viernes, 7 de febrero de 2014

Fado a ritmo de batería



La fadista Ana Moura ensaya y compone en su domicilio lisboeta. Foto: Francisco Seco
Fado a ritmo de batería
Ana Moura, que esta semana inicia una gira por España, experimenta con otras músicas desde la ortodoxia

EN LA PLANTA BAJA DE SU CASA, a un paso de Cascáis, la fadista Ana Moura (Santarem, 1979) ha colocado dos grandes sofás en los que se sienta junto a sus músicos para ensayar a veces. Desde uno de los sofás se ve una palmera enana que crece solitaria en el patio y el cielo claro en esta parte tranquila del mundo. Al lado del sofá hay una mesa ancha en la que una decena de fundas de cartón de viejos discos de vinilo se despliega como una declaración de intenciones y una suerte de retrato a la vez: Chet Baker, el Rubber Soul de los Beatles, una antología de Billie Holiday, The Doors, Miriam Makeba. También, claro, Prince y los Rolling Stones, con los que la propia Moura ha compartido escenario. "En el fondo, el rock de los Stones viene de la raíz del blues, y ese lamento tiene que ver con el fado", dice. Sobre todos ellos, sobresale un libro de poemas y un CD: un conjunto de poesías de Fernando Pessoa y una selección de temas de Amalia Rodríguez, la gran dama del fado a la que Ana Moura, fadista al fin y al cabo, rinde admiración. Al lado hay una guitarra y un teclado electrónico, y con una mano, Moura enseña el sitio donde colocan la batería en las tardes de ensayo. ¿La batería? ¿Desde cuándo una fadista se acompaña de piano electrónico y de batería? "Durante estos últimos años he acompañado a otros cantantes de otros países, he experimentado con otras músicas, y quería que eso se reflejara en mi último disco Desfado, en el que hay otros ritmos: hay cierto olorcito a jazz, a música popular del norte de Portugal, a soul, de ahí el teclado y la batería". Como ocurre en España con la (falsa) polémica de la pureza (o no) del flamenco, a Moura la criticaron en Portugal por esta mezcla heterodoxa. "Yo sé que soy fadista, pero si esta canción o la otra es o no es fado, pues ni lo sé ni me interesa saberlo", dice convencida. De hecho, la cantante, que esta semana inicia una gira en España que le conducirá a Madrid, Barcelona y Zaragoza, entre otras ciudades, cumplió con todos los requisitos de la fadista clásica (y hasta tópica): fue descubierta en un bar de Carcavelos por un guitarrista famoso cuando se animaba medio en broma a cantar; actuó durante mucho tiempo en una de las casas de fados más conocidas de Lisboa, Don Vinho, en el barrio de Lapa y grabó cuatro discos más o menos ortodoxos que la auparon al éxito internacional. Ahora, este Desfado, que The Sunday Times ha considerado uno de los álbumes del año, va más allá. "Es normal: el fado está vivo, y refleja los sentimientos, los temores y los pensamientos de las nuevas generaciones", explica. La revolución no solo se encuentra en la música. También en alguna de sus letras, que al desgarro suave propio del , fado melancólico de toda la vida, añaden ahora una dosis de sana ironía con la que los mismos fadistas aprovechan para reírse de sí mismos: " Ai que saudade que eu tenho de ter saudade", que en traducción libre y engañosa sería, más o menos: "Cómo echo de menos el echar de menos". Antonio Jiménez Barca •


El Pais Babelia 25.01.14

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