martes, 5 de mayo de 2020

Música para vivir, música para crecer


 La verdadera biografía musical de un artista y/o un adicto a la música no está en el altar central de su salón: allí encuentras los compactos pulcramente ordenados, lo que equivale a la autoimagen que nos hace sentir confortables, al autorretrato de unos gustos definidos y cultivados. No, la verdadera historia está en el rincón, entre los montones de discos de vinilo de portadas desgastadas y surcos machacados. Esos discos que fueron adquiridos cuando el dinero escaseaba, cuando la apuesta por un género tenía mucho que ver con la fabricación de una identidad. Cada uno de esos discos lleva tatuados con tinta invisible unas circunstancias, unos enamoramientos, unas decisiones...

En ese desamparado depósito de vinilo pueden encontrarse también los lapsos de gusto, las apuestas por movimientos o artistas poco respetables, los despistes juveniles, los errores que procuramos tapar. La presente encuesta no quería descubrir esos deslices y las respuestas coinciden en nombres indiscutibles: sólo un registro exhaustivo en los respectivos domicilios habría logrado unos resultados más reveladores. De todos modos, se aprecia un grado reconfortante de honestidad. Por ejemplo, ninguno de los discos de los Stones que se mencionan como decisivos estarían en el canon clásico 'stoniano'. Más intrigante es la casi total ausencia de los Beatles o Bob Dylan, que contrasta con las frecuentes apariciones de Lou Reed: evidentemente, el rock y el pop españoles se identifican más con las ásperas crónicas de la vida salvaje de Lou que con las laboriosas metamorfosis de los Beatles y Dylan. Muy duros, sí señor.

La segunda pregunta no permite tanto lucimiento personal, y las contestaciones resultan más esquivas. Primero, todos somos fetichistas y no estamos por la labor de quemar discos (por otro lado, con la dinámica actual de recuperación de la basura, hasta el artista o el género más deplorables pueden ponerse de nuevo de moda). Segundo, aquí suelen imperar las reglas de la hipocresía: sólo Teddy Bautista reconoce que querría borrar alguno de sus discos.

La fobias son categoría aparte. Jaime Urrutia, de Gabinete Caligari, se carga todo un universo musical (la salsa) con la misma crueldad que César Strawberry (Def Con Dos) aplica a su 'Camino Soria'. Lo de arremeter contra la música militar es tan obvio que hace pensar que nuestros rockeros confunden lo ideológico con lo musical. Tampoco requiere hoy mucha audacia el fusilar el rock sinfónico, aunque uno se pregunta si nuestros Torquemadas eléctricos saben exactamente de qué están hablando: 'Hot rats', de Frank Zappa, no es "representativo del rock sinfónico", sino un disco básico del jazz-rock más arriscado. Vale la vieja receta: los músicos españoles deberían escuchar más música (y proceder a eliminar prejuicios). DIEGO A. MANRIQUE


Viernes 24 de noviembre 1995 El Pais de las Tentaciones 

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