jueves, 28 de diciembre de 2017

La voz rubia del jazz

La canadiense Diana Krall ha protagonizado la gran historia de éxito del jazz en los últimos años. Sus discos de baladas arrasan en las listas de ventas y han logrado cifras millonarias. Guapa, rubia y de largas piernas, su imagen es la representación del triunfo. Por Diego A. Manrique.

Es culpa de 'Los fabulosos Baker Boys' y tantas otras películas, es la herencia de series televisivas como Ally McBeal. Hasta los que nunca han viajado a Estados Unidos lo saben a ciencia cierta: los hoteles, los bares, los clubes nocturnos de aquel país cuentan obligatoriamente con una hermosa-ru-bia-peligrosa tocando y/o cantando al piano temas estándar o clásicos del soul. Y el misterio consiste en averiguar qué tiene de especial la canadiense Diana Krall para elevarse por encima de ese nutrido ejercito de cantantes-pianistas y colocarse en las listas de ventas de medio mundo con un repertorio tan indiscutible como manido.



EL JAZZ DORADO. La imagen de Diana Krall, fotografiada por Bruce Weber, ha sido portada de revistas y de discos.

Sobre ese aspecto volveremos más tarde. Noches atrás, Diana Krall (Nanaimo, Columbia Británica, 1962) presentó su último disco en el reluciente teatro de la Casa de Campo de Madrid y fue todo un acontecimiento social. Allí estaba la artista posando, sonriendo forzadamente al lado del embajador de Canadá (¡click!), de la teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid Mercedes de la Merced (¡click!), de admiradores de punta en blanco (¡click, click!). Al día siguiente, ya en Barcelona, Diana ofreció un concierto exuberante y explicó su retraimiento en Madrid: "Me pone muy nerviosa un público de periodistas y vips, no me siento natural. Fue un poco enervante que interrumpieran tres veces la primera canción con sus aplausos. Yo necesito silencio, no soy nada gritona". También disculpó su poca alegría en el posterior acto institucional: "Lo siento por el embajador, al que ya conocí cuando estaba en Praga y siempre me ha tratado como una gloria nacional, ¡tengo la Orden de la Columbia Británica! (risita). Es que, al terminar el bis, recibí una descarga eléctrica al tocar el pedal del piano. Me dejó temblando, muy asustada y muy dolorida. Es el riesgo de tocar en locales nuevos, :no han tomado en cuenta los peligros de la electricidad. De hecho, iba a cantar más, pero no me fue posible".

Así que tal vez nos perdimos su versión del incandescente Bésame mucho, una de las canciones que interpreta en el disco The look of love: "¿De verdad que se esperaba que lo cantara? No me atrevo, sé que es una canción muy erótica y me da vergüenza equivocarme en la letra ante un público que habla español. Además, Bésame mucho me trae sentimientos agridulces. Descubrí la canción en México y me fascinó, pero también recuerdo que el viaje terminó desastrosamente; me puse enferma, pero realmente mal: mi pobre novio tuvo que soportarme mientras... Me pasé días entre la cama y el lavabo".

Vaya, también las diosas de la canción sufren la venganza de Moctezuma. Aseguran los mexicanos que el mejor remedio es un buen tequila. "Yo soy más de ginebra y vodka... en combinación. Pero le tengo miedo al alcohol. Todavía era menor de edad cuando me pasé muchas noches tocando ante borrachos. No entiendo esa visión romántica de los locales pequeños. En Canadá, cuando empiezas te contratan en sitios donde el público va a ver los partidos de hockey en pantalla grande y la música no es la prioridad. Y siempre hay un patoso que necesita escuchar una canción que tú odias".

Curioso: el acto de la Embajada de Canadá tras el concierto se distinguió por no ofrecer alcohol más fuerte que la cerveza. "En mi país hay mucha ambigüedad respecto de la industria del alcohol. Se hicieron grandes negocios en los tiempos de la la prohibición, mis compatriotas introducían clandestinamente barcos y camiones cargados de botellas en Estados Unidos". Una de las fortunas canadienses del contrabando está, dicen, en la prehistoria del imperio Seagram, la empresa que adquirió Universal, la compañía que edita los discos de Diana Krall. Pero, puntualiza Diana, Universal ha sido comprada luego por Vivendi, la multinacional francesa que comenzó con el negocio del agua, asi que todo se explica: "Seguro que hay una cláusula en nuestro contrato que especifica lo que podemos beber en público".

¡Paren las máquinas! Gran noticia: Diana Krall tiene sentido del humor. Algo que no se deduce de actuaciones como la de Madrid, donde se mostró envarada y distante, sin la picardía necesaria para humanizar las letras de su repertorio dorado. Se disculpa: "Sencillamente, a veces me gana la timidez. Nunca he sido una persona graciosa; lo paso mal cuando tengo que ir a los programas de Jay Leno o David Letterman, donde se supone que debes tener una lengua muy ágil. Y empeoro cuando estoy de gira: no ves más que el aeropuerto, el hotel y la sala del concierto. Esta es una forma deshumanizada de viajar. Ahora mismo me he enterado que en Barcelona hay una exposición del Picasso erótico y me enfado, me indigna de verdad no tener un par de horas para visitarla".

FOTOGRAFÍA DE JANE SHIREK

Confiesa que, a pesar de los rigores de la gira, resulta terapéutico alejarse una temporada de la ciudad donde reside habitualmente, Nueva York. "Los ataques de los aviones han sacado lo mejor y lo peor de los neoyorquinos. Sí que se agradece esa sensación de unidad, pero molesta mucho el odio que se siente en algunos lugares. Ahora, cruzar la frontera es una pesadilla, aunque no tengas aspecto oriental. Yo suspendí algún concierto, mi disco se editaba el 18 de septiembre y parecía obsceno hacer promoción cuando todavía se buscaban supervivientes. Ahora creo que lo más positivo es cantar, actuar, seguir adelante".

Cuando no está grabando o actuando, Diana pasa temporadas en Vancouver: "Me he comprado allí una casa de campo donde puedo montar a caballo; soy una persona de espacios abiertos, como el resto de mi familia, debe ser cosa de la sangre celta. Y tengo mucha lealtad por Vancouver. Allí, en un festival de jazz que apoya a los músicos jóvenes, me concedieron la beca que me permitió estudiar dos años en Berklee, la escuela de Boston que es la meca para los aspirantes a tocar jazz".

¿Jazz? Los cínicos afirman que lo de Diana Krall no es precisamente un éxito del jazz, que lo que se vende es la imagen de una sirena rubia de largas piernas fotografiada por Bruce Weber, que su música más reciente está tan rebajada por la producción de Tommy LiPuma y los arreglos de Claus Ogerman que apenas merece la calificación de jazz. "Yo creo que si es jazz, especialmente en el directo, pero hemos usado la mercadotecnia del pop para llegar a un público grande. ¿Qué hay de malo en aparecer guapa en una portada, en un video? Detesto toda esa leyenda de los jazzmen malditos. La realidad es que, si tocas jazz profesionalmente, es mejor conformarse con poder pagar puntualmente el alquiler de tu apartamento. Asi que vender discos no es pecado". No lo es, aunque ella es muy consciente de los riesgos de la forma en que ha sido presentada: "Acabo de hacer una gira por Canadá que ha sido bastante amarga. Aunque fue un éxito -The look of love entró directamente al número uno de ventas-, hubo tanta demanda de entradas que tuve incluso problemas para conseguirlas para mis amigos. 

Además, la prensa no dejó de castigarme por la portada de The look of love. Estaban indignados por mis zapatos de tacón de aguja".

Puede que no sea sólo ese detalle; leí en la prensa, en el Calgary Sun, que los plumillas andaban irritados por el hecho de que Diana Krall no concediera entrevistas a los medios escritos canadienses, y de que lo intentara compensar con el envío de una entrevista tipo enlatada en un CD. "Bueno, no puedo pasar mi vida hablando con la prensa. Los canadienses tenemos cierta ambivalencia respecto al éxito en Estados Unidos, está hasta mal visto presumir de ello". No es el caso de Diana: su representante insiste en que, cuando se la presente en el escenario, se mencione que es ganadora del Grammy. "Creo que él lo ve como la confirmación de que la industria americana me acepta, aunque haya cosas más importantes: mi dueto con Tony Bennett abre mi nuevo disco, eso sí que es un honor. Está claro que Estados Unidos es el mercado natural para los artistas canadienses, pero también se deplora que desertemos de Canadá y que nos instalemos allí, aunque toda persona sensata sabe que es algo inevitable. Aún asi, no nos hace demasiada gracia. Canadá necesita una cultura fuerte para no ser devorado por Estados Unidos. Además, no me suelo reconocer en lo que se publica tras una entrevista. En realidad, los periodistas llegan con una idea preconcebida y da lo mismo lo que yo cuente (suspiro hondo) Para muchos, yo soy una bimbo, una barbie con mucha suerte".

Pero... en el fondo del corazón ¿no siente que resulta demasiado facilón el recurrir a canciones-de-toda-la-vida? Un dato: todas las composiciones que graba tienen más años que ella misma. ¿No hay autores contemporáneos que interesen a Diana Krall? "¡Claro que sí! Yo crecí con Supertramp, The Beatles, Queen y todos aquellos grupos que hacían grandes baladas. ¡Y Elton John! Elton me adora y me regaló una canción inédita que compuso con Bernie Taupin. Lo que pasa es que no sé cómo sacarla, no encajaba en The look of love y tampoco en los próximos discos. Sí, mi carrera está planificada para varios años. Seguramente, el siguiente será un disco solo de piano y voz; para el siguiente... mejor me callo".

Incordiemos un poco. Existen otras cantantes canadienses que sí se arriesgan: Holly Colé, por ejemplo, sacó Temptation, un disco entero de composiciones de Tom Waits. "Yo tengo igualmente canciones de Tom que me gustaría interpretar. También se me ocurren cosas de Leonard Cohen o de esa chica nueva, Alicia Keys. Y Joni Mitchell, que es compatriota y una verdadera artista renacentista: escribe, pinta, canta, compone y hasta trabajó con Charles Mingus, Jaco Pastorius, Wayne Shorter, con jazzmen increíbles".

Pero Joni Mitchell exhibía valentía -Mingus no era el ser más amable del jazz- y visión de futuro mientras Diana tiende hacia la nostalgia. En este viaje está leyendo libros sobre las andanzas del rat-pack, la pandilla salvaje de Frank Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr. y compañía. "Uno de mis discos favoritos es Sinatra at the Sands, ése en el que Frankie canta en Las Vegas con Count Basie. Cuando lees todo lo que hacían, entiendes los chistes, las presentaciones de Frankie. Siempre que me encuentro con Quincy Jones, que era el director musical, le abrumo a preguntas. No conozco música que tenga más alegría de vivir".

Como el Sinatra de los comienzos, Krall aspira a una carrera cinematográfica. No ocurrirá a corto plazo. "Ya he hecho mis pinitos en series de televisión, pero el cine debe esperar. No te puedes imaginar la cantidad de basura que aterriza en mi oficina. Guiones de chica de campo que llega a Nueva York y triunfa pero no es feliz, de vampiresa de club nocturno que se lía con un gánster cruel y conoce a un guapísimo agente del FBI... no sabes si reírte o llorar. ¿Asi me ven?". Me temo que así ven su carrera, como cuento de hadas. De todos modos, Diana tiene buenos asesores en el mundo del cine: su novio es guionista y ella mantiene una buena relación con Clint Eastwood. Cuando se menciona la película Harry el Sucio, cambia la cara de la artista: "Siguiente pregunta, por favor". Más tarde se disculpa por su brusquedad: "Me ponen nerviosa esos rumores que me relacionan románticamente con Clint. Él, sencillamente, ama el jazz, y he colaborado en las bandas sonoras de sus películas. Soy amiga suya y de su hijo músico, Kyle. Y no, no ha habido nada entre nosotros. Ya sé que es muy mujeriego, pero a mí me gustan los hombres jóvenes. Aunque podría hacer una excepción (carcajada) con Robert de Niro, que también ha utilizado mi música". •

 'The look of love', último disco de Diana Krall, está disponible en Verve/Universal


El Pais Semanal Número 1.320. Domingo 13 de enero de 2002


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