jueves, 11 de octubre de 2012

Poemas para los oidos


La música popular ha dado maestros que seducen con su poesía cantada. Por Jenaro Talens


Cantante que filosofa o filósofo que canta, como lo definió Diego A. Manrique, Santia­go Auserón fue ya desde sus tiempos como líder de Radio Futura (1980-1992) un letrista original y excéntrico. Frente al carácter a menudo sentimental y literariamente sim­ple de muchas de las composiciones de los grupos de la Transición, siempre apuntó con una constancia y una radicalidad insóli­tas a una escritura que aunase calidad litera­ria y accesibilidad para el gran público. Su reconversión en Juan Perro, a mediados de los noventa, con su búsqueda sistemática de las raíces múltiples de la poesía y la música popular en español no hizo sino ahondar en esos presupuestos. En sus textos resuenan tanto la poesía de cancionero, el romancero o la canción italianizante como estructuras tomadas de los repentistas cubanos. Óigase, si no, su más reciente Río Negro, de 2011. •

Aunque activo desde que grabara su primer single en 1967, la prioridad dada a su voca­ción de escritor y artista plástico, dejando en un segundo lugar lo que, desde los ochen­ta, ha acabado por ser su actividad princi­pal, le permitió no someterse a la lógica de la industria y grabar discos arriesgados, casi siempre con letras propias, pero también musicando textos de Jesús Munárriz o Car­los Edmundo de Ory. Como algunos de los más recientes cantautores hispanos, de Pa­blo Milanés a Silvio Rodríguez, pasando por Joaquín Sabina, es una suerte de trova­dor/notario cuyas composiciones dejan constancia lúcida y desencantada de una realidad cotidiana donde el amor, el sexo o él paso del tiempo constituyen la materia con que se fabrican los sueños. Poeta, es también uno de los mejores letristas de la música popular en español. •



Decía Aaron Copland que; cuando en el fu­turo quisieran conocer el mundo en la se­gunda mitad del siglo XX, escucharían la música de The Beatles, no la suya. Algo pare­cido podría decirse del bardo que mejor ha representado la cara rebelde de la genera­ción de la guerra del Vietnam. Aunque a menudo el icono y el hombre de negocios hayan devorado al artista en las últimas dé­cadas, el magnífico escritor que siempre sus­tentó la labor del cantante se ha mantenido intacto. De las enumeraciones salmódicas beat al simultaneísmo de Ézra Pound, pasan­do por el versículo whilmaniano, la paleta retórica del poeta Bob Dylan aglutina lo me­jor de la escritura poética norteamericana, como lo testimonian Blowin' in the wind, Ballad of Hollis Brown, Desolation Row y tantas decenas de títulos hoy clásicos del repertorio de la canción popular. •

LA FIGURA del cantautor canadiense ha conseguido aunar el prestigio del escritor culto y la devoción de los seguidores del pop. En efecto, es uno de los pocos cantantes que aunan el reconocimiento de la industria (está incluido en los Canadian Music Hall of Fame y Rock'n'Roll Hall of Fame) y el de las instituciones culturales (Premio Príncipe de Asturias). Los temas recurrentes en sus composiciones incluyen la relación amorosa, el sexo, la religión y, aunque nunca de modo explícito, la política, pero sin caer en el confesionalismo ni la banalidad. El origen judío de su formación intelectual deja una huella clara, tanto en los temas (las alusiones a figuras bíblicas se extienden en su carrera) como en el uso del versículo o de melodías litúrgicas. Canciones como Suzanne, Everybody knows o I'm your man son parte del imaginario cultural de generaciones. •




Anarquista, libertario y pacifista en una época convulsa de la historia de su país, el genovés grabó una docena de discos en su vida. Sus canciones buscaban dar voz, con una mirada tan cruda como metafórica­mente elaborada, a marginados, rebeldes o prostitutas, pero no eludía el lirismo del poema en primera persona. Músico culto, era capaz de aunar la influencia de la chanson francesa con las tradiciones de las mú­sicas populares de, las regiones de Italia y del Mediterráneo. Citando a Croce, decía que quien después de los 18 años escribe poesía es un poeta o un cretino, y que no siendo él ni lo uno ni lo otro, había elegido un camino intermedio: cantante. Sus tex­tos, sin embargo, de una aparente sencillez expresiva —a la manera de Jacques Prévert—, han sido recogidos a menudo en antologías escolares de poesía italiana. •



Nacido en Bélgica, se convirtió desde los cincuenta en un referente ineludible de la nueva cultura popular francesa surgida de la II Guerra Mundial. Sus textos son de un rigor formal y una fuerza poética incontesta­bles. En una ocasión comentó que la escu­cha "desatenta" otorgada a la canción lo ha­bía forzado a concebir sus letras en forma de breves poemas narrativos con estructura simple y repetitiva para que pudiesen rete­nerse. Esas constricciones (como para Verlaine les torts de la Rime) constituyen la base de algunas de las canciones más aparentemente sencillas desde el punto de visla lite rario y, sin embargo, más complejas de la música popular contemporánea, como Zangra, Les vieux o Amsterdam. Sus composicio­nes fueron tan influyentes que acabaron so­nando en voces tan dispares como las de Ray Charles, Nina Simone, David Bowie... •

 



Nombrada commandeur de l'Ordre des Arts et des Lettres en 2005, es una cantante, escritora y artista polifacética muy vincu­lada, desde sus espectaculares inicios con Horses, a la vanguardia neoyorquina, de Warhol a Mapplethorpe o Lou Reed, algo que ha atravesado su trabajo desde aquel álbum seminal hasta Banga, aparecido es­te junio, pasando por títulos como Dream of life, Gone again o Peace and noise. Bue­na conocedora de la mejor poesía france­sa y anglosajona, la huella de Rimbaud o Blake (de quien editó y prologó en Vintage Classics el volumen Poems) se suma a la de Ginsberg o Bob Dylan, de cuyo Drifter's escape (del álbum John Wesley Harding) ha grabado este año una versión para Am­nistía Internacional que supera, en mi opi­nión, a la original (Chimes offreedom. The songs of Bob Dylan). •


PROFESOR DE lenguas clásicas en un instituto (trabajo que nunca abandonó), escritor y cantante desde los años sesenta, alcanzó el éxito con la publicación en 1976 de Samarcanda, tras haber compuesto para nombres clave de la música italiana como Ornella Vanoni, Mina o Iva Zanicchi y haber obtenido en 1974 el premio al mejor disco del año con Il re non si diverte. Considerado uno de los más influyentes cantautores de Italia, es un refinado y cuito estilista, lo que le permite a un tiempo triunfar en el Festival de San Remo, reescríbir la historia de Eurídice y Orfeo y citar a los clásicos de la literatura sin perder nunca calidad. Muchas de sus composiciones, de corte autobiográfico, como L'uomo che si gioca il cielo a dadi, dedicada a su padre, o Le mié ragazze, son verdaderos poemas cantados. Su último álbum, de 2011, es Chiamami ancora amore. •


El Pais. Babelia 18.08.12

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