miércoles, 17 de mayo de 2017

La nueva vida de Annie por Diego A. Manrique


La diva de Eurythmics, el mítico grupo de los ochenta, acaba de publicar Bare, su tercer disco en solitario, lleno de tristeza por la ruptura de su matrimonio de12 años. Se trata del retrato de una mujer luchadora que se dice ajena a todo lo que no sea su arte y su familia. Por Diego A. Manrique. Fotografía de Lennox / Martin.


 Un día tórrido en Londres: los tabloides publican titulares como Más calor que en Marruecos. En el patio de un antiguo club privado reconvertido en hotel, Annie Lennox pasa inadvertida con sus gafas de sol y su pelo corto. Ella sabe mucho de tácticas de camuflaje: "La pérdida del aninomato es uno de los precios del éxito; si te pones ropa corriente, tienes muchas posibilidades de moverte tranquila sin más intromisiones que algún cazador de autógrafos; qué gente más pesada".

El entrevistador traga saliva: también traía algo para que Annie firmara. En 1980, ella vino por primera vez a España, en viaje de promoción al frente de The Tourists, su fugaz grupo de new wave.
Hay una foto de aquella visita: Annie y el presente periodista mirando serios a la cámara, ambos con chaquetas de cuero, como si fuera un concurso de los más duros del barrio.

Sonríe nostálgica: "Era mi etapa Chrissie Hynde. Ahora es una amiga, pero entonces me servía de inspiración. Verla al frente de los Pretenders... Se podía ser femenina y dirigir un grupo de rock sin tener que pedir permiso a nadie". La evocación de aquellos años invita a la reflexión: "Cuando eres joven, crees que dominas tu destino: 'voy a ser esto, voy a hacer lo otro'. No te das cuenta de que construyes tu vida por casualidades, por accidentes, por circunstancias sobre las que no posees control. Estás subiendo una colina y no te das cuenta hasta que llegas a lo alto, cuando adviertes que has pasado buena parte de tu vida en una sucesión de desastres y éxitos. Y te planteas cómo será el resto. Lo que quiero saber es si ahora podré tomar las riendas o iré rodando sin dirección".

¿Es consciente ella de que ha tenido una vida extraordinaria? Nació el 25 de diciembre de 1954 en Aberdeen, una ciudad costera escocesa citada en la literatura británica como uno de los lugares más deprimentes del reino. "Puede que se lo mereciera", se ríe Annie, "aunque mejoró con el petróleo del mar del Norte". Thomas Lennox trabajaba en un astillero y era miembro del Partido Comunista. "No tuvimos una relación muy cordial, yo era toda su descendencia y mantenía reglas muy estrictas. Pero tocaba la gaita y no puso pegas cuando vio que tenía dotes para la flauta. Me compró el Dansette, un tocadiscos muy barato, pensado para los jóvenes. No había en casa muchos discos, pero todos amábamos la música. En Escocia existe esa idea de que cualquiera puede cantar, como expresión personal".

El padre ya murió, pero Annie sigue en contacto con el clan Lennox. "Mis problemas no eran con ellos, lo que me molestaba era el ambiente mezquino. Fui a una escuela muy de clase media y yo destacaba, era hija de obrero. Así que me sentía singular, tímida, introvertida. No tenía una pandilla, únicamente una amiga. Destacaba... para mal. A la policía se le ocurrió visitar los colegios de Aberdeen preguntando por alumnos que podían estar tomando drogas. Y me pusieron la primera de la lista. Imagina el disgusto de mis padres. Yo siempre he sido contraria a las drogas, incluyendo el alcohol y el tabaco, ni siquiera me gusta tomar medicinas. Bueno, sí, hubo una etapa en que usé pastillas... Mi primer hijo nació muerto y eso fue muy duro". Mirada perdida, otro vaso de agua.
A la sombra, la hora de confidencias.



El SOUL. Annie, la cantante de ojos azules y piel blanca, como dice, se apasionó por la expresividad de esta música interpretada sobre todo por negros. En la foto, con Dave Stewart en 2000.

"Siempre he buscado lo positivo en cualquier experiencia. Recuerdo un baile en el que los chicos eran horribles y yo me convertí en la dj, poniendo los discos, especialmente A whiter shade of pale, de Procol Harum. Mucho tiempo después lo grabé en mi disco de versiones [Medusa, 1995]". Las canciones que curan, las canciones que embriagan, atraparon a la chica seria que intentó hacer carrera en la música clásica con su estancia en la Royal Academy of Music londinense. "Sin darme cuenta, me hice fanática de [los sellos] Motown y Stax. Sus singles llevaban fundas genéricas, sin fotos; lo extraordinario era verlos en los programas de televisión. Las Supremes, los Temptations, Smokey Robinson, los Four Tops, Marvin Gaye, Otis Redding... ¡Todos eran negros! El milagro era que me elevaba una música que estaba hecha a miles de kilómetros, en una sociedad que no tenía nada que ver con la mía. No tengo inconveniente en reconocer que soy una cantante de soul con ojos azules y piel blanca".

A pesar del gusto por la tecnología, tanto en Eurythmics como en sus trabajos personales, Annie se mantiene fiel a la visceral expresividad del soul. Muy valiosa cuando, como en su nuevo disco, Bare, explora abismos: trata de la separación de Annie y su segundo marido, Uri Frutchmann. Ella susurra que "no es un exorcismo. En realidad, me pregunté si podía volver a componer. Sólo tenía una canción; era absurdo pensar en un disco, acumular 11 o 12 temas me parecía un imposible. No había un concepto, un plan premeditado para tratar la ruptura de una pareja. Cuando terminé, entendí que transmitía sentimientos muy oscuros. No me reprimí. Tal vez no resulte comercial, pero me vi reflejada. En su mejor forma, una canción es un alma hablando".

¿Hay narcisismo en convertir experiencias tan íntimas en material público? "Vale, que me llamen narcisista o auto-compasiva. Todas mis canciones han sido autobiográficas. Las mejores poesías y novelas, las pinturas más profundas, son el resultado de artistas que se han sumergido en situaciones extremas y decidieron compartir sus sentimientos. Yo no puedo compararme, pero también necesito explicarme. Bare es el retrato de determinadas experiencias. No es un disco generacional, para gente de nuestra edad: nadie en el planeta se libra de enfrentarse con la pérdida, con la muerte, con las decepciones, con el miedo, con la angustia".

Annie ha ido alzando la voz hasta que parece a punto de romperse. Y se rompe. Una vez más se comprueba eso de que los hombres se sienten incapacitados ante las lágrimas femeninas. Retirada hacia el aséptico territorio de las preguntas musicales. Se recompone. "Con Stephen Lipson, mi productor, descubro el placer y el dolor de la artesanía de las canciones. Yo llego con una letra y una melodía, el esqueleto de una canción. Y él insiste en pasarla al nivel superior. Busca la razón psicológica de cada idea mía: de dónde viene, qué quiero hacer con ella, quién soy cuando estoy cantándola. Y no me da cuartel: no hay compasión si me atasco: 'te pagan por esto, guapa'. En verdad, no entiendo a los artistas que detestan grabar: es lo que nos hace pasar de meros aficionados a aspirantes a la grandeza".

No contaba con referencias a la hora de construir Bare. No sabía de los muchos cantautores, de los grupos que han explorado territorios emocionales similares. "Cuando llegué a los 40 años me desinteresé de la cultura pop. Hoy, la mayor parte de las publicaciones son revistas de estilo: te explican lo que tienes que oír, lo que debes leer, lo que te conviene ponerte, incluso qué comer o beber. Y ya no me interesaba estar en esa dinámica. Entré en mi fase doméstica, centrada en mis hijas".

Interludio para Lola y Tali, cuyas fotos muestra con orgullo. "Hacer un disco resulta una broma en comparación con la enormidad de educarlas. No intento adoctrinarlas, es arrogante creer que puedes manejar a tus hijas. Ellas tienen su propia agenda, por así decirlo. De hecho, intentar inculcar determinadas ideas puede ser contraproducente. Aprenden por tu presencia, por tu comportamiento. Cuando te das cuenta de ese proceso, te asustas: sabes que no eres perfecta, que tienes demasiados defectos. Ésa es la única lección digna de ser enseñada: que tu trayectoria está llena de defectos, de conflictos, de contradiciones".

En los años noventa, Lennox jugó al misterio. Con Diva (1992) alcanzó ventas y reconocimientos aún mayores que los logrados con Eurythmics. Sin embargo, renunció a las giras. "¡Algún concierto sí que di! Pero estaban las niñas. Y mi propia búsqueda. La sociedad quiere que encajes en tal grupo humano, que se define por sus hábitos de consumo. Al contrario, a mí me interesaba saber quién era yo exactamente. Así que, en vez de seguir las modas, empecé a estudiar mi interior, lo que significa ser un humano. No es nuevo, incluso hubo una época en que pensé en hacerme budista. Estuve a punto, pero nunca llegué a dar el salto por mi desconfianza ante las religiones organizadas, sean grandes estructuras o pequeños cultos. El budismo me ayudó a recuperar la perspectiva, pero también lo hizo Aretha Franklin y no me he declarado arethiana".

Annie acepta hoy que se mencione a Radha Raman, su primer marido, un haré krishna unánimemente detestado por todos los que trabajaban con ella. Ella comparte la responsabilidad por el desastre. "Cuando eres una estrella, crees que todo se resuelve mediante el dinero, el poder. Pero los haré krishna son gregarios y no encajan con un grupo en gira, que forma una comunidad muy insular. Aunque Radha era un maravilloso cocinero, mi gente insistía en hacer alardes de carnívoros. Y sus creencias regulaban todos los aspectos de la vida, incluyendo el sexual". (Risas).

Aprendió, claro que aprendió. "Tras Radha, ya no me considero una persona religiosa. Soy una persona, a secas. Un ser humano que intenta vivir y ser consciente de su vida. Estamos en un mundo muy complejo; cuesta hallar un sentido, mantener unos valores para resolver los sucesivos retos. En el día a día procuras ser la mejor persona posible. Pero tus criterios no pueden ser los de un hombre santo de hace mil o dos mil años".




Es de suponer que muchas personas se sorprendieron de que los dos maridos de Annie fuesen de origen alemán. "Sí, me lo señalan, a veces con maldad. Sobre todo en Escocia. Me parece provinciano, igual que esa ansia de algunos escoceses por independizarse. No soy nacionalista. Allí están mis raíces, pero no fue más que mi trampolín. He asimilado culturas que no hubiera descubierto en caso de quedarme en Aberdeen. Siento curiosidad inmensa por otros mundos: lo que comen, cómo viven, cómo hablan, cómo piensan, qué cantan".

Por ejemplo, España. "Tengo casa en Mallorca y paso en ella menos tiempo del que desearía: sería más feliz viviendo allí todo el tiempo; mi estilo de vida preferido es el mediterráneo, que tiene tantas capas de civilizaciones. Y España me fascina por su evolución desde el franquismo, por modernizarse sin renunciar a las costumbres tradicionales. Aunque también he firmado peticiones para evitar barbaridades urbanísticas en Mallorca y me asombra que los promotores sean nativos. ¿Están dispuestos a destrozar su isla para ganar un poco más de dinero?".

Hay un guiño de Annie hacia España en el nombre de una de sus empresas: La Lennoxa. También ha grabado en castellano parte de Bare, aunque las versiones -realizadas con el productor Phil Manzanera- no suenen naturales. Y antes de sus conciertos se oye una selección de música que incluye a Luz Casal y su almodovariano Piensa en mí. ¿Qué otros artistas españoles conoce? "Lamento confesar que no conozco a Luz: son canciones que me grabó una amiga de cuyo gusto me fío. Tampoco he visto ninguna película de Almodóvar; aunque creo que son pasionales y extremistas, sospecho que me gustarían. Mi atrincheramiento también se aplicó al cine. Sencillamente, dejé de sentir la necesidad de meterme en narraciones ajenas. Aunque el otro día, en un avión, me puse a ver esa película brasileña, Ciudad de Dios, y me quedé maravillada. Redescubrí la razón de que exista una cosa llamada cine".

Al ser tan visualmente poderosa, era inevitable que Annie desembocara en el cine durante los ochenta. Rodó con Robert Altman una versión de The room, la obra de Harold Pinten Y estuvo en una superproducción desdichada, Revolution, sobre la guerra de independencia estadounidense. "Allí me divertí y aprendí cosas importantes. Primero, que en el cine se derrocha el dinero. Alucinaba al ver centenares de personas paradas mientras los actores ensayaban una escena. También comprendí que los cantantes, a pesar de todo lo que nos quejamos, tenemos un enorme control sobre lo que hacemos, mientras que los actores y los directores son peones bien pagados con pocos derechos creativos".

Los siguientes contactos con la industria del cine han sido menos felices. "Me horrorizan algunas de las películas en las que se ha usado mi música. Por ejemplo, Striptease. Fue el error típico, te halagan diciendo que 'Demi Moore ama tu música y está empeñada en que suene allí'. No profundicé y di mi permiso. Cuando vi la película, quería que me tragara la tierra. Todo se reducía a sugerir que su personaje era estéticamente superior por utilizar los discos de Eurythmics para desnudarse".

La antipatía por esos subproductos comerciales ha modificado los hábitos de Annie. "Estamos insertados en una sociedad que se pretende sofisticada; que necesita saber qué es lo último en música, en cine, en literatura. Yo prescindo del concepto de lo último. Me niego a ser hiperestimulada por una abundancia de información que no es esencial para mí. Especialmente en Londres, los medios de comunicación mandan sobre las personas, creando una urgencia de estar al día, una presión brutal.

No, déjame tranquila, déjame desconectar. Ya sé que yo misma formo parte de esa oferta comercial, pero no quiero ser manipulada. Odio cuando sale el libro de Harry Potter y está en todas las portadas, en los telediarios, en todas las emisoras. Quieren que consumas muy rápido, antes de que corra la voz de que es un engaño. Veo amigos excitados por la nueva Matrix, que luego buscan disculpas para no reconocer que se sienten estafados. Somos como gallinas corriendo de un lado a otro, necesitados de algo que nos satisfaga profundamente, y sólo nos ofrecen modos de gastar dinero".

Acentúa su indignación golpeando con el vaso en la mesa de madera. "Soy muy selectiva, no cedo horas de mi vida para un entretenimiento barato cuando debo resolver problemas míos muy reales. Sí, reconozco que es posible que yo me haya ido al otro extremo. He pasado años sin escuchar música. Estaba muy inquieta y cansada de buscar distracciones. De todos modos, siempre te encontrarás con lo genial. Con Ciudad de Dios... Normalmente no veo cine en los vuelos intercontinentales, me cansan esas pantallas tan pequeñas. Pero me ofrecieron una lista de películas y fue como si ésta me reclamara".

La vuelta a la actividad pública, para promocionar Bare, le planteó dilemas incómodos. "En los días previos a la guerra de Irak, preparaba mi gira por Estados Unidos. Me pregunté: ¿tengo derecho a alejar a esta gente de sus familias, llevarla a otro país en tiempos de incertidumbre? Al final coincidimos en que no podemos estar a merced de los políticos. Hacemos música y vamos a presentarla en directo, aunque Bush quiera dominar las reservas de petróleo en Irak. Bastaba con ver los telediarios para intuir monstruosas mentiras. Era repelente verlos subidos a lo alto de un pedestal moral cuando hay tragedias igualmente terribles que han ignorado, cuando no provocado directamente".

Lanza una mirada despectiva hacia el montoncito de periódicos que ha dejado su ayudante en una silla, muchos con Tony Blair en portada. "¿No sienten la misma indignación por la ocupación del Tíbet por China? Es algo que siempre me ha afectado. No soy una utópica: comprendo, al igual que el Dalai Lama, que es imposible prescindir de la presencia china. Pero debe haber un acuerdo posible, con vistas a una autonomía real. Es el gran drama de la Historia: las comunidades indígenas son aplastadas por Estados más fuertes y organizados. Yo soy idealista, creo en alzar mi voz y protestar. Estoy en Greenpeace, en Amnistía Internacional y otras organizaciones. No salvarán el mundo, pero evitan que esté mucho peor. Los ciudadanos actúan por impulsos éticos, algo que, según parece, ni los políticos más poderosos pueden contemplar".

Aclara que siente pudor al tratar estos asuntos. "Me gustaría ser tan erudita como Bono, tan inteligente para entenderse con gente que está al otro lado de la barricada. A mí me piden que participe en actos benéficos y siempre lo considero. No suele ser posible, ya que no tengo una banda fija. Aunque, sí es algo con lo que me identifico, envío dinero o cedo canciones. Lo he discutido mucho con Chrissie [Hynde], ella se deja arrestar en acciones contra peleterías o cadenas de comida rápida que se benefician del maltrato a los animales. Pero tienes que transmitir un mensaje muy claro, que no enfrente a las personas unas contra otras". •

 El disco 'Bare', que consta de 11 canciones, ha sido publicado por BMG.


El Pais Semanal Número 1.403 Domingo 17 de agosto de 2.003

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