lunes, 5 de noviembre de 2018

FLAMENCO (AÑO 1996) CANTE (III)

Titiriteros sin red, los cantaores tienen la llave del flamenco. Viven en el aire, son gesto, y su misterio nace de los vaivenes de un talento prestado, ingobernable. En el abismo cabe todo: el cariño de Rancapino, la ciencia de Carmen Linares, la raza de Esperanza Fernández o La Macanita, el sabor de Chano Lobato, el corazón roto de Menese, el reposo de Mercé, el dolor de El Torta o el eco del Potito.



CARMEN LINARES

La enciclopedia del cante
Es la voz femenina más importante del flamenco actual. Carmen Pacheco Rodríguez, de 45 años, empezó a cantar en la puerta de su casa de Linares (Jaén), mientras su padre tocaba la guitarra. La afición se convirtió pronto en pasión. Carmen empezó profesionalmente en la infantería del cante: estuvo diez años trabajando en tablaos madrileños, como una más, y en ese semianonimato aprendió todos los cantes. El camino fue lento, pero sólido. Su último disco, Antología, es una joya que recupera 27 estilos diferentes de cantes de mujer. Carmen, reconocida ya como la cantaora más enciclopédica surgida desde La Niña  de  los  Peines,  posee, además de una hermosa voz, una serena guapura. ¿Qué es eso de que hay que ponerse fea para cantar? Carmen Linares es una mujer que canta en mujer: muy inteligentemente, muy sabrosamente, muy flamencamente. / TEXTO: NURIA BARRIOS

DISCO: 'Antología', Polygram, 1996.


RANCAPINO

¡Vivajapón y Chiclana!
Ahí lo tienen, en la Gran Vía. Imposible cantar mejor y con gesto de más verdad. Alonso Núñez, Rancapino, es el cantaor más en forma del momento. Cada vez que aparece, y lo hace mucho últimamente, arma el taco. A los 50 años, este gitano de Chiclana de la Frontera ha ocupado finalmente su lugar. Primero vivió a la sombra de su primo y amigo José, Camarón de la Isla; después se fue a Japón en busca de yenes con que llenar la buchaca. Ahora, de la mano del intelectual Manuel Arroyo (que ha editado un magnífico disco que rompe 20 años de silencio), del pintor Miquel Barceló (que ha diseñado la portada) y de la guitarra del renacido Paco Cepera, Rancapino ha dejado el círculo de los iniciados para saltar a la arena del éxito. Lo ha hecho desde esa simplicidad compleja que duerme en el cariño a la pureza, el amor al cante con faltas de ortografía, como él dice, y el respeto a maestros como Aurelio, Caracol o el inefable Manolito de María, del que Ranea borda unas bulerías llenas de marcha y anticlericalismo. / TEXTO: MIGUEL MORA

DISCO: 'Rancapino', Turner Records, 1996.




JOSÉ MENESE

El maestro carismatico
José Menese nació en La Puebla de Cazalla (Sevilla) en 1942. No llegó a sufrir la guerra, pero sí aquella posguerra incivil, "con la tocineras ululando pa cá y pa yá", que le marcaría para siempre. En 1962, con veinte años, queriendo ser cantaor, llegó a Madrid de la mano del pintor y poeta Francisco Moreno Galván -autor después de todas las coplas de sus cantes-, y de pronto se vio inmerso en un mundo intelectual que desconocía. Era gente con una filosofía de izquierda, como la que instintivamente lo movía a él, y conectó bien con ellos. Rápidamente fue creciendo su conciencia política, al mismo tiempo que su voz terrible y jonda, que le convertiría en el cantaor más duro, tierno, conmovedor y emblemático de aquellos años de infeliz memoria. Todo ello le dio un carisma especial de maestro que fue ejemplo y referencia insoslayable para una juventud inconformista, carisma que le acompañó ya siempre, hasta hoy mismo. A lo largo de casi una veintena de discos, Menese fue olvidando sus inicios de zapatero y aplicando los conocimientos adquiridos a la vera de sus maestros, Mairena y Talega. Su entrega al cante, su compromiso, han sido de tal envergadura que incluso su enorme corazón se ha resentido. Recuperado ya del golpe cardiaco que lo separó de los escenarios, Menese sigue ahí, respirando y dando el mejor flamenco. TEXTO: ÁNGEL ÁLVAREZ CABALLERO

DISCO: 'Menese en el Albéniz', Phonomusic, 1995.


CHANO LOBATO

Sabio y generoso
Chano Lobato tiene 69 años y padece diabetes, pero cuando está fresco es capaz de hacer, él solo, hora y media del mejor espectáculo flamenco del mundo. Su voz ladina, su humor astuto, sus tablas y su inteligencia enganchan. Es una pequeña enciclopedia de letras y estilos, y no se sabe qué hace mejor, si cantar -puro y a compás, como aprendió de Ignacio Espeleta y Pericón- o contar los chistes más graciosos de Cádiz. Después de pasar 40 años junto a los mejores bailaores (Antonio, Pilar López o Carmen Amaya), Chano decidió dar el salto adelante. Desde entonces ha regalado las letras más bellas y el ritmo más contagioso del flamenco actual. Es el último cantaor sabio, el depositario de un arte de vivir y sentir el flamenco que posiblemente se irá con él. Pero un momento: acaba de grabar su disco. Será el regalo del cantaor más listo y generoso del mundo. /TEXTO: M. M.



ESPERANZA FERNÁNDEZ Y LA MACANITA

Dos gitanas rotundas
Son la cara opuesta de una misma moneda. Esperanza Fernández (arriba) es la finura, la voz de oro, la sensibilidad. Tomasa Guerrero, La Macanita, es la rotundidad, el cuajo, el eco profundo del cante de Jerez. Van por caminos diferentes, pero igual de sugestivos.

Esperanza nació en 1966, en una familia trianera cuyo patriarca es su padre, el cantaor Curro Fernández. Al principio, Esperanza siguió el esquema tradicional del artista gitano: primero, las juergas en casa; después, algún fin de fiesta en las actuaciones familiares; por fin (a los 13 años), el salto en solitario. Pero luego ha seguido nuevos rumbos. Inspirada en su voz bellísima, de registros muy amplios, desde el agudísimo hasta el más grave, ha bebido en el piano de José Miguel Évora y en el flamenco sinfónico y en la guitarra a secas. De esa actitud valiente y poco usual han salido espectáculos bellísimos, llenos de duende, como el titulado A oscuras, una creación basada en textos de poetisas latinoamericanas en la que participó Morente.

La Macanita, mientras, ha elegido el camino de la pureza. Nacida en 1968, Tomasa Guerrero toma el apodo de su padre, al que llamaban El Macano, pero cuando canta desgarrada y purísima se acuerda de su madre. En Jerez está considerada como la gran estrella femenina del cante, y allí todo el mundo sabe. Su voz rota es una de las más flamencas del final de siglo. Cantaora larga y llena de temple y pellizco, La Macanita es heredera directa de La Paquera y La Perla. La soleá, las bulerías de Jerez y las de Cádiz y los villancicos navideños son su gran especialidad. Ha logrado algo tradicionalmente difícil para los artistas jerezanos: triunfar fuera de allí. Le ha costado tiempo -dice que es "vaga como una chaqueta" y que no quiere "ni dólares ni Mercedes"-, pero ha escapado de esa actitud tan particular de Jerez, entre la falta de ambición y la conformidad con el reconocimiento de los suyos. Parte de culpa es de su último disco, Con el alma, en el que le acompañan Moraíto Chico y Parrilla de Jerez.

Esperanza y Tomasa tienen algo en común. Las dos se bailan cuando cantan, y lo hacen con tanta gracia que nadie sabe si han nacido para una cosa o la otra. Lo que sí es seguro es que estas dos gitanas rotundas han llevado el cante de mujer al paraíso. /TEXTO: M. M.

DISCOS: La Macanita: 'Con el alma', Auvidis, 1995.



EL TORTA

Vivir al límite
Genial, y por tanto imprevisible, Juan Moneo, El Torta (Jerez, 1952), es el arquetipo del cantaor de inspiración. No tiene término medio: si conecta con el duende, entusiasma; si no, deja frío al aficionado más caliente. Hermano menor de Manuel Moneo, otro gran cantaor, Juan es contemporáneo de Camarón, y su historia ha corrido en muchas cosas en paralelo a la del rey: gitano rubio, artista intuitivo, de gran tirón y mucha espontaneidad, enorme personalidad y sello absolutamente propio, sus frecuentes escarceos con la marginalidad han estado a punto de acabar con sus facultades y su carrera. La leyenda dice que retó varias veces al de la Isla a cantar frente a frente y que éste nunca aceptó.

Nacido en el mítico barrio de San Miguel, Moneo destaca en los cantes festeros (bulerías, tangos) tanto como en los palos serios (soleas, siguiriyas), que ejecuta siempre al límite de unas fuerzas sorprendentes para sus 50 kilos escasos. Sus letras hablan de desamor, aunque la favorita de sus paisanos es la Bulería de la heroína, una creación doliente y autobiográfica que es menester verle cantar en Jerez: "La de la droga, la de la droga", pide el público en cuanto sale. Y él siempre la canta, entregado, de pie, entre el patetismo y la gloria.

Cuando sale de Jerez, las cosas suelen ser distintas. Si le da el aire, El Torta es muy capaz de decir buenas noches al segundo cante, levantarse de la silla y salir corriendo./TEXTO: M. M.

DISCO: 'Colores morenos'. Aliviáis. 1994.


JOSÉ MERCÉ

El flamenco solitario
José Mercé, número uno en los festivales andaluces desde hace más de una década, tiene su particular manera de vivir el flamenco: lejos de los flamencos. No aguanta las comidillas del artisteo, prefiere platicar de fútbol. Llegó a Madrid con 13 años para grabar un disco de canciones aflamencadas, pero Manuel Ríos Ruiz, el productor, lo lanzó como cantaor. José Soto Soto, José Mercé, nació en Jerez (Cádiz) en 1955. Cantaba en latín en el coro de la basílica de la Merced -de ahí su apodo-, y los curas se enojaban con su afición a los jipíos. Mercé estuvo con Antonio Gades, trabajó en los tablaos, grabó discos, se presentó a concursos, acudió a las peñas y se situó en primera línea. "Yo quiero ser José Mercé", afirma, "y ojalá algún día me acercase un poquito a Camarón". TEXTO: JOSÉ MANUEL GAMBOA

DISCO: 'Desnudando el alma. Fonomusic. 1994.


GINESA ORTEGA Y MAYTE MARTÍN

La escuela catalana
Uno de los signos que saltan a la vista en la actual universalización del flamenco es el notable núcleo que se desarrolla en Cataluña. En él llaman la atención dos voces femeninas: las de Mayte Martín (Barcelona, 1965) y Ginesa Ortega (Francia, 1967). Mayte (arriba) es la mejor voz flamenca de su generación, la más completa cantaora. Lo canta todo, y todo lo canta bien. Cerebral, con la cabeza muy bien puesta, racionaliza extraordinariamente el cante sin perder frescura. Todo lo que ofrece está muy pensado y muy bien hecho, y tiene alma, emoción. En 1987 ganó el Festival Nacional del Cante de las Minas con toda naturalidad. Ginesa, inquietante belleza gitana, catalana porque desde los pocos meses de edad vive en Cornella, es una cantaora con rajo y jondura que se entrega apasionadamente al flamenco, del que ha hecho -según confesión propia- el centro de su vida. TEXTO: Á. Á. C.

DISCOS: Mayte Martín: 'Muy frágil'. On The Rocks, 1994. Ginesa Ortega: 'Suspiro gitano', Horus, 1988.






POTITO, DUQUENDE, POVEDA Y PARRA

Camarón, sin herederos
La prematura desaparición de Camarón de la Isla, el 2 de julio de 1992, sólo dejó huérfanos. El genial cantaor era consciente de su influencia sobre la juventud, y temía que no siempre imitasen sus mejores cosas. Hay sobre todo cuatro cantaores, Antonio Vargas, El Potito (arriba), de 20 años; Juan Cortés Duquende, de 31; Miguel Poveda, de 23 (sobre estas lineas), y José Parra, de 24, que parecen seguir, aunque con dificultades, la senda del maestro. Tanto el sevillano Potito como el catalán Duquende han contado con el decisivo respaldo de Tomatito, aunque en distintos momentos: Duquende contó con el apoyo del guitarrista almeriense, con quien grabó en 1993 un CD, y continuó después su camino, mientras que Potito se dio a conocer en la órbita de los Lucía y Jorge Pardo para integrarse posteriormente en la banda de Tomate, que acaba de producirle y de tocarle en su último disco.

En cuanto a Poveda, al que se acusa de frío, es un gran dominador de estilos que mira más allá de Camarón. El malagueño Parra, que sin ser gitano posee un metal de voz muy similar al de la Isla, debe aún plasmar su arte en una producción de altura. /TEXTO: BALBINO GUTIÉRREZ / J. M. G.

DISCOS: Potito: 'Mía pa los restos'. Nuevos Medios, 1996. Duquende: 'Duquende y la guitarra de Tomatito'. Nuevos Medios, 1993- Poveda: 'Viento del este', Nuevos Medios, 1995. Parra: '¡Flamenco!', FODS, 1990.   :       '



El Pais Semanal Número 1.032. Domingo 7 de julio de 1996



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