viernes, 13 de mayo de 2011

Stevie Wonder "Innervisions" 1973 Tamla


Stevie Wonder, como Marvin Gaye y Curtis Mayfield, llegó a los años setenta con una amplia experiencia acumulada durante la década anterior y contribuyó a forjar una época de esplendor artístico dificilmente igualable: ni más ni menos que la edad adulta de la música negra con raices en el soul.
Wonder, con nombre real Steveland Judkins, se convirtió en un artista capaz de de administrar sabiamente su genio hasta regalar lo mejor de sí mismo entre 1973 y 1976, un periodo irrepetible no sólo para él. Fue tan apabullante el caudal creativo vertido en esos años que su obra ha de considerarse esencial. Por tanto, se le debería restituir ese papel referencial que merece en la historia de la música popular, pese a que su producción posterior nunca haya estado a la altura de su momento de gloria y a pesar de que su influencia a menudo haya sido recogida por manos equivocadas, o poco hábiles.
"Innervisions" está emparentado cronológicamente entre joyas del calibre de "Music of my mind" (1972) y "Talking Book" (1972) antes, y "Fulfillingness´first finale" (1974) y "Song of the key of life" (1975), después. Pura ambrosía negra que demuestra las enormes proporciones del genio exhibido durante los setenta por el invidente de Saginaw, Michigan, el pequeño gran Stevie que había comenzado su fulgurante carrera musical en la década anterior con sólo 12 añitos gracias a irresistibles hits como "Fingertips" o "Uptight", clasicos del pop-soul de la Motown.
"Innervisions" es una obra cumbre que, efectivamente, explora las visiones interiores (un sentido tan desarrollado por un invidente) del propio artista, pero también la poderosa conciencia social de los negros norteamericanos de los años setenta. Las ilustraciones afro de Efran Wolff para la cubierta del disco (menos lúbricas y excitantes que las de Mati Klarwein para Mikes Davis o Santana, pero sin duda más auténticas) contribuían también lo suyo a crear esa atmósfera de compromiso riguroso con sus raices africanas, que Stevie Wonder enarbolaba como si se tratara de una bandera en esa época.
El funk celestial que inunda los surcos de "Too high" inuagura un disco del que Wonder es responsable casi absoluto. En plan Juan Palomo, "yo me lo guiso, yo me lo como" (una actitud que luego adoptará Prince), Wonder se encarga de componer, producir e interpretar casi al completo todas las canciones del álbum. Sin embargo, las guitarras de David "T" Walker y Dean Jackson son bienvenidas en "Visions", una delicada pieza de soul etéreo y folk donde muestra una visión decididamente utópica de la negritud.
El disco, en general, es fruto del Stevie Wonder de entonces, que se debatía entre el recurso a esas melodías almibaradas que tan bien se le han dado siempre, la inclusión de aportaciones originales e imaginativas y la decidida apuesta por una concepción del funk, totalmente moderna y vanguardista. Y así, junto a las livianas notas de jazz, casi de "Vacaciones en el mar", de "Golden Lady", aparece ese lado más espiritual del soul en "Jesus Childrem of America" o "He´s misstra know-it-all" y no falta una típica balada azucarada como "All in love is fair", convertida ya en un típico estándar norteamericano de piano-bar.
Pero, sobre todo, "Innervisions" incluye tras de las más preciadas perlas del repertorio wonderiano: "Higher ground", la síncopa del funk elevada a los más elevados altares del groove que luego sirvió de patrón para los devaneos rítmicos de Red Hot Chili Peppers; "Don´t you worry ´bout a thing", con esa suave y cadenciosa fragancia latina; y la inconmensurable "Living for the city", una flor inmarchitable que muestra una vez más los pocos prejuicios que tienen los negros a la hora de unir conciencia y sexo. Y todo servido a través de su escalofriante voz de ébano. Puro oro negro.
Luis Lles

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