcarse en una cadena de anécdotas referentes a los músicos blancos de Memphis y Muscle Shoals, que le acogieron "con respeto y whisky clandestino". El hecho de que Womack empezara a resurgir como vocalista invitado de Gorillaz encaja en una obra cegadora, abundante en acrobacias vocales, que frecuentemente saltaba las murallas estilísticas. Este hombre incluso grabó música country. Tenía especial olfato para las canciones aptas para su repertorio, fueran standards o éxitos del pop: hizo gloriosas lecturas de Fly me to the moon, California dreamin, Close to you o Fire and rain. Parece que entiende que le estoy recriminando esas (astutas) elecciones y desenfunda el sarcasmo: "Todo lo que hacía Elvis estaba copiado de los artistas negros, así que solo estaba cobrándome la deuda". En todo caso, era peor eligiendo compañeras de cama. Descubierto y lanzado por el inmenso Sam Cooke, logró convertirse en uno de los personajes más odiados por la comunidad afroamericana al casarse con su viuda, Barbara, tres meses después de la muerte del gigante. Refunfuña y se abre: "Yo era muy joven, ella estaba desesperada y, Dios me perdone, Sam era un cazador de faldas. Cuando le mataron, estaba con una fulana que sé dedicaba a robar a sus clientes. ¡No le dispararon desfilando con Martin Luther King por Alabama! De alguna manera, yo creía estar tomando el relevo de Sam"; El matrimonio terminó en tragicomedia: ambos tenían sangre caliente y en la familia de Barbara había otras mujeres solas... "Hubo tiros,, pero Barbara no tenía buena puntería".
En Dayglo, el tema que Bobby canta con Lana, se oye la fantasmal voz de Sam Cooke, extraída de un documental, reflexionando sobre lo que la experiencia vital aporta a un artista. Es uno de varios sampleos que se escuchan en El, hombre más valiente en el universo, algo chocante en un vocalista que siempre mostró su rechazo al hip-hop; no aparecen raperos, pero sí dominan las técnicas derivadas de esa música. "¿Qué quieres? Yo llevaba mucho tiempo alejado de los estudios, pero en Gorillaz me quitaron muchos prejuicios. Al final, no importa si detrás suena un ordenador o la Sinfónica de Berlín. Es el cantante quien vende la canción. Ahora mismo, después de tantas tragedias y tantos años perdidos, soy mejor cantante que nunca. Sam tenía razón". •
The bravest man in the universe. Everlasting. bo-bbywomack.com.


El Pais. Babelia. 08.09.2012

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