viernes, 21 de julio de 2017

DAVID BOWIE "HUNKY DORY" 1971 RCA




La antesala de "The Rise And Fall Of Ziggy Stardust And The Spiders From Mars" (1972)
es un disco fascinante y con al menos dos lecturas opuestas. La primera apela a los sentidos, porque casi la totalidad de "Hunky Dory" desprende el perfume de la obra que persigue la perfección sin pedir nada a cambio, sin reclamar por anticipado el derecho a ta inmortalidad. Es el álbum de "Changes"y "Life On Mars?': palabras mayores. Es donde David Bowie descubre que su voz posee un hipnótico magnetismo y la regala, arrebatador, subyugante en su belleza. Y así se podría continuar detallando los remolinos que hacen de él un disco tan atractivo y disfrutable. El arte por el arte según Oscar Wilde, la comunicación directa entre la obra y quien la percibe. No interesan las razones del artista, sino el arte en sí mismo, sin obstáculos referenciales.

Pero existe una segunda lectura infectada por la paranoia que remite al intelecto. Y ahí es donde "Hunky Dory" se transforma en un monolito cargado de razones, referencias, contextos... inteligencia. Deja de ser esencia para convertirse en el reflejo de la mente de un conspirador que sabe exactamente qué decir y además cómo, cuándo y con qué propósito. Es decir, como Edgar Allan Poe en el "El cuervo", Bowie levanta un monumento desde el puro raciocinio, sin una concesión a la pasión irracional. Aun visto de este modo, la conclusión sería la misma: "Hunky Dory" es un álbum genial.

La tibia acogida de su LP anterior, "The Man Who Sold The World"' (1971), producido por Tony Visconti, hizo que Bowie se replanteara su papel en la industria del espectáculo. Decisión n° 1: con Visconti fuera del proyecto porque andaba demasiado ocupado con T.Rex, asciende a Ken Scott de ingeniero a productor y otorga al piano de Rick Wakeman el protagonismo necesario para que se convierta en contrapunto de la guitarra de Mick Ronson. Es decir, tomó el mando en primera persona. Y el éxito le permitirá culminar su aprendizaje y encarar "Ziggy Stardust" con mayor seguridad en sí mismo. Por eso el sonido de "Hunky Dory" es en general menos crispado y deja unos espacios abiertos que Bowie aprovecha para imponer su voz y que se perciban sin estorbos todas sus inflexiones dramáticas. Así, el sustrato sonoro aparece como una mezcla de pop-folk de salón y vodevil, pero con un trasfondo de melodrama apocalíptico.

Decisión n° 2: jugar a desconcertar mostrando todos los frutos de su voracidad y anunciando que se avecinan cambios. Dicho y hecho, abre el disco con "Changes", un tema imbuido de existencialismo fragmentario que se inspira en el "My Generation" de The Who, tartamudeando "cha-cha-cha-cha-changes" en lugar de "ge-ge-ge-ge-generation", pero que no llama ni a la revuelta adolescente ni a la rebelión social; simplemente apela a la fragilidad de una generación difusa que abrazará el glam como vía de escape. Y a partir de aquí Bowie zigzaguea entre lo genial, lo más genial y la tontería. Lo genial es "Quicksand", pop acústico que cita a bestias (Alistair Crowley y el nazi Henrich Himmler) y mentirosos (Winston Churchill) con ánimo provocador, y describe al Bowie que ha retenido aforismos de Níetzsche; y "Andy Warhol", más por la distancia con que reverencia a su modelo que por el envoltorio musical, adornado con desvaríos en el prólogo y en el epílogo. Lo más genial es "Life On Mars?", con su prodigioso aluvión de arreglos que culmina en crescendos épicos; "Queen Bitch", con su descarado toque Velvet Underground; y "Song For Bob Dylan"', ambiguo homenaje que Bowie canta entonando como el de Duluth. Y la tontería es "Kooks", dedicada a Zowie, fruto de su matrimonio con Angie Barnett.

Decisión n° 3; desconcertar con una imagen ambiguamente ambigua: vive casado, tiene un hijo y apoya el lanzamiento del disco declarando que es homosexual. Después, cambio de imagen, "Ziggy Stardust" y el mundo es suyo.

XAVIER CERVANTES

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