martes, 24 de enero de 2017

COMIENZA EL ESPECTÁCULO

 El nuevo pop-rock nacional, que cumple ahora 10 años, vive momentos de esplendor. Los teclados y las guitarras están afinados; los recitales, contratados; las furgonetas, a punto, y las reservas de hotel, confirmadas. Ha llegado el verano. Quedan por delante más de 90 días de carretera, tres meses de enloquecida actividad durante los cuales la mejor música en directo recorrerá España.

Texto: Javier Pérez de Albéniz Fotografía: Chema Conesa



 LA CONSTANCIA

 Radio Futura lanzó su primer disco en 1980, y se convirtió en grupo pionero de un movimiento musical basado en la diversión. Sus componentes vulgarizaron lo insólito. Se enamoraron de la moda
juvenil. Rompieron tabúes que hablaban de ambigüedad e invitaron a moverse con los bailes de Marte. Una década después, siguen a la cabeza, con la constancia siempre al lado.






EL POP
Ritmos pegadizos y melodías embaucadoras. Duncan Dhu juega con la melancolía y la liviandad; algún recuerdo a épocas doradas y constantes referencias a amores perdidos. Los grupos pop
españoles, hijos de Paraíso y Kaka de Luxe, nietos de los Beatles, se mueven con soltura en un mundo agridulce de colores chillones y sonidos inolvidables.


 EL POP-ROCK

Gabinete Caligari cumple un papel importante. Es el puente que une dos músicas cercanas y antagónicas a un tiempo. El pop-rock nacional ha asimilado sin traumas sonidos negros y blancos, suaves y rasposos, limpios y turbios, tristes y alegres. Los músicos confían a su suerte a la visceralidad de unos sentimientos eternos. Pura pasión.

 EL  "ROCK AND ROLL"
Las guitarras mandan. Siguen las pisadas de los viejos bluesmen y los rockeros más duros. Su música es un compromiso con la pureza, la energía y los esquemas clásicos. Loquillo y sus Trogloditas son magníficos representantes de un movimiento que vive deprisa y sólo confía en la redención que
puede ofrecer una canción de tres minutos. Héroes de cuero buscando la atemporalidad.

 LAS RAÍCES
Respetan las tradiciones y confían en la fusión de sonidos. Escarban en sus raíces buscando sonidos sin adulterar. Para gentes como Quimi Portet y Manolo García (El Último de la Fila), la música carece de fronteras. Todo lo que sale del corazón y del alma está permitido. Voces arrabaleras y profundas guitarras sureñas. Músicas calientes y verdaderas.








Durante el verano del pasado año, Mecano superó una barrera hasta la fecha inaccesible para las bandas españolas de música pop: sobrepasó el millón de ejemplares vendidos de un solo disco con su último elepé, titulado Descanso dominical. Ese mismo verano había pulverizado el récord de asistencia a una gira, reuniendo a más de millón y medio de personas a lo largo de 86 conciertos. Este baile de números confirmó el fin de la crisis discográfica y supuso el asentamiento definitivo de la industria pop en España.

Después de vivir su año más intenso, los tres componentes de Mecano se han tomado unas largas vacaciones. Viven su mejor momento y van a emplear todo 1990 en escribir nuevas canciones y preparar la grabación de su próximo disco. Van a hacer algo impensable hasta la fecha: dejar que pase en blanco un verano, desperdiciar la época soñada por todos los grupos españoles. No hay que olvidar que la mayoría de estas bandas vive de los beneficios obtenidos en la época estival. Con el calor llegan las vacaciones y las fiestas populares; los Ayuntamientos y los empresarios privados preparan sus talonarios para contratar música en directo, la carnaza bailable imprescindible en todo festejo que se precie. En octubre regresa la monotonía al panorama nacional. Flojean los circuitos de actuaciones en las grandes ciudades, mientras que en las pequeñas ni siquiera existen. El terreno queda entonces perfectamente abonado para los sonidos pop-rockeros internacionales, que, aletargados por el calor, regresan desde sus cuarteles generales en el Reino Unido y Estados Unidos. El invierno es suyo.

Julio, agosto y septiembre se han convertido en el escaparate de los grupos españoles de pop-rock para mostrar cómo ha mejorado su música. Una vez superada la resaca de los años sesenta y olvidado el muestrario de cantautores, ye-yes, cantantes ligeros, conjuntos folkeis y flamencos-rock; estalló definitivamente el pop-rock. Una generación que estaba viviendo el final de los setenta con menos de 20 años asimiló sin traumas la breve historia musical de su país y recicló con insaciable voracidad todas las modas y sonidos que llegaban del exterior. El Dúo Dinámico, Los Estudiantes, Los Milos, Los Rockin Boys, Los Bravos, Los Cheyenes, Los Brincos y Los Diablos Negros eran parte de un pasado lejano; Fórmula V, Los Diablos, Los Canarios o Los Módulos intentaron crear una infraestructura de conciertos para la que apenas había público. A finales de los años setenta, una revolución importante en la música an¬glosajona influyó de forma decisiva en las nuevas generaciones españolas. En 1980, el presente se llamaba Kaka de Luxe, Paraíso, Los Bólidos, Zombies, Radio Futura, Ejecutivos Agresivos, Tequila, Mermelada, Los Elegantes, Mamá, Nacha Pop o Los Secretos. Los nombres propios también perdieron fuerza, a excepción de Miguel Ríos, que vivió sus años de mayor gloria a la vez que marcaba el camino a seguir a toda una pléyade de grupos que apenas sabían tocar, pero que suplían sus defectos con una ilusión de hierro. Los cantantes melódicos quedaron arrinconados definitivamente por el ímpetu de Fernando Márquez El Zurdo, Olvido Alaska, Santiago Auserón, Antonio Vega, Bernardo Bonezzi y los hermanos Urquijo.

Durante los años sesenta, en España no se vendían muchos discos, y los veranos no eran demasiado musicales. "Búscate una chica, una chica ye-ye / que tenga mucho ritmo y que cante en inglés", aconsejaban los artistas de la época. Después llegó la canción del verano, una costumbre divertida y sana que las casas de discos intentan mantener por todos los medios. Los recitales escaseaban y, por supuesto, no existía ningún circuito estable donde los grupos pudieran curtirse. La nueva ola española se olvidó de sus antecesores, se rebeló contra la escasez de medios e ideas y tomó como referencia directa la producción musical del Reino Unido. Ahora se están recogiendo los resultados reales de aquel reto suicida.



A finales de 1973 aparece el último número de Mundo Joven, una de las pocas revistas musicales con solera. Un par de años después, el teatro Monumental alberga un festival con los primeros grupos de una música bautizada como rock urbano, y el Mariscal Romero produce un disco recopilatorio titulado Viva el rollo. Eran los días de los sonidos underground, la música de las cavernas de las ciudades que surgía directamente de las alcantarillas. En 1976, Ramoncín se presenta como el Rey del pollo frito en el Ateneo Politécnico de Madrid. Un ángel de cuero que provoca odios furibundos y pasiones viscerales. Quince meses más tarde, Burning publica su primer elepé, titulado Madrid. Durante los años siguientes hicieron su debú discográfico Kaka de Luxe, Paraíso, La Banda Trapera del Río, Mermelada, Mamá, Ejecutivos Agresivos, Zombies, Radio Futura, Nacha Pop, El Aviador Dro y, posteriormente, Alaska y los Pegamoides. Buena culpa dé la febril actividad musical de esos días la tuvieron las emisoras de FM madrileñas y los sellos independientes, pequeñas compañías discográficas que apoyaban a los nuevos grupos con tiradas iniciales de 1.000 ejemplares. Trabajos artesanales con las carpetas pegadas y coloreadas a mano.

Coincidiendo con el comienzo de la década de los ochenta se abre en Madrid la sala Rockola, un rancio local por el que pasan todos los grupos nacionales e internacionales del momento. Surgen nuevas bandas, con nombres tan exóticos como Polansky y el Ardor, Parálisis Permanente, Glutamato Ye-ye o Esplendor Geométrico. Cualquier lugar es bueno para celebrar un recital: en las fiestas organizadas por los colegios mayores universitarios es fácil encontrarse con un pequeño escenario en el que tocan sus primeras canciones Los Nikis o Gabinete Caligari. En 1982, Mecano lanza su primer disco y vende la sorprendente cifra de medio millón de ejemplares.

El resto del proceso seguido por la música pop nacional es la historia de un asentamiento. Se venden más discos; las compañías fonográficas y los grupos que logran superar las crisis que afectan frecuentemente al sector se profesionalizan; los medios de comunicación recogen el fenómeno, y el público, hasta entonces minoritario, se multiplica. Los escandalosos rockeros pasan a formar parte del nuevo panorama cultural español, y algunos ya piensan en exportar esta supuesta moda: Alaska y los Pegamoides lanzan en Latinoamérica el tema Bailando y graban una versión en inglés para el Reino Unido.

Pese a todo, los recitales, principal fuente de ingresos de cualquier grupo de pop-rock, seguían sin funcionar en España. Faltaban profesionales y no existía infraestructura. Lo que ahora parece una caricatura, era la más cruda realidad: un Ayuntamiento contrataba a un grupo para el día grande de las fiestas patronales. El escenario, situado en la plaza principal del pueblo, consistía en un remolque enganchado a un tractor. Los camerinos eran los servicios de la casa del sacristán. El enchufe más cercano estaba en los juzgados, a unos 200 metros del remolque. Los fusibles de la luz saltaban cada 15 minutos, con la consiguiente interrupción. Durante la actuación del grupo, una banda siniestra formada a imagen y semejanza de Siouxie and the Banshees, el público más veterano pedía insistentemente pasodobles. Finalmente, el alcalde había tenido que salir urgentemente de viaje ante la indisposición repentina de un familiar, y como nadie podía pagar a los cantantes, juraban que les enviarían el caché en un talón por correo certificado. Aún están esperando ese cheque.

Poco a poco, las cosas han cambiado. Los grupos españoles de primera fila aún no llevan cocinero propio en las giras, como hacen las figuras internacionales, pero sí exigen mejoras continuas en sus condiciones de trabajo. "Cuando estás actuando, los veranos son muy largos y duros, y la única forma de que todo salga bien es con una planificación previa total", dicen Manolo García y Quimi Portet, El Último de la Fila. Para los próximos meses tienen firmadas más de 40 galas, "en las que queremos ofrecer calidad a un público que paga por vernos". "Si el escenario es pequeño, el sonido malo y las luces no se ven, les estamos engañando. La profesionalidad es muy importante a la hora de ofrecer un espectáculo de calidad". Manolo, como le sucede a Coque Ronaldo, tiene una especial fobia a los aviones. Esta mama hace que algunos grupos punteros mantengan la tradicional furgoneta como primer medio de transporte.

Loquillo y Los Trogloditas van a dar este verano 50 recitales. El rockero catalán está a favor de las actuaciones multitudinarias, "porque es la forma de ofrecer grandes espectáculos". "No estoy en absoluto de acuerdo con la gente que dice que la verdad del rock está en los pequeños locales", asegura, "puesto que las grandes estrellas de verdad, las auténticas, son capaces de ofrecer toda su fuerza y calidad, de forma creíble, ante decenas de miles de espectadores. No es un problema de números y sí de calidad artística". Pasado el ajetreo de la carretera, descansarán, e inmediatamente después, vuelta al trabajo, viajando en este caso a unos estudios canadienses para grabar su nuevo disco.

El trío madrileño Gabinete Caligari también tiene un verano caliente, con casi 50 conciertos previstos. Va a actuar una noche en León y las cuatro siguiente en Segovia, Cáceres, Alicante y Santa Cruz de Tenerife. "Es un trabajo como otro cualquiera", dicen, "y si no sabes organizarte muy bien, te saturas con facilidad. Posiblemente lo más importante es que las relaciones internas entre los miembros del grupo sean buenas. Así puedes aguantar los mil problemas que surgen". "Afortunadamente, el nivel de los organizadores ha subido en proporción al de los grupos", afirma Ferni, bajista de Gabinete Caligari, "y podemos trabajar con algunas garantías y, sobre todo, con la vista puesta en el futuro. De esa forma puedes invertir en un equipo potente de sonido y luces, y garantizar año tras año una mejora progresiva del espectáculo".

"Pero tampoco hay que ser demasiado optimistas", continúan, "puesto que los grupos que tenemos nivel suficiente como para escoger cuándo y con quién actuamos somos una minoría. Lo realmente importante para que el rock español se estabilice es que sigan saliendo bandas jóvenes, y la única manera de que eso suceda es fomentando las actuaciones en pequeños locales. Si eso no funciona, estamos perdidos, y dentro de unos años pagaremos las consecuencias con una larga época de sequía".

Duncan Dhu lleva un plan de actuaciones que puede parecer muy anárquico. Compaginan decenas de conciertos en España con escapadas a América, donde su último trabajo, Autobiografía, ha sido editado por el sello Sire. Para Mikel y Diego, lo importante es saber aprovechar el tiempo libre. Para ello nada mejor que escapar, y siempre que tienen alguna fecha libre es fácil encontrarles en su San Sebastián natal. "Es importante mantener el contacto con la realidad", dicen, "y lo mejor para eso es poder recluirte en tu cuartel general particular, un lugar que no tiene por qué estar aislado, en el que te sientes rodeado de amigos y objetos y paisajes familiares".

La banda de los hermanos Auserón, Radio Futura, está formada por ilustres e incombustibles veteranos. Se les puede considerar, retirado Mecano todo este año, como los auténticos reyes de la música española en vivo. Editaron su primer disco en mayo de 1980 y desde entonces no han dejado de evolucionar. Han vivido los tiempos más cutres de Rockola y el esplendor de los grandes pabellones cubiertos. El verano es suyo.

El Pais Semanal año 1990


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