lunes, 15 de octubre de 2018

Harrison por Harrison. Por Diego A. Manrique


Fotografía Popperfoto /Apple Corps Ltd.

Éste es un homenaje al "beatle" silencioso, el más discreto y místico. George Harrison, que murió de cancer el pasado 30 de noviembre en Los Angeles. Y nada mejor que recordar sus propias palabras sobre su infancia, el rock, el "punk", los Beatles, la fama, la India, la filosofía oriental, el cine, sus amigos...

Fotografía Popperfoto /Apple Corps Ltd.

 Intensos sesenta. Con el tiempo, Harrison vivió aquellos gloriosos años sesenta como una presión; a menudo sentía que no podía mostrarse tal como era.

 MÍSTICO Y DE BUEN HUMOR. Arriba, en los años sesenta, jugando con los ojos de las réplicas de los Beatles que se estaban haciendo para el museo de cera de Madame Tussaud.

 FOTOGRAFIA DE HULTON

Realmente hemos comprobado que era cierto el apelativo de "el beatle silencioso". A raíz de su muerte, durante las primeras horas ni siquiera el canal internacional de noticias de la BBC pudo localizar en sus archivos declaraciones de Harrison. John Lennon gustaba de la introspección en voz alta, y ya en vida contaba con espléndidos tomos de entrevistas; tras su asesinato, la avalancha de libros sobre su persona ha sido abrumadora. El cordial Paul McCartney se encuentra con la prensa regularmente y trabaja muy conscientemente en la corrección de su imagen. Pero George Harrison publicó su último disco de estudio con canciones propias en 1987 y sólo ocasionalmente entró en el juego de las entrevistas.

En 1980 lanzó una autobiografía, I me mine. Significativamente fue una tirada para bibliófilos: 2.000 ejemplares encuadernados en cuero, a un precio descabellado (años después se publicaría una edición más económica). El libro es decepcionante: sólo una quinta parte de las páginas recorre las andanzas de George; el resto son fotos, letras, manuscritos y comentarios sobre sus canciones. El autor en la sombra de I me mine fue Derek Taylor, el fiel publicista de los Beatles, que tiró la toalla -y así lo contaba- cuando Harrison se dedicó a analizar las prestaciones, el precio y todas las anécdotas posibles sobre cada uno de los coches que había tenido en su vida. No debe extrañar que circularan los más disparatados rumores sobre su vida privada: Harrison acudió a los tribunales en 1991, cuando un periódico sensacionalista aseguró que era un simpatizante de los nazis, y también logró una disculpa pública y una compensación económica en 1999 tras demandar a la editora de un libro que le acusaba de haber exigido favores sexuales a una mujer que le pidió ayuda para una ONG.

Sin embargo, existen suficientes entrevistas suyas para reconstruir en primera persona la mayor parte de sus 58 años. Para la siguiente selección se ha utilizado I me mine junto a The lost Beatles interviews, Ticket to ride y la biografía oficial, Anthology.

Un niño de suburbio. Nacido en un suburbio de Liverpool el 24 de febrero de 1943 e hijo de un áspero conductor de autobuses, George Harrison recuerda una infancia y una adolescencia marcadas por las privaciones: "Frío, mucho frío y sólo una estufa en toda la casa. Se racionaba el combustible y no había calefacción central. En invierno se helaban las ventanas, y te ponías una botella de agua caliente en la cama que movías durante una hora antes de quitarte la ropa a toda prisa y meterte bajo las mantas. Cuando te despertabas, estabas caliente, pero había que ir a la escuela. Sacabas la mano fuera de la cama y se te congelaba".

"Cuando fui a Hamburgo me encontré con una ciudad totalmente reconstruida. En Liverpool, yo crecí con filas de casas habitadas y, de repente, unas cuantas destruidas por un bombardeo. Los efectos de la guerra se prolongaron más en Inglaterra que en Alemania. Cuando se decidieron a borrar aquellos rastros, lo hicieron de la peor forma posible: derribando lo que las ciudades tenían de únicas y construyendo unos barrios anónimos, sin carácter. Fue prodigioso que los de Liverpool conserváramos nuestro humor".


Fotografía de Michael Putland/ Cordon Press

Salvado por el 'rock and roll'. Aunque Harrison entra en el grupo que se convertirá en los Beatles de la mano de su vecino Paul McCartney pronto desarrolla una relación intensa con John Lennon. El primer número propio grabado por el grupo es Cry for a shadow, un instrumental que viene firmado por Lennon-Harrison.

"En el colegio descubrí que me querían inculcar una normalidad que no era la mía. Todavía había servicio militar, y allí había cadetes que se preparaban para entrar en el Ejército. Lo único que yo sabía es que nunca, de ninguna manera, me pondría un uniforme y me sometería a una disciplina. Luego tuve un trabajo eventual en unos grandes almacenes, en los que aprendí a jugar a los dardos y a beber con los compañeros. Sólo me pagaban libra y media a la semana, así que no tuve ningún problema en despedirme cuando empezaron a salimos bolos fuera de Liverpool".

"Hamburgo era una aventura; sólo ganábamos para comer, dormir e ir tirando. Tocábamos en el barrio de las putas, y la policía alemana llegaba todas las noches al club, encendía las luces y cortaba la música para examinar la edad de los asistentes Pasaron tres meses antes de que comprobaran que yo sólo tenía 17 años y que carecía de permiso de trabajo. Me deportaron. Tren hasta Holanda, ferry hasta Inglaterra y otro tren hasta Liverpool, donde llegué con los bolsillos vacíos".

La 'beatlemanía'. Preocupado por la superación instrumental, Harrison lleva muy mal la vorágine de unas actuaciones donde el grupo ni siquiera se puede oír. Además debe luchar para hacerse un hue-co en los discos de los Beatles, casi monopolizados por Lennon y McCartney, ambos en estado de gracia: "El triunfar sólo se notó en que teníamos ropa, mientras que antes vestíamos como cerdos. ¡Y en el espacio! Tras años de desplazarnos en una furgoneta, dándonos codazos para acomodarnos, lo que queríamos era una limusina, a ser posible una por persona. Lo que nunca se ha contado es que vivíamos aterrados. En Filipinas, los gorilas de Marcos nos persiguieron hasta el aeropuerto, empujándonos y pegándonos. En Montreal quemaban banderas británicas y nos amenazaron de muerte. Muchos años después, el piloto que nos trasladó durante una gira por EE UU me contó que el avión terminó lleno de orificios. Aparentemente, la gente que nos odiaba iba al final de la pista y disparaba con rifles y pistolas, con la esperanza de derribarnos". "Durante nuestro último concierto dimos la espalda al público para sacarnos una foto. Era el final de las giras y queríamos inmortalizarlo. Lo único que sentíamos era alivio. Lo que vino luego... entre 1966 y 1970, a mí me parece que pasaron 50 años. Muy intensos (...). Finalmente, para mí, para todos, aquello fue demasiado. Ya no había emoción, habíamos crecido, estábamos casados. Era inevitable que nos separáramos. Sin amargura".




 DIOSES DEL ROCK. George Harrison, Paul McCartney, Ringo Starr y John Lennon. The Beatles, dioses de una década: 1961-1970.
 FOTOGRAFÍA DE HULTON

FOTOGRAFÍA CORDÓN PRESS
El "sitar" y el gurú. Harrison introduce la música clásica hindú en las venas del rock y el pop, popularizando el sitar. A diferencia de otros colegas, su interés por las religiones orientales no es pasajero: en los noventa apoya con dinero y música al Partido de la Ley Natural, la rama política de los seguidores británicos del Maharishi.

"Habían intentado hacer de mí un católico, pero eso no era para mí. Toda la actitud cristiana consiste en que creas lo que ellos creen. En la India leí que no puedes creer en nada hasta que hayas tenido la experiencia directa de ello. Decidí profundizar, y fue cuando tuve la sensación de haberme liberado de ser un beatle o un número. En nuestra sociedad tendemos a numerarnos y numerar a los demás, y el Gobierno también lo hace. Encontrarse de pronto en un sitio que parece estar viviendo en el año 5000 antes de Cristo es fabuloso". "Ravi Shankar pasó por Inglaterra y se ofreció a darme clases; John y Ringo vinieron a verle. Yo sabía lo raro que era que un maestro enseñara a un principiante, pero no me dio tratamiento especial. Sonó el teléfono, yo dejé el sitar en el suelo y pasé por encima para atender la llamada. Ravi me golpeó en la pierna y me dijo: 'Lo primero que debes aprender es a tener respeto por el instrumento'. El sitar es durísimo, para tocarlo tienes que contorsionar tu cuerpo, y las piernas me dolían horriblemente. Hasta que tomé lecciones de yoga en Bombay. Me despertaba, me bañaba, hacía los ejercicios de yoga, un rato de meditación y sólo entonces desayunaba. Esa disciplina fue vital para mí".

Artista en solitario. De los antiguos Beatles, Harrison es el primero en alcanzar un número 1 con la irresistible My sweet lord, himno religioso de 1970 que también le da muchos dolores de cabeza por su parecido con un éxito de The Chiffons. Igual ocurre con su Concertfor Bangla Desh de 1971, que sin quererlo establece el prototipo de la respuesta del rock ante catástrofes humanitarias: "Lo del concierto para Bangladesh abrió las puertas para todos los eventos benéficos que han venido después. Recordamos a los músicos que ellos, que tienen tanto, pueden dar a los que nada tienen. También pagamos el pato en muchos aspectos, la filmación resultó un desastre. Lo peor fue que el dinero conseguido quedó congelado en una cuenta durante años, entre ocho y diez millones de dólares que la Hacienda americana creía que eran para uso nuestro. Les resultaba inconcebible que las estrellas del rock se preocuparan por una región asiática. Aun así llamamos la atención sobre lo que ocurría allí, sobre los Hitler paquistaníes que estaban a punto de recibir armamento de Estados Unidos. Aún hoy me encuentro con gente de Bangladesh que me da las gracias: 'Señor Harrison, estábamos luchando en la selva contra el Ejército de Pakistán, y saber que usted pensaba en nosotros nos daba fuerzas para continuar".

"Mi juicio por plagio fue un absurdo que no llegó a quitarme el sueño. El juez determinó que yo no pretendía copiar He's so fine, pero que había infringido los derechos de su autor. Yo intenté llegar a un acuerdo y no fue posible, sólo querían sacarme más y más dinero. Hasta que Alien Klein, el último mánager de los Beatles, compró He's so fine exclusivamente para seguir en litigios conmigo. Decidí que ya estaba bien, que le cedía todas las ganancias de My sweet lord, y resultó que ¡tampoco eso era posible! No he visto ni un centavo de My sweet lord, y, sin embargo, creo que ha tenido efectos balsámicos en millones de personas. El hecho de que introdujera la espiritualidad en las listas de éxitos me compensa todos los celos, la avaricia, la maldad que despertó".

La crisis del 'punk'. Después del fulgurante inicio de su carrera en solitario, Harrison se va desentendiendo de la batalla por seguir en primera línea. Edita discos a veces no demasiado elaborados y renuncia a las giras, aunque acepta colaborar o improvisar con Bob Dylan, Carl Perkins, Duanne Eddy o ¡Deep Purple! "1974 fue mi año horrible. Mi mujer se marchaba de casa, y yo estaba produciendo un disco de Splinter, otro de Ravi Shankar y el mío propio. Tenía una gira mundial, y debía ensayar y terminar el disco para que coincidiera con la gira, tal como lo pide el negocio. 

Cuando llegué a Washington me recibió el presidente Ford en la Casa Blanca, y yo creí que era una buena manera de acabar. Pero todavía me faltaban ocho conciertos, e intenté escapar por mi cuenta, volar hacia Londres de incógnito. Cuando finalmente terminó la gira estaba al borde de una crisis nerviosa. Llegué a casa, me fui directo al jardín y tardé en entrar a mirarme en un espejo. Fue entonces cuando pensé que no estaba mal del todo".

"Cuando surgió el punk rock casi se me quitaron las ganas de seguir en la música. Era basura, completa basura. Si escuchas los primeros discos de los Beatles ves esa misma simplicidad, pero hay mucha más profundidad, más contenido. Éramos inocentes, puede que incluso triviales, pero tenía más sentido que esos punkis tan deliberadamente agresivos y destructivos".

La fórmula 1 y el cine. Su pasión por los coches -que en 1971 le acarrea una multa y quedarse sin permiso de conducir durante un año- le convierte en acompañante de lujo en el circo de los coches de competición. En 1979 funda HandMade Films, una productora cinematográfica de gran actividad, pero que termina -y ésta sí que es la maldición de los Beatles- entré demandas y acusaciones mutuas.
"Ya sé que mi interés en las carreras de coches parece absurdo desde un punto de vista espiritual. Los coches contaminan, matan, mutilan, hacen ruido. Pero los pilotos de fórmula 1 tienen una percepción extraordinaria de sus competidores. Aparte de su enorme concentración, los buenos corredores deben alcanzar una expansión de su conciencia. De la misma forma que pude conocer a Ravi Shankar, Elvis Presley, Little Richard o Fats Domino, yo traté con Jackie Stewart, Emerson Fittipaldi, Niki Lauda y demás. Las variantes con las que trabajan son infinitamente más difíciles que las disponibles para un músico. Fue muy instructivo ver todo lo que hacen en sus máquinas para ganar ventaja sobre los demás, una experiencia muy profunda cuando convives con los mejores".

"En el cine, mi función ha consistido en proporcionar dinero. Ofrezco mis comentarios sobre el guión y el reparto, pero mi aportación posterior varía de película en película. En unas, como en La vida de Brian, hice poco, sencillamente conseguí que se rodara, a pesar de la oposición del establishment
cristiano; en otras, hasta me comprometí con la música. Fue lo que pasó con Shangai surprise, la de Madonna y Sean Penn, donde comprobé que el actual comportamiento de la prensa es peor que el del tiempo de los Beatles. Iba en un coche con ella y nos rodeaban como animales, parecían dispuestos a machacarnos y despedazarnos".

Mirando atrás sin nostalgia. Aparte del entretenimiento de los Travelling Willburys -grupo de 1988, con Dylan, Tom Petty Roy Orbison y Jeff Lynne- o la gira de 1991 por Japón con la banda de Eric Clapton, Harrison va reduciendo sus labores musicales. Se implica en los millonarios proyectos de explotación del legado de los Beatles sin ceder un ápice: se niega a que la biografía oficial del grupo -en vídeos, discos y libro descomunal- se titule El largo y tortuoso camino (es una canción de McCartney); prefiere el anodino nombre de Antología: "Cuando nos vinieron ofreciendo una fortuna para que volviéramos a tocar, yo propuse que nos juntáramos, pero para tomar el té. Les dije que lo emitieran vía satélite al mundo entero y que cobraran veinte dólares por cabeza. Nos sentaríamos y diríamos: 'Bueno, John, ¿qué ha sido de tu vida?'. En serio, incluso hacer eso sería difícil; todos estábamos viviendo nuestras propias vidas".

"Yo podría volver a formar ahora mismo una banda con John Lennon, no pondría ninguna pega. Sin embargo, no me uniría a Paul McCartney Nada personal, es que no tendría sentido musicalmente. Paul tiende a dominarlo todo con su bajo, y yo preferiría tener detrás de mí a un bajista como Willie Weeks".

"Vi a John una vez que pasé por Nueva York y estuvo muy agradable. Estaba lleno de entusiasmo, era la época en que se fabricaba su propio pan y aquellas cosas domésticas. Como siempre, me transmitió sentimientos poderosos, como si quisiera decirme más cosas de las que era capaz; era algo que veías en sus ojos, como un deseo de reanudar la amistad. Pero nuestra relación era difícil. Salían todos aquellos artículos, que no han dejado de aparecer, diciendo que los Beatles no fueron nada, que John era el único que tenía una idea de lo que estaba ocurriendo". •

El Pais Semanal Número 1.317, Domingo 23 de diciembre de 2001



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