sábado, 18 de febrero de 2012

El banjo sin límites de Béla Fleck





 
El credo de Béla Fleck es que el mundo está lleno de música fantástica y escucharla enriquece


CARLOS GALILEA
Los sonidos breves, duros y brillantes del banjo deja­ron su impronta en las imágenes de la película De­liverance. Era la década de los setenta y aquel diálogo instru­mental de Eric Weissberg y Steve Mandell en Dueling Banjos im­presionó a un adolescente neo­yorquino llamado Béla Fleck. Tenía 15 años cuando su abuelo le regaló su primer banjo.
En Los instrumentos musicales en el mundo, de Tranchefort, pue­de leerse que el banjo es un híbri­do que tiene algo del antiguo sis­tro y de la pandereta: una caja de resonancia consistente en una moldura de madera circular so­bre la que se tensa una membra­na de pergamino, y un mástil muy largo con cuerdas de tripa o nailon. Aquel rudimentario ins­trumento que los africanos lleva­ron a Estados Unidos en el siglo XIX fue ampliamente utilizado en la música popular de allí.
Su declive empezó hacia los años treinta, a pesar de la presen­cia luego de personajes como Pe-te Seeger y Earl Scruggs, y quedó limitado al ámbito del folk y el bluegrass. Hasta hoy. En los no­venta el banjo está viviendo una nueva juventud gracias a músicos innovadores: Alison Brown, acompañante de Alison Krauss y directora musical de Michelle Shocked, o Edward D. Barnes, que ha adaptado incluso un tema de Iggy Pop. Y en manos de Béla Fleck ya no es un instrumento exclusivo del bluegrass. Lo ha in­troducido en los premios de la cadena MTV y ganó el año pasa­do uno de los innumerables apar­tados de los galardones de la in­dustria discográfica, el Grammy al Best Pop Instrumental Perfor­mance, por The Sinister Minister, de su disco en directo Live Art.
En 1981, tras tocar en grupos efímeros de Boston y Kentucky, Fleck se alista en New Grass Re­vival, la banda del mandolinista Sam Bush, empeñada en ensan­char los límites del bluegrass tra­dicional. Ocho años más tarde, y con su propio dinero, produce el disco Béla Fleck & The Fleckto­nes. De adolescente copiaba laslíneas melódicas del saxo alto de Charlie Parker y estaba fascina­do por la música de Return to Forever, la formación de Chick Corea. Un concierto del pianista, en el teatro Beacon de Nueva York, le provocó la necesidad de profundizar como un poseso en las posibilidades del banjo. "To­das las notas que tocaban Stan­ley Clarke y Al di Meola estaban en el banjo. No era culpa del ins­trumento que nadie las tocase", llegó a decir.
En su disco Tales from the Acoustic Planet (1994), vio reali­zado un sueño: tocar con Chick Corea. También lo hizo con el pianista y cantante Bruce Hornsby o el saxofonista Bran­ford Marsalis. Y Paul McCand­less, Paquito D'Rivera, Tony Trischka, David Grisman, Dave Matthews, John Scofield o Andy Narell se han unido a él sobre los escenarios. En una entrevista, en su casa de Nashville, Béla Fleck reconocía la suerte de tener ami­gos en todos los géneros musica­les: "El jazz y el bluegrass, la mú­sica clásica y el mundo irlandés. La idea de Tales... fue presentar­los unos a otros y dejar que las cosas sucedieran".
Claro que no le ha sido fácil hacerse admitir en los círculos más cerrados del jazz. Pese a to­do, los lectores de las revistas Jazztimes y Down Beat, de acuer­do a sus votaciones, le conside­ran uno de los mejores instru­mentistas. Cierto que también le cuesta acomodarse a los gustos de los aficionados al bluegrass o la world music. Tal vez sea éste el precio a pagar por parte de un espíritu libre y heterodoxo.
Alrededor de doscientos con­ciertos anuales, que incluyen des­de Charlottesville (Virginia) o Grand Rapids (Michigan) hasta Suráfrica, Corea y Singapur, pa­sando por festivales de jazz como los de Montreux, Montreal o Vi­toria, garantizan la puesta a pun­to en directo. Con Béla Fleck vie­ne Jeff Coffin (saxos, clarinete, flauta y voz), que parece conver­tirse en miembro permanente, y los inseparables Victor Lemonte Wooten (bajos y cello) y su her­mano Roy, Future Man, con su synthaxe drumitar –artilugio per­cusivo electrónico con forma de guitarra–.
Left of Cool, sexto disco de Béla Fleck y los Flecktones, in­cluye títulos explícitos como `Trane to Conamarra' o un 'So­journ of Arjuna', con textos adaptados del Bhagavad Gita, y se agradece en los créditos la inspiración a Ornette Coleman, Miles Davis, Tony Trischka, Pat Metheny o los cantantes guturales de Mongolia. Y es que el ecléctico y colorido menú de Fleck oferta country, pop, folk, jazz, funk, hip hop, clásico y sonidos recogidos durante sus viajes a otros países. Su credo: el mundo está lleno de música fantástica y escucharla te enri­quece.


El País, 7 de noviembre de 1998

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