viernes, 15 de diciembre de 2017

Los tesoros ocultos de Louis Armstrong

Dos nuevos discos rescatan importante material inédito salido de los archivos personales del trompetista

YAHVÉ M. DE LA CAVADA

13 DIC 2017

Louis Armstrong durante una actuación en Niza (Francia) a finales de los 40. DOT TIME RECORDS

En 1956, el productor de Metro Goldwyn Meyer Sol C. Siegel ofreció un cuarto de millón de dólares a Cole Porter para que escribiese las canciones de la película High Society, un remake musical de Historias de Filadelfia protagonizada por Bing Crosby, Grace Kelly y Frank Sinatra, nada menos. Cuando Porter supo que en la película aparecería también Louis Armstrong, decidió que tenía que escribir una canción en clave de jazz especialmente para él. Así nació Now You Has Jazz, un tema en el que un sofisticado Bing Crosby interactúa con los All Stars de Armstrong explicando qué es el jazz de forma tan ingenua y simple como, desde cierto punto de vista, adecuada. Porque ¿hay algo que evoque mejor el espíritu del jazz a un neófito que aquel infeccioso latido musical que Louis Armstrong cocinó en Nueva Orleans, llevó después a Chicago y, finalmente, a la eternidad?

A Armstrong le llamaban Satchmo por el gran tamaño de su boca, pero muchos músicos y amigos también le llamaban Pops, un apodo que representa perfectamente su papel de padre de gran parte de la música americana moderna y embajador principal del ­jazz que él mismo desarrolló como pocos en la historia del género. Fue la gran Billie Holiday quien aparentemente le adjudicó ese apodo, y es difícil imaginar qué podría sentir la cantante cuando Armstrong, en 1952, le dedicaba un sentido A Kiss To Build a Dream On en un pequeño club de San Francisco, estando ella entre el público. Esa dedicatoria y esa interpretación, junto a muchas otras joyas nunca publicadas del trompetista, se editan ahora por primera vez en The Nightclubs, segundo disco del proyecto con el que el sello californiano Dot Time está rescatando valiosísimo material inédito salido de los archivos privados de Armstrong. Como su propio nombre indica, este trabajo recopila tomas grabadas en un contexto poco documentado del Armstrong de los cincuenta: el de actuaciones en pequeños clubes, al calor de audiencias reducidas y cercanas, todas ellas con diferentes encarnaciones de sus All Stars entre 1950 y 1958, en las que aparecen nombres como Trummy Young, Billy Kyle, Arvell Shaw o dos clarinetistas tan diferentes como Edmond Hall y el ellingtoniano Barney Bigard.

Más interesante aún es la primera referencia de este proyecto, publicada a mediados del presente año: The Standard Oil Sessions, un documento histórico de primer orden que contiene la grabación completa de la música grabada en San Francisco en enero de 1950 para un programa de radio llamado Musical Map of America, en el que algunos artistas populares ofrecían a los oyentes una clase magistral resumiendo la música de la zona de Estados Unidos elegida en cada ocasión. Así, Armstrong grabó algunas de sus piezas más emblemáticas para construir una personal cartografía de la música de Nueva Orleans, en un programa que nunca llegó a emitirse, por razones desconocidas. Los acetatos de aquella grabación fueron entregados al trompetista y ahora ven por fin la luz, mostrándonos a un Armstrong pletórico, acompañado por dos de sus más legendarios colaboradores, Jack Teagarden y Earl Hines. Ambos están, sin duda, entre los músicos que mejor química tuvieron con el trompetista a lo largo de toda su carrera, como demuestran varios de los puntos álgidos de su discografía, desde la entrada de Hines en los Hot Seven de Armstrong en 1927 hasta la creación de los All Stars 20 años después. Esa química casi mágica es el principal ingrediente musical de esta grabación: poder volver a escuchar a Teagarden —uno de los grandes trombonistas del jazz tradicional, además de un carismático e infravalorado vocalista— cantando y tocando mano a mano con Armstrong, dándose la réplica el uno al otro como la pareja perfecta que eran. Un negro de Nueva Orleans y un blanco de Texas mostrando a Norteamérica la esencia de aquel jazz swingueante y contagioso, una música que a esas alturas ya había recorrido todo el país mutando en diferentes encarnaciones y que acababa de dar un nuevo volantazo a su evolución con el frenético bebop.

Armstrong y Teagarden, inmejorablemente acompañados por el piano de Earl Hines, terminan su clase maestra con el origen de todo, el blues, en una interpretación de Back O’Town Blues que rezuma autenticidad por los cuatro costados, con las cascadas de notas de Hines envolviendo las fechorías que narra la letra en boca de Arms­trong, y la sensación de estar ante el glorioso ocaso de una música irrepetible. Por mucho que pueda hoy ser reproducida nota por nota por cualquier intérprete dotado, aquella música está tan anclada a su tiempo que solo adquiere un sentido estricto escuchándola directamente de sus fuentes. Por eso estas reediciones son el mayor hallazgo de arqueología jazzística del año: porque después de Armstrong vinieron muchas cosas, pero ninguna como él.

Louis Armstrong. The Nightclubs. Dot Time Records.

Louis Armstrong. The Standard Oil Sessions. Dot Time Records


El Pais

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