domingo, 17 de julio de 2022

Un pastiche muy logrado de The Weeknd

   



Retrato de The Weeknd en mayo de 2021 en Los Ángeles. RICH FURY (GETTY IMAGES)



The Weeknd

Dawn FM

Universal


Abel Tesfaye entrega su dicco más coherente y narrativo, un ejercicio de estilo ochentero. Sin temas malos. Tampoco buenos.

POR XAVI SANCHO

El primero que dijo que el revival de los años ochenta ya estaba durando más que aquella década, que aunque para muchos ya se hizo larga, al final terminó durando 10 años como todas, seguro que lo dijo como chiste. Pero hay chistes que se hacen realidad, normalmente a fuerza de repetirlos tantas veces que dejan de tener gracia. El revival de los ochenta, divertido y colorido él, incluso emancipador en lo estético y conceptual, no es más que la jugada definitiva del sistema, que nos ha dejado durante unos años jugar con la idea de que podíamos tratar de recuperar tiempos pretéritos más o menos a nuestro ritmo y gusto, para luego endosarnos la idea de que lo que realmente queríamos recuperar eran simplemente las ganas de bailar. Porque empezamos diciendo que si no se podía bailar no era nuestra revolución y terminamos encontrando en la R solo la palabra revival.

Si este disco de The Weeknd se hubiera publicado hace cinco años —podría haber salido entonces, o hace 10, o hace 35—, tal vez la sensación hubiese sido que, tras esto, ya no se podía explorar más en aquellos años ochenta y que tocaba, o centrarse en lo nuevo, o buscar algo nuevo que fagocitar. Pero lo cierto es que, hoy, en 2022, la propuesta del canadiense no es el inicio, ni el final, ni el punto álgido, ni el más bajo, de nada. Es, simplemente, otro pastiche. Más logrado que otros muchos, pero solo sorprendente dentro de la idiosincrasia del propio artista.

Dawn FM es un álbum conceptual. La idea es que estamos escuchando una emisora de radio en un túnel que es el purgatorio. Pues vale. El locutor es Jim Carrey y al autor de 'Blinding Lights', sencillo de récord en las listas estadounidenses, le acompañan en esta empresa Tyler, The Creator; Quincy Jones, o Lil Wayne. La producción corre a cargo -de Max Martin, a los mandos de lo convencional, y Oneohtrix Point Never, a cargo de lo más o menos radical. La sombra de Depeche Mode sobrevuela temas como 'Gaso-line' y la de The Human League refresca otros como 'Take my Breath. En 'Sacrifice', Abel Tesfaye (el nombre tras The Weeknd) se presenta como un trasunto de Prince y Rick Astley, mientras que en 'Starry Eyes' podría ser George Michael, o incluso Phil Collins, depende de la maldad que uno aplique. No hay apenas temas malos. Tampoco buenos. Eso sí, lo que ofrece aquí Tesfaye es su disco más coherente y narrativo de su carrera, un ejercicio de estilo alrededor del techno pop ochentero en lo musical y de las relaciones de pareja en lo narrativo. Las letras están llenas de frases grandilocuentes sobre el amor y el daño que hace. Versos que parecen sacados de galletitas chinas, de tazas de café, de amigos de esos que tanto te dan consejos sobre tu ex como sobre qué criptomoneda es la mejor.

Hay dos maneras de enfrentarse a este disco, porque este disco pide que te enfrentes a él, si no lo haces, te devora. Una es desde las referencias que maneja, lo que es peligroso para la salud y desde aquí no recomendamos. La otra, desde el desconocimiento o la amnesia, lo que ayuda sobremanera a apreciar sus manierismos y sus hechuras de obra definitiva. Aunque, en realidad, no lo es. Ni por lograda ni por última.


   EL PAIS. BABELIA  Nº 1.576 , SÁBADO 5 DE FEBRERO DE 2022

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