jueves, 27 de octubre de 2022

Los fantasmas de Kendrick


El músico Kendrick Lamar, en un retrato promocional. INTERSCOPE RECORDS HIP HOP



El quinto disco del rapero estadounidense peca a ratos de exceso de intensidad, pero también es un trabajo muy relevante, así como una obra necesaria y difícil de agotar

POR IKER SEISDEDOS


Mucho ha pasado desde el anterior disco de Kendrick Lamar, Damn (2017): tres años de Donaldla pandemia, el asesinato de George Floyd, Black Lives Matter, el asalto al Capitolio y la penultima plaga de violencia armada. Lamar gang un Pulitzer y un Oscar, y actuó en la Super Bowl. También, aparentemente, en esos 1.835 días (la cuenta es suya, y la suelta en los primeros compases de la canción que abre su nuevo álbum, "United in Grief") sufrió un devastador bloqueo creativo y la corona del artista de rap más relevante de su tiempo le pesó demasiado. Tal vez por eso en la portada de Mr. Morale & The Big Steppers, en la que aparece junto a su familia, esa corona es de espinas. Un gesto que abona una idea, tan extendida en la culpa popular actual, del creador famoso como mártir y mesías doliente de una sociedad decidida por fin a salir del armario del sufrimiento.

El disco es un soberbio tratado sobre la ansiedad de la experiencie de ser un joven negro en la América que despertó del sueño roto de Obama. Y Lamar no se ahorra casi nada: el adulterio, la terapia, los traumas individuales y colectivos, la homofobia, la religion, la masculinidad herida, la violencia, las relaciones tóxicas, la violación o la discriminación trans. Ademas de la fama, claro.

En 'Count Me Out', el pobre chico de Compton se pregunta, como si no llevara haciéndolo decide el principio de su brillante earrera: "¿Puedo abrirme? ¿Es seguro o no?". Antes, en 'We Cry Together', en la que aspira a batir el disputado récord de fuckyous en una canción de rap, ofrece la escalofriante instantánea de una relación tóxica con la ayuda de Taylour Paige, que emprende un interesante camino, de la interpretación al hip hop, contrario al habitual. Aunque el tema que tal vez mejor resume el tono general es "Mother I Sober", junto a Beth Gibbons, de Portishead. En él se detiene en so historia de violencia familiar, que incluye, entre otros episodios, la violación de su madre, y termina con las palabras redentoras de su esposa, Whitney Alford, una presencia intermitente en los más de 70 minutos  del disco. "Lo lograste. Rompiste Una maldición generacional", je dice, y a continua- ción se escucha a la hija de ambos decir: "Gracias, papa". Y justo después: "Gracias, mama".

Con tantos agrios ingredientes, es inevitable que Lamar ponga a prueba a ratos la paciencia del oyente, Como ese personaje de Cazafantasmas que tocaba las teclas mis agudas del piano Para cabrear a los espectros. Las ráfagas de teclados disonantes están por todas partes en una producción rebosante de hallazgos. Pero en este caso los fantasmas existen y son los del propio rapero.

El quinto disco de Lamar supone su esfuerzo más experimental hasta la fecha, es demasiado largo y peca a ratos de exceso de intensidad. También cae en otras trampas propias del album ambicioso-e-importante (en las que tropezaron antes Stevie Wonder, Smashing Pumpkins o Kanye West, por poner tres ejemplos). Pero también es un trabajo extraordinariamente relevante, así como una obra necesaria y difícil de agotar.



Kendrick Lamar

Mr. Morale & The Big Steppers 

Aftermath / 

Interscope / 

Universal



            

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