miércoles, 12 de octubre de 2016

Thunder road BRUCE SPRINSTEEN por Nick Hornby




Recuerdo estar escuchando esta canción en 1975 y que me encantaba; recuerdo estar escuchando esta canción y que me encantaba casi lo mismo hace muy poco, hace unos cuantos meses. (Y sí, estaba en un coche, aunque probablemente no iba conduciendo y seguro que no conducía por ninguna autopista de peaje ni carretera ni autovía y el viento no me alborotaba el cabello porque no tengo ni descapotable ni cabellos. No es esa versión de Springsteen). Así que llevo ya un cuarto de siglo adorando esta canción, y la he oído más que ninguna otra, con la posible excepción de... ¿A quién quiero engañar? No hay otras aspirantes. Verán, lo que iba a hacer era suavizar un poco el golpe, meter alguna cosa negra y/o cool (probablemente "Let's Get In On", que considero que es el mejor disco de pop que se ha hecho nunca, y que entraría sin problemas en mi lista de las veinte canciones más oídas, pero no en el número dos. En el número dos -y ahora intento ser sincero— probablemente sería "(White Man) In Hammersmith Palais" de The Clash, pero iría mucho, mucho más atrás. Digamos que he puesto "Thunder Road" 1.500 veces (exactamente algo más de una vez por semana durante veinticinco años, eso me suena más o menos correcto, si tenemos en cuenta las repeticiones del primer par de años); "(White Man) In Hammersmith Palais" se habrá apuntado como unas quinientas audiciones. En otras palabras que no hay verdadera competencia.

Me resulta extraño que "Thunder Road" haya sobrevivido mientras que muchas canciones que podrían considerarse mejores -"Maggie May", "Hey jude", "God Save The Queen", "Stir It Uup", "So Tired Of Being Alone", "You're A Big Girl Now"— me resultan menos convincentes según voy envejeciendo. No es que no pueda ver los fallos: "Thunder Road" es recargada, tanto la letra (como señalaba Prefab Sprout, en la vida hay muchas más cosas que coches y chicas, y no hay duda de que cuando escribes canciones sobre la redención hay que huir de la palabra "redención" como de la peste) como la música..., después de todo, estos cuatro minutos y tres cuartos proporcionaron a Jim Steinman y a Meatloaf toda una carrera. También es como resabiada de una manera que no lo es el propio Springsteen, y si en 1975 el romanticismo maldito no era una cursilada, actualmente sin duda lo es.

Pero algunas veces, muy de vez en cuando, canciones, libros, películas y fotografías expresan a la perfección lo que tú eres. Y no lo hacen necesariamente con palabras o imágenes; la conexión es mucho menos directa y más complicada que eso. Cuando estaba empezando a escribir en serio, leí Reunión en el Restaurante Nostalgia de Anne Tyler y de golpe supe qué era yo y qué quería ser, para lo bueno y para lo malo. Es un proceso parecido al de enamorarse. No eliges necesariamente a la persona mejor, ni a la más sensata, ni a la más guapa; persigues otra cosa. Había una parte de mí que más bien se hubiera enganchado de Updike, o Kerouac, o DeLillo, de alguien masculino, por lo menos, o tal vez de alguien un poco más opaco, y desde luego alguien que utiliza tacos, y aunque todos son escritores a los que he admirado en diferentes etapas de mi vida, la admiración es una cosa muy distinta de la clase de transferencia a la que me refiero. Me refiero a entender —o por lo menos sentirme como si entendiese— cada una de las decisiones artísticas, cada impulso, el alma, tanto de la obra como de su creador. "Esto soy yo", quise decir cuando leí la triste, rica, encantadora novela de Anne Tyler. "No soy un personaje, no me parezco en nada a la autora, no he vivido las experiencias de las que escribe. Pero, aún así, eso es lo que yo siento dentro. Así sonaría yo si alguna vez lograse encontrar una voz". Y acabé por encontrar una voz y fue mía, no de ella; pero, de todos modos, el proceso de identificación fue tan potente que todavía no me parece haberme expresado a mí mismo tan bien, tan completamente como Tyler lo hacía entones en mi nombre.

Así que, aunque no soy americano, ni ya muy joven, odio los coches y puedo comprender que tanta gente encuentra a Springsteen histriónico y grandilocuente (pero no por qué lo encuentran machista o patriotero o tonto: este tipo de juicios ignorantes han atormentado a Springsteen durante la mayor parte de su carrera, y provienen de unos listos que en realidad son mucho más tontos de lo que él ha sido jamás), "Thunder Road" logra de alguna forma hablar por mí. Esto es, en parte —y quizás para mi bochorno—, porque un montón de canciones de Springsteen de ese periodo hablan de
hacerse famoso, o por lo menos de alcanzar cierto reconocimiento público por medio del arte: si el último verso de la canción dice "Me largo de aquí para vencer", ¿qué otra cosa podemos pensar salvo que ha vencido, simplemente gracias a cantar la canción, noche tras noche, ante una cantidad de gente cada vez mayor? (Y ¿qué otra cosa tenemos que pensar cuando en "Rosalita" canta, con inocente, gracioso, conmovedor regocijo "que la compañía de discos, Rosie, acaba de darme un gran anticipo"?). Este sueño de la fama nunca es objetable ni repelente, porque procede de una impaciencia, un ansia artística incontrolable -sabe que le sobra talento y paree sugerir que la recompensa adecuada para eso serían los medios económicos que lo satisfagan-, más que del interés por la celebridad en sí misma. Presentar un concurso de televisión o asesinar al presidente no calmaría para nada esa comezón.

Y, naturalmente —y que nadie le diga lo contrario-, si sueñas con llegar a ser escritor, también hay visiones turbias y asquerosas de la fama unidas a esos sueños; "Thunder Road" era mi respuesta a cada carta de rechazo que recibía, a cada duda expresada por amigos o parientes. Vivían en ciudades para perdedores, me decía, y yo, como yo, me largaba de allí para vencer. (Esas ciudades, por cierto, eran Cambridge —llena de doctores y abogados y profesores perdedores— y Londres -llena de perdedores triunfadores de todas clases-, pero no importa. Ése era el material con que tenía que trabajar, y eso hice.)

Ayudaba mucho que, según pasaba el tiempo y yo no daba ninguna señal de largarme a ningún sitio y desde luego no a la velocidad que insinuaba la canción, "Thunder Road" hacía referencia a la edad, y así se adaptaba a esa falta de impulso hacia delante. "Así que tienes miedo y piensas que quizás no somos tan jóvenes ya", cantaba Bruce, y esa frase me ayudaba incluso cuando yo había empezado a dudar si había alguna magia en la noche: seguí pensando que no era ya tan joven durante mucho, mucho tiempo -décadas, en realidad- e incluso hoy prefiero interpretarlo como una nos¬tálgica observación de madurez más que como el miedo agudo que viene con el final de la juventud.
También ayudó que, en algún momento a principios o mitad de los ochenta, me topé con otra versión de la canción, una grabación pirata de estudio con Springsteen solo con una guitarra acústica (está en War And Roses, los cortes piratas de Born To Run); ahí reimagina "Thunder Road" como un evocador, agotado himno al pasado, al amor perdido y las oportunidades evaporadas y las falsas ilusiones y la mala suerte y el fracaso, y eso funcionaba estupendamente para mí también. De hecho, cuando trato de oír en mi cabeza esa última frase siempre me viene primero la versión acústica. Es lenta y lastimera y totalmente convincente: artista que puede persuadirte de la verdad de lo que canta en cualquier versión es un artista capaz de muchísimas cosas.

Hay otras versiones pirata que pongo y me gustan. Una de las cosas fantásticas de la canción tal como aparece en Born To Run es que los primeros compases, con una armónica jadeante y un precioso piano dolorido, suenan en realidad como refiriéndose a algo acontecido antes de empezar la grabación, algo trascendental y triste pero que no destruye toda esperanza; como "Thunder Road" es el primer tema de la cara uno de Born To Run, el álbum empieza, en efecto, con sus propios créditos al final. En las actuaciones de finales de los setenta, durante la gira Darkness on the Edge of Town, Springsteen llevaba ese efecto al máximo entrando en "Thunder Road" desde una de sus canciones más sombrías y desesperadas,"Racing In the Street", y en la otra produce la sensación de un súbito y glorioso apunte de primavera después de un invierno largo y desolador. En las versiones pirata de esas actuaciones de los setenta, "Thunder Road" puede por fin proporcionar la salvación que su colocación en Born To Run le negaba.

Puede ser que la razón por la que "Thunder Road" se mantiene para mí es que, a pesar de su energía y volumen y coches veloces y cabellos, consigue de algún modo sonar a elegía, y cuanto más viejo me hago más puedo escucharla.

Y si es cuestión de eso, supongo que también yo creo que la vida es algo trascendental y triste pero que no destruye toda esperanza, y puede que eso me convierta en un idiota feliz, pero en cualquier caso "Thunder Road" sabe cómo me siento y quién soy, en definitiva, es uno de los consuelos del arte.


Publicado en la revista FNAC ClubCultura #3, verano 2004


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