La mejor banda que nunca logró reinar

 

Los hermanos William y Jim Reid, de The Jesus and Mary Chain. Mel Bulter

The Jesus and Mary Chain narran su ascenso, caída y redención en Incomprendidos, una historia oral que los lleva de su Escocia natal al éxito de la mano de Sofia Coppola

Por Xavi Sancho

La historia del rock está plagada de bandas que, en cierto momento, pudieron reinar, pero, por algún motivo, no lo lograron. The Jesus and Mary Chain, el combo formado en 1983 por los hermanos William y Jim Reid, es aquella banda que pudo reinar al menos una docena de veces y por media docena de motivos, pero jamás lo terminó consiguiendo. La suya es una historia hiperbólica, marcada por el ruido y la furia. Desde sus afirmaciones hasta su música, pasando por todas aquellas veces en que estuvieron a punto de convertirse en el grupo más exitoso del planeta (el mejor lo fueron, al menos, en dos momentos). A diferencia de lo sucedido con otros grupos, la lista de razones por las que no alcanzaron a ser la banda de pospunk más importante de los ochenta ni el grupo de rock alternativo más grande de los noventa es larga y esta consensuada, tanto por el público como por la industria e incluso por los propios miembros  del combo. 

Más de 40 años después de su formación, los hermanos nacidos en Glasgow (William tiene 66 años; Jim, tres menos) se sentaron en 2024 a recordar su devenir junto al periodista Ben Thompson, quien, durante meses, condujo entrevistas por separado. El resultado es  Incomprendidos (Contra), una historia oral que arranca con su infancia en el seno de una familia obrera en East Killbride, al sur de la ciudad escocesa, y termina con una serie de lúcidas y dolorosas reflexiones sobre todo lo que fue y lo que pudo ser. "Mira, para mí, como estamos ahora es como mejor hemos estado", interviene Jim Reid, el hermano que terminó cantando porque salió cruz y no cara, desde un hotel en Nueva York en plena gira del grupo. "Hoy todo funciona. Hacemos giras porque tenemos ganas, hacemos discos porque nos apetece. Antes, salías de gira cuando sacabas el disco, era como una obligación. De golpe te veías otra vez en esa ciudad de mierda tocando ante esos mismos imbéciles cuando no tenías ningunas ganas de hacer eso. Era como funcionaban las cosas para las bandas de nuestro tamaño. Hoy ya podemos decidir en qué momento queremos hacer cada cosa".

En el relato, los fragmentos de William son más largos y narrativos. Los de Jim, más breves pero más rumbosos. Esta disparidad dota de un ritmo interesante el libro, sobre todo porque permite ver en qué momento y con qué particular cada uno se siente más cómodo o, al menos, parece recordad más detalles. No hay maquillaje en Incomprendidos. No tendría sentido dotar de épica y romanticismo una historia como la suya. Tener dos versiones, y ninguna descafeinada, de una biografía así de maravillosa es una bendición.

Su primer largo se lanzó en 1985 y se titulaba Psycocandy. No sonaba  remotamente parecido a nada que se hubiera hecho antes. Era como si The Beach Boys y The Ronettes hubiesen grabado sus discos en una serrería y los hubieran mezclado en un taller mecánico. Era ruido  y melodía cohabitando de la forma más salvaje posible. En aquellos años, miles de desubicados adolescentes alrededor del mundo recibieron en algún momento una cinta de manos del más raro de la clase con uno de los primeros discos de los Reid. Su música le dio sentido a todo lo que el mainstream de la época no alcanzaba a explicar. Pronto se labraron fama de banda controvertida, bocazas y violenta. Declararon que ningún grupo jamás había sido suficientemente bueno como para tocar una hora seguida. Sus conciertos apenas duraban 29 minutos. Cuando llegaban al final, muchas veces debían suspenderse por peleas y altercados, tanto entre el público como entre el respetable y la banda. "No somos violentos", afirma Jim Reid. "Era la música la que sonaba violenta y eso hizo que alguna gente pudiera venir a los conciertos pensando que aquello era una batalla. Mucha gente trató de pegarnos, rompernos. Aún no entiendo muy bien de donde salió aquello de ir a vernos para pegarse, como si fuera un partido de futbol. Pero no somos violentos, lo prometo. Somos más violentos entre nosotros que con otra gente. Durante las giras nos queríamos matar, y hacia el final, lo intentábamos.

El culmen de este constante paseo por el lado salvaje de la vida tuvo lugar para los Reid en el House of Blues de Los Ángeles una noche de 1998, cuando sobre el escenario William atacó a Jim, que llevaba días sin dormir, intoxicado con cocaína y alcohol. El concierto se suspendió tras 15 minutos y la banda tardó nueve años en volver a juntarse. "Lo divertido es que William y yo no hemos hablado nunca de esa noche. Hemos discutido mil veces de otros temas y problemas pero jamás de eso. Que se rompiera el grupo fue devastador para mí. Poco a poco, las heridas fueron cicatrizando. Aún no sé exactamente las razones de la ruptura, aunque sospecho que William sí", recuerda el menor de los hermanos. "Siempre he sido una persona muy tímida y mi única manera de poder subirme a un escenario era bebiendo y drogándome. Y así estuve más de una década".

En aquellos noventa, los Reid vivían en un Londres que musicalmente eclosionó, primero con el auge del rock alternativo; y luego, con el britpop. Mientras eso sucedía, ellos lanzaban un disco de rock electrónico (Honey´s Dead) y, más tarde, su largo más americano (Stoned & Dethroned). Jim solo salía para drogarse en el Queen´s Head, el pub al lado de su piso en Kentish Town. Por su parte, William deba largos paseos en los que casi siempre se corzab son Shane MacGowan, quien siempre le confundía con su hermano menor: "Jim , eres un genio". William le daba un abrazo al líder de The Pogues y seguía ruta. Las cosas iban regular: "Y encima surgieron Oasis. Dos hermanos que se pelean en nuestro mismo sello, Creation", recuerda Jim. "Y la gente empezó a compararnos, cuando musicalmente no nos parecemos. Me dio rabia, pero jamás los odié. Lo juro.


En 2003 se estrenó Lost in Traslation. Dirigida por Sofia Coppola e interpretada por Scarlett Johansson y Bill Murray, fue un éxito planetario de ecos casi generacionales. En la emocionante escena final suena "Just Like Honey", de su álbum de debut. Entonces, los responsables de Coachella empezaron a llamar a los hermanos con ofertas para que se volvieran a juntar sobre el escenario. En 2007 accedieron. Para la interpretación de "Just Like Honey" salió la misma Scarlett Johansson. Y a partir de ahí todo cambió. "Nos lo habían ofrecido a los dos por separado y ninguno quiso decir que sí por miedo a quedar como un imbécil si el otro decía que no. Al final accedimos. Y bueno, para una banda que ha pasado toda su carrera disparándose al pie, fue un interesante cambio de paradigma. Soy consciente de que mucha gente joven solo había escuchado aquella canción y, hoy, tal vez tampoco se han acercado a ninguna otra canción nuestra, pero para nosotros fue vital. Aquí estamos", recuerda el menor de los Reid. "Pero, para mí, lo más importante que nos ha pasado sigue siendo nuestro primer concierto. Acudieron seis personas. Pero teníamos guitarras y canciones por tocar. No había nada mejor que eso. Y jamás lo habrá".




Incomprendidos. William y Jim Reid

Traducción de Ibon Errazkin. Contra, 2024

320 páginas. 21,90 euros.


El Pais. Babelia Núm. 1.734. Sábado 15 de febrero de 2025



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