viernes, 15 de julio de 2022

Mamas and the Papas (EL PAÍS DE LAS TENTACIONES Viernes 1 de diciembre 1995)


 

De izquierda a derecha, Julio, Jero y Emilio, de Los Chichos

Reinaron en las listas de los setenta y los ochenta. Reanimaron el anémico rock nacional con gotas de flamenco y rumba» La semilla de gente como el fallecido Jero, de Los Chichos, ha dado sus frutos.

Texto: Nuria Barrios

Son los padres de Ketama, Azúcar Moreno, Aurora, Rosario y otros grupos que, desde las filas del jondo, han irrumpido con fuerza en la música de este fin de siglo. Los Amaya, Las Grecas, Los Chichos, Los Chunguitos y Los Chorbos revolucionaron el rock y el pop al inyectar sangre flamenca en el modelo anglosajón. Así surgió la rumba pop, el flamenco pop, el gipsy rock, el flamenco urbano, el flamenco soul... Hasta gigantes como Paco de Lucía y Camarón se rindieron boquiabiertos ante el genio de Las Grecas.

Durante los años setenta y ochenta batieron récords de venta, gozaron de una popularidad arrasadora, juntaron más galas que días tiene el mes, vendieron su música a cineastas de prestigio como Carlos Saura y consiguieron un público que coreaba sus temas desde el talego hasta las calles de Tokio. Veinte años después, sus canciones forman parte del imaginario nacional, mientras ellos resisten el paso del tiempo fieles a su arte. "La rumba sigue de moda hasta en Luisiana", asegura Delfín Amaya. Incluso Carmela, de Las Grecas, prepara su vuelta en solitario tras la muerte de su hermana. "El hueco que dejamos nosotras sigue vacío".

Excepto Los Chorbos, cuya vida profesional fue tan triunfal como breve, todos están decididos a conquistar las nuevas generaciones. No temen la competencia de grupos tan potentes y populares como Ketama. Ellos reivindican el poderío que da la paternidad y la maternidad responsable. "Yo respeto a los Ketama, pero no han inventado nada. En 1968 yo ya tocaba jazz cuando cogía la guitarra", declara Delfín Amaya.

El presente de estos grupos es desigual. Los Amaya cerraron los Juegos Olímpicos de Barcelona con el público coreando con entusiasmo Caramelos y Vete. Repitieron en la clausura de los Paralímpicos y en la Expo, de Sevilla. Los Chichos y Los Chunguitos siguen trabajando mientras esperan encontrar un tema que les haga pegar de nuevo un bombazo. Y Las Grecas, aunque ausentes, gozan de más actualidad que nunca gracias a la reciente aparición de un doble álbum con 30 de sus éxitos: Por siempre Grecas.

De Jimi Hendrix al 'gipsy rock'

Uno de los hombres clave en la sombra de este fenómeno musical es José Luis de Carlos. En los sesenta, recién llegado de Woodstock, se lanzó a la busca de nuevos valores. "Al ver lo que hacían los gitanos me volví majareta: podían realizar cosas similares a Jimi Hendrix. Están especialmente dotados para la música". De Carlos produjo a Las Grecas, a Los Chorbos, a El Luis, a Manzanita... Creó los conceptos de gipsy power y gipsy rock, y apadrinó el sonido Caño Roto.

"El fenómeno estaba muy localizado en Madrid. Los Amaya hacían rumba catalana, como Peret, El Pescaílla y su hermano El Polla... Y en Andalucía se cocía otra cosa, que luego se convertiría en Lole y Manuel".

De Carlos vio por primera vez a Las Grecas en Caripén, el tablao de Lola Flores. Carmela tenía 18 años y Tina, ya fallecida, 15. "No teníamos ni idea de lo que era un escenario. Como no sabíamos terminar, nosotras cantábamos y cuando nos cansábamos les decíamos a los músicos: '¡Ya está!", recuerda riendo Carmela. El productor no perdió un segundo en ficharlas. "Camarón estaba enloquecido con Tina: era una artista monstruosa, con una enorme intuición pop y una gran pasión, y Carmela era la doble que la magnificaba. Grabaron cuatro álbumes y todos fueron un bombazo. Su gloria duró de 1973 a 1979. ¿La razón de su triunfo? Eran muy buenas y grabaron en el momento justo de la manera adecuada", recuerda De Carlos.

Las Grecas ostentaron varios años el récord de ventas de artistas nacionales de CBS, con más de un millón de álbumes vendidos. Te estoy amando locamenti, un tema bien flamenco sobre una base eléctrica, inspiró a Paco de Lucía para componer Entre dos aguas. "Eramos muy adelantadas para los gitanos y para los payos: siempre pensábamos en hacer cosas nuevas", afirma Carmela. Abrieron camino hasta al rock andaluz de la segunda mitad de los setenta. El propio Emilio Estefan es testigo del impacto que la música desgarrada de estas dos gitanas madrileñas causó en Cuba.

El deterioro progresivo de Tina supuso su final. En 1980 dejaron de grabar. De Carlos reconoce hoy que en su desaparición influyeron varios factores. "Tenían un nivel artístico muy alto, pero les faltaba profesionalización. Les costaba funcionar dentro del mundo payo: citas, ensayos... Y a nosotros nos faltaron las técnicas de mercadotecnia para convertirlas en un éxito mundial, como han hecho los franceses con los Gipsy Kings".

Si Las Grecas han sido las madres de las nuevas generaciones, Los Amaya reivindican la paternidad. "El Dúo Dinámico y Julio Iglesias siempre han dicho que somos unos adelantados", asegura Delfín. Les avalan una larga carrera, que los hermanos iniciaron en 1968 con 15 y 16 años, siete discos de oro y una popularidad incombustible que les llevó a clausurar los Juegos Olímpicos de Barcelona con Peret y Los Manolos.

"Nosotros hicimos grande la rumba: le dimos clase, una letra y un sentimiento, cuando la gente creía que era para bailar agarrao y bien colocao en una discoteca. La convertimos en nuestro estilo más internacional para exportar al mundo entero". La rumba les hizo a su vez Grandes de España y del extranjero.

"Fuimos los primeros en reventar en ventas. Con Vete vendimos en España 350.000 copias. En Miami éramos número uno, por delante de Julio Iglesias. Hoy percibimos liquidaciones de la Sociedad General de Autores que nos llegan de 19 países: Rusia, Israel, Japón, Holanda, Houston, Los Ángeles...". Sobrinos de la bailaora Carmen Amaya, Delfín y su hermano estuvieron 11 años en la compañía Emi-Odeón, cambiaron a RCA con Tony Ronald como productor, y de allí pasaron a Ariola, CBS, Televisa... Alguna ventaja tuvo tanto cambio: Delfín pudo abandonar sus grandes gafas cuadradas de pasta oscura por unas lentillas. "¡Eran unos armatostes! A veces me daban complejo, pero la casa de discos no me dejaba quitármelas".

En plena promoción de su último álbum, Perdóname mujer, aseguran estar en un momento óptimo, pero se quejan de falta de reconocimiento. "Me duele haber abierto camino a tantos artistas y que no nos lo reconozca España. En este país no te perdonan que lleves 25 años en candelero. Lo mismo les ocurre a los toreros o a Banderas. ¡Eso es envidia!".

Del vinilo al celuloide

Las quejas y reivindicaciones se repiten en casi todos los grupos que marcaron la música de la época. De todos ellos, Los Amaya reconocen su predilección por Los Chichos. "Crearon un sonido personal, como nosotros. Aunque ellos hacían tanguillo moderno más que rumba". Jero y los hermanos Emilio y julio empezaron a trabajar juntos en 1972. Como nombre de guerra adoptaron el apodo que tenía Emilio cuando era pequeño: Chicho.

"Durante aquellos años, la gente afirmaba que el mejor en la guitarra era Paco de Lucía; en el flamenco, Camarón, y en la rumba, Los Chichos", asegura Emilio. Sus discos se vendían como churros y, de la noche a la mañana, saltaron del vinilo al celuloide para hacer la banda sonora de Yo, el Vaquilla, de José Antonio de la Loma.

"La torre que tiene la Philips se la dimos nosotros. Nos tiramos unos años que no sabíamos qué significaba descansar un sábado. ¡Si nos hubieran pagado todo lo que hemos vendido, ahora seríamos multimillonarios!".

No son los únicos en quejarse de la voracidad de las discográficas. "Nosotros también ganamos mucho dinero, pero todo se lo comía la casa de discos", cuenta Jere, de Los Chunguitos, un grupo que surgió aprovechando el tirón de Los Chichos y que pronto se convertiría en su competencia más fuerte.

"El padre de Juan Machote y Taino les llamaba chunguitos porque de pequeños eran muy malos y muy feos", sigue Jere, quitándose el muerto de encima con gran habilidad. "Nosotros hacíamos rumba, pero no de la pachanguera". Se hicieron con un público entusiasta que iba desde los cineastas Carlos Saura, con quien colaboraron en Deprisa, deprisa, y José Antonio de la Loma, que los contrató para Perros callejeros, hasta los huéspedes de las cárceles españolas. Se ganaron el corazoncito de los presos con letras del tipo: "Me paso la vida encerrado / en estas malditas paredes, / siempre pensando y pensando, / la pena me está matando. / Sólo le pido a Dios / que cuide de mis niños. / No tienen calor de nadie, / están solitos en el mundo".

El ardor de sus seguidores era tal que en alguna ocasión tuvieron que defenderse de ellos a golpes. "Cantamos en Móstoles ante miles de personas. Cuando terminamos, las chicas empezaron a tirarnos de los pelos y los chicos a darnos puñetazos. Querían autógrafos y nos estaban matando. Conseguí llegar al coche, cogí una vara y me fui tras ellos. Salieron todos corriendo", recuerda Jere.

Ni Los Chichos ni Los Chunguitos siguen en las mismas discográficas. Los primeros han grabado su último trabajo, No pasa ná, en Arte 2.000. Los segundos acaban de publicar Zoraida en Horus. Trabajan menos, pero aseguran que el problema no está en su música, sino en el tiempo que llevan en activo. "La rumba no pasa de moda. A veces han bajado las ventas por querer cambiar". Lo que sí ha cambiado es su vestuario. "Ahora salimos al escenario con traje oscuro y corbata. Como Julio Iglesias", subraya Emilio.

Si Los Chunguitos siguieron el camino abierto por Los Chichos, Los Chorbos y, más tarde, Manzanita continuaron los pasos de Las Grecas. José Luis de Carlos los localizó, los impulsó, les dio un nombre —"Un chorbo es un nota, un joven"— y les regaló un título: el sonido Caño Roto. Un álbum y varios sencillos les bastaron para dejar huella. 

 



VIVIR Y MORIR DEPRISA, DEPRISA

Éxito, dinero, carretera y drogas son palabras que encierra la fama como en el juego de las muñecas rusas. Algunos artistas como Tina, de Las Grecas, no soportaron vivir deprisa, deprísa, y se quedaron en el camino. Jero, de Los Chichos, es la última víctima. Juan Antonio Jiménez, Jero, formó parte de Los Chichos hasta 1990. Él pasado 22 de octubre se quitó la vida: se tiró por la ventana de su vivienda, un segundo piso en el barrio madrileño de Entrevias. Tenía 48 años. "Era muy pequeño de tamaño y muy delgadito, pero era muy grande como persona", afirma Jere, de Los Chunguitos.

Muy respetado como músico y compositor, Jero es el autor de los dos primeros álbumes de Los Chichos: Ni más ni menos y No sé por qué. Compuso, asimismo, temas para otros artistas, corno sus primas Las Grecas. "Nos: hizo Orgullo y No, nanay, entre otros. Era un gran artista y un gran poeta. Con él ha muerto el alma de Los Chichos", declara Carmela.

Nadie oculta la causa de su muerte. "La ruina ha sido la coca. Se quiso quitar y yo lo llevé al culto, pero le entraron las depresiones. Decía que era muy duro. La mente queda muy amplia y por ahí se cuelan mil pensamientos. No lo pudo aguantar", cuenta Emilio, de Los Chichos. Él lo acompañó la noche anterior a su muerte. "Estaba bien y le dije que al día siguiente íbamos a hacer footing. Por la mañana se fue al Rastro y, al volver a casa, le pidió a su mujer que fuera a por el chándal, porque iba a ir yo a buscarle. Aprovechó que ella salió de la habitación para tirarse por la ventana. Era un gran padre de familia: yo creo que quería tanto a su mujer y a sus hijos que decidió terminar para que no sufrieran".

Su muerte ha provocado tanto dolor como asombro. El suicidio no es habitual entre los gitanos. "Lo vemos absurdo. Eso queda para los payos. Es como poner bombas para matar niños; los payos lo hacen y nosotros no. No cabe en nuestro razonamiento. Por mal que estés, aunque te haya dejado tu mujer o se hayan muerto tus hijos, no te quitas la vida. Desde que nací, sólo me he enterado de dos suicidios: el suyo y el de uno que se ahorcó en la cárcel", explica Jere.

"La droga está causando estragos. Que la juventud se lo piense antes treinta veces porque se va a la muerte", continúa Carmela, testigo directo de sus consecuencias. Su hermana Tina murió este año. "Yo también pagué las consecuencias. Tuvimos que parar de cantar en pleno éxito. Me costó una enfermedad y muchas depresiones. Éramos dos y yo la necesitaba a ella".

Emilio y su hermano Julio han improvisado para Jero una despedida sobre un tema, A dos amigos, que él mismo compuso cuando murió el bailaor Farruquito. "Vivimos la nostalgia de la vida. / Sufrimos el castigo del destino. / Con lo bonita y corta que es la vida, / debiéramos ser mejor amigos. / Llora el que tiene una pena (bis). / La pobre de esta familia siempre vivirá con ella. / No sé cómo ni cuándo sucedió. / Era tan noble, bueno y sencillo / que en Entrevias la vida se dejó. /Jero entrañable, buen amigo".


Viernes 1 de diciembre 1995 EL PAÍS DE LAS TENTACIONES

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