viernes, 20 de mayo de 2022

Una bomba llamada Sex Pistols

La crónica ‘Dios Salve a los Sex Pistols’, escrita por Fred y Judy Vermorel en tiempo real en la breve vida del grupo y que se publica ahora en español, es lo más cerca que estuvieron sus protagonistas de contar su propia historia


Paul Cook, Steve Jones, Sid Vicious, Johnny Rotten y el mánager de los Sex Pistols, Malcolm McLaren, posan con el cheque de 75.000 libras de compensación tras ser despedidos de A&M Records, en marzo de 1977.

MIRRORPIX (GETTY IMAGES)


FERNANDO NAVARRO

18 DIC 2021

“El rock se había vuelto muy aburrido”. Con esta frase, dicha por Alan Edwards, periodista musical y publicista de grupos punk, comienza Dios Salve a los Sex Pistols (Contra, 2021), el libro que publicaron en 1978 el periodista Fred Vermorel y su pareja, Judy. Una crónica documentada y precisa escrita en tiempo real sobre la aparición del grupo más escandaloso que hasta entonces había dado la música popular: los Sex Pistols, una patada en el estómago del establishment británico, una bomba de dinamita explosionada en el lustroso decorado de un país no preparado para ellos.

Un comienzo así anticipa un libro que promete luchar contra el aburrimiento. Y lo hace en su manera de tomar pulso al presente como un collage de entrevistas, recortes de prensa y todo tipo de material que sirva para ilustrar aquellos agitados días hasta convertir a Dios Salve a los Sex Pistols en la forma más cerca que estuvieron los protagonistas de contar su propia historia. Traducido ahora al español por el músico Ibon Errazkin, este poliédrico documento llega 43 años después de su salida en Reino Unido, cuando todavía los Sex Pistols estaban activos y se habían erigido como una referencia, más por actitud que por cuestiones artísticas, para una generación de jóvenes desencantados.

Si bien es cierto que la verdadera referencia literaria sobre la banda y el punk es England’s Dreaming, el canónico libro escrito por el periodista Jon Savage, Dios Salve a los Sex Pistols permite casi formar parte en tiempo real de todo lo sucedido entre 1975, año de fundación del grupo, y 1978, cuando los Pistols hicieron su calamitosa gira por Estados Unidos y se separaron con solo un disco en el mercado, el rabioso Never Mind the Bollocks. De hecho, a través de entrevistas con Johnny Rotten, Glen Matlock, Steve Jones y Paul Cook, miembros originales de la banda, el libro da pistas de los años previos a la formación oficial y de cómo conocieron a Malcolm McLaren, el manager del grupo, un hábil buscavidas y negociante, al que visitaban en su tienda de discos y ropa en King’s Road, y que supo aprovechar en todos los frentes posibles tanta energía combativa.


Los Sex Pistols, en un ensayo en una imagen promocional.

NEW G4

Esa energía se transmitió desde los conciertos iniciales en garitos de Londres. Tal y como cuenta Dave Goodman, productor de las primeras canciones: “Sus conciertos removían el veneno que llevaba la gente dentro”. Insultaban al público sin parar, esquivaban botellas, aporreaban guitarras, escupían y se dejaban escupir… El espectáculo era grotesco y descerebrado, pero aquellos adolescentes, liderados por McLaren y estéticamente tan rupturistas bajo la mano de Vivienne Westwood, tenían una idea muy clara de cómo presentarse, pero también qué provocar en su público. A fin de cuentas, los Sex Pistols venían a ser la respuesta agresiva a un mundo del rock anquilosado, que se miraba su propio ombligo con estrellas como los Rolling Stones y que había dejado de representar a muchos jóvenes sin un duro y emocionalmente desorientados, incapaces de conectar con los jipis viejos de la década anterior ni, como explicaba el bajista Glen Matlock, con los nuevos talentos como David Bowie o Roxy Music, que eran todos “muy calculados y con mucha pose, un rollo muy arty”. Por eso, Terry Slater, representante de EMI Music, la primera discográfica que fichó a los Sex Pistols, afirmó: “Cuando los vi, recordé los tiempos en los que todo estaba empezando… Y me di cuenta de que era algo que tenía que ocurrir para llenar ese vacío que ha creado la industria”.

El vacío se cubrió con un veneno nunca visto y con la mecha de la dinamita corriendo a toda prisa. Los Sex Pistols saltaron a la primera línea mediática solo más poner un pie en el negocio. La crónica escrita por Fred y Judy Vermorel repasa todos los sucesos que ayudaron a su impacto, como sus incidentes en la televisión británica y con las discográficas. El libro incluye una transcripción de la entrevista televisiva que lanzó al grupo a la fama en el programa de Bill Grundy, un presentador que intentó reírse del grupo y le salió el tiro por la culata. Los Pistols le respondieron airosamente y soltaron palabrotas, prohibidas en la parrilla televisiva. De la lectura se extrae que Grundy también intentó beneficiarse del escándalo, aunque luego fue suspendido por dos semanas. Tal y como afirma John Peel, reputado musicólogo británico y presentador de la BBC: “Me quedé horrorizado porque, si paras por la calle a cualquier grupo de cuatro o cinco chavales, les haces sentirse importantes, les pones hasta arriba de cerveza y les pides que digan algo ofensivo, van a decirte algo ofensivo. Me parece de una hipocresía desvergonzada”.

Sin embargo, la maquinaria de los Pistols funcionaba porque se recibía con ganas fuera. La sociedad conservadora británica guardaba mucho de esa hipocresía desvergonzada a la que se refería Peel y siempre ha tenido una relación perversa con el escándalo. El libro también recoge los recortes de prensa de los tabloides haciéndose eco del suceso televisivo. Recortes como el del Daily Mirror, reflejando la indignación de muchos ciudadanos, entre ellos un camionero de 47 años llamado James Holmes que sentenció: “Yo a veces también digo tacos, pero no quiero esa suciedad en mi casa a la hora del té”.


Cubierta del libro 'Dios salve a los Sex Pistols'.

La suciedad acabó por salpicar a todas horas. La banda llevaba la anarquía dentro y no se libraban ni las discográficas. EMI y A&M los ficharon a bombo y platillo, pero los acabaron echando por sus polémicas, que también traían cancelaciones de sus conciertos. Dios Salve a los Sex Pistols recoge entrevistas con los responsables discográficos, justificando que sus “empleadas se negaban a tocar un solo disco de la banda”. La banda era una fiera que no admitía domesticación, pero sí toda la promoción posible: al fichar por Virgin, exigieron la presentación de la canción ‘God Save the Queen’ a bordo de un barco por el Támesis justo en el año del Jubileo de la Reina.

Provocar y exprimir a los sellos discográficos era parte de su credo. En palabras de Johnny Rotten, recogidas en el libro, todo era una forma de incordiar a una sociedad cohibida y mojigata: “Están reprimidos. Les han hecho creer que no tienen derecho a opinar. Así que cuando llega alguien con algo tan descarado, los muy jodidos se asustan. Ya sabes qué tipo de armas usaron contra nosotros: que esa letra es muy ingenua. ¿Por qué coño va a ser ingenua? ¿Qué esperaban? ¿Un poema? Algo que lo disimule, ¿verdad? Lo primero que aprendí en la clase de lengua es que si puedes decir algo con una palabra, dilo con una palabra. No uses dos. Eso es buen inglés”.

La parte menos conocida de una historia mil veces contada se guarda en los diarios de Sophie, la secretaria de Malcolm McLaren. Esta crónica cotidiana desde dentro ofrece una visión extraordinaria y jugosa porque desmitifica este periodo tan intenso como breve, apenas tres años de excesos, convulsión y caos, amplificados con Sid Vicious, que sustituyó a Glen Matlock y que se suicidó a los 21 años. Sophie se encarga de sacar adelante las tareas del grupo, mostrando que McLaren controlaba hasta el último detalle, al tiempo que aporta reflexiones sobre su impacto en una sociedad polarizada, donde crece la popularidad del Frente Nacional y de otros movimientos británicos de extrema derecha. “Lo que más preocupa es el fascismo. En esta situación política, esta postura de rebeldía puede girar tanto a derecha como a la izquierda. Por eso, es importante ser explícito”. O aporta una visión acertadísima del secreto de la banda que iba a ser devorada por su propio veneno, aunque terminó por hacer estallar los cimientos de la industria musical y de toda una generación. “En estos tiempos, la mayoría de los hombres y las mujeres viven en un estado de callada desesperación. Y los Sex Pistols son una ruidosa desesperación”.


‘Dios salve a los Sex Pistols’. Fred y Judy Vermorel. Traducción de Ibon Errazkin. Editorial Contra, 2021. 344 páginas. 19,86 euros.



El Pais. Babelia nº 1.569. Sábado 18 de diciembre de 2021


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