sábado, 8 de octubre de 2016

Caravan VAN MORRISON por Nick Hornby




La magnífica versión de "Caravan" en It's Too Late To Stop Now (el álbum de Van Morrison con que más se disfruta, sin discusión, así que ni se te ocurra discutirlo) me suena como pudiera sonar sobre los títulos de crédito al final de la mejor película que hayas visto en tu vida; y si a ti algo te suena así, entonces seguro que por extensión esto significa que también podrían tocarlo en tu propio funeral. Y no creo que eso sea exagerar demasiado la importancia de la propia vida. No todas las películas tienen que ser como Lawrence de Arabia o Apocalypse Now, y tienes que haber tenido muy mala suerte, al menos en nuestra parte del mundo (y si has entrado a una librería y has comprado este libro estás viviendo en la parte del mundo de la que estoy hablando), para no haber experimentado unos pocos momentos de alegría o pura esperanza o triunfo con los puños apretados o una simple satisfacción en medio de toda la esclavitud y la congoja y el dolor. Para mí "Caravan" reconoce y sintetiza todo eso, y el hecho de que lo que produce todo ese desorden extraordinario sea algo que suena estimulante no significa que la canción sea trillada "Caravan" no es una canción sobre la vida o la muerte por lo que yo sé: es una canción sobre gitanos felices y hogueras y encender la radio y cosas así. Pero en ese pasaje largo, amplio, justo antes del climax, cuando el saxo oscila suavemente entrando y saliendo entre las cuerdas bonitas, ocurrentes, neo-chamber, mientras el piano va salpicando motas altas de blues por encima de todo ello, la banda de Morrison parece aislar un momento en algún punto entre la vida y su continuación, un vestíbulo de entrada grande y barroco a un lugar en el que puedes detenerte y pensar sobre todo lo que se ha ido antes. (Dios. Pánico repentino: ¿podéis oír algo de esto, los que ya tenéis el disco o estáis lo bastante interesados como para comprobarlo? Probablemente no. Pero con este libro —se acabó el pánico- no se pretende que tú y yo compartamos la capacidad de oír exactamente las mismas cosas; en otras palabras no es un libro de crítica musical. Todo lo que espero es que tú tengas tus equivalentes, que pases un montón de tiempo escuchando música y viendo caras en su fuego.) Y aunque no seré yo quien se haga el inteligente, por lo que sabemos, ¿es una arrogancia esperar algunas reflexiones de los amigos y la familia? Después de todo es mi funeral. Y no tienen que pensar sólo en mí; pueden pensar en toda clase de cosas, mientras estén a la altura de la ocasión y la música, y no incluyan rollos de comida, e-mails, calzado, etcétera.

La única cosa que me preocupa en esto de que pongan "Caravan" en mi funeral es la sección de cuerda. ¿Pensará la gente que estoy haciendo alguna concesión a la música clásica cuando lo oigan? ¿Se dirán para sus adentros "Qué pena que perdiera el valor de sus convicciones justo al final, igual que todos los demás"? No quisiera que pensaran eso. A no ser que me suceda algo inimaginable en el próximo par de décadas, me habré pasado una vida entera oyendo más o menos sólo música popular en una u otra de sus formas. (Tengo unos pocos CD clásicos, y además los pongo alguna vez; pero nunca respondo a Mozart o a Haydn como si fueran música, simplemente como algo que hace que la habitación huela distinto durante un rato, como una vela perfumada, y no me gusta tratar el arte de ese modo, sin respeto.) Y tampoco me arrepiento. "Le veré hecho polvo por tener algo que ver con esa inanidad que es el pop, punto final", dijo recientemente un escritor y columnista de prensa famoso por su acidez, al intentar defender a un magnate muy conocido del negocio musical al que acaban de encarcelar, pero este rollo ya lo habéis oído antes.

No tengo idea de si el uso que hace de la palabra "pop" es igual que el mío, si piensa que todo lo incluye, Dylan y Marvin Gaye y Neil Young, es inane. Sospecho que sí. No es una queja que yo haya entendido nunca, porque la música, como el color, o una nube, no es ni inteligente ni no inteligente, simplemente es. Un acorde, el más simple componente básico para la partitura de la más banal y tonta canción es una cosa bella, perfecta, misteriosa y cuando un pelmazo emocionalmente alfabético, sin cultura ni educación ni lecturas, junta un par de ellos, tiene todas las posibilidades de crear algo maravilloso y potente. No quiero leer libros inanes, pero los libros se construyen con palabras, nuestros únicos instrumentos para pensar; todo lo que le pido a la música es que suene bien. A pesar de toda su tosca simplicidad, "Twist And Shout" suena bien -de hecho, cualquier intento de hacerla más sofisticada la haría sonar mucho peor— y yo, fundamentalmente, estoy en profundo desacuerdo con cualquiera que haga equivalentes la complicación y la inteligencia musicales con su superioridad. No funciona así, y por eso quizás estas personas desprecian la música pop, porque es una de las muy pocas cosas que no funcionan así. (También suelen odiar los deportes.) A mí la música clásica no me gusta, y no por ser refinada, no soy un esnob a la inversa. No me gusta (o por lo menos, no me emociona) porque me suena a iglesia, y porque, al menos para mis oídos, no puede ocuparse de los pequeños sentimientos que constituyen un día y una semana y una vida, y porque no tiene voces por detrás ni bajos de ritmo ni solos de guitarra, y porque hay un montón de gente que declara que le gusta y en realidad no le gusta ninguna música (ni ninguna cultura) en absoluto, y porque crecí oyendo algo distinto, y porque no tiene la capacidad de hacerme sentir, y porque no necesito que mi música suene "mejor" de lo que ya suena; un gran solo de saxofón, con ingenio, sus pedos y eructos me basta. Así que en mi funeral se tocará "Caravan".

El único problema es ese largo pasaje que mencioné antes, ese trozo que espero que hará que los asistentes piensen y reflexionen, es ese que..., bueno, de acuerdo, aquí está: es el momento en que Van Morrison presenta al grupo. "Terry Adams al chelo..., Nancy Ellis a la viola..., Bill Elwin con la trompeta..., David Hayes al bajo...". ¿Es demasiado extraño? ¿Puede de verdad la gente salir de mi funeral escuchando una lista de nombres de gente a la que no conocen (ni yo)? He empezado a considerar este pasaje como una especie de reparto metafórico de teatro: por supuesto, no conozco a David Hayes ni a Nancy Ellis, pero, ya sabes..., probablemente conociera a alguien como ellos. Es lo mejor que se me ocurre, y tendrá que servir, porque en esto no voy a cambiar de idea.


Publicado en la revista FNAC ClubCultura #3, verano 2004

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